CONTRA EL DARWINISMO
La formulación, por parte de Charles Darwin, en el siglo XIX de la ‘teoría sobre el origen de las especies’ supuso un hito más en ese camino de disolución de los Valores Eternos por el que transita el hombre del Mundo Moderno. Desgajar a la humanidad de su origen sacro, divino, no representó, ni representa, más que un signo más de los tiempos disolutos que corren.
Si en el plano económico tal ataque al Mundo Tradicional se hizo, y/o se está haciendo, a través del mercantilismo o del capitalismo de Estado o el liberal, y en el plano político se fue realizando y/o se realiza gracias al liberalismo, al marxismo o al anarquismo, en el plano cultural la labor la llevaron a cabo la Ilustración, el evolucionismo o el psicoanálisis.
En todas las culturas Tradicionales el hombre siempre se creyó descendiente de los dioses. Los clanes, las tribus, las gens creían tener en alguna divinidad a su antepasado más remoto. Los Iniciados, al ir más allá de la forma concreta y antropomórfica que se le otorgaba a la divinidad, concebían al hombre como emanación de un Principio Supremo y, en consecuencia, lo hacían partícipe y portador de la Esencia Inmutable y Sacra de dicho Principio.
Con tales maneras de concebir la existencia, el Mundo Tradicional encaminó todas sus actividades hacia metas Superiores, de orden Trascendente.
Pero con el desarrollo de la actual Edad Sombría, Edad de Hierro, Edad del Lobo o Kali-yuga la humanidad se fue, progresivamente, precipitando hacia lo bajo, fue rompiendo sus vínculos con lo Suprasensible y fue, poco a poco, ignorando el componente espiritual que anida en el interior del ser humano. Y, para precipitar todo este proceso corrosivo, la aparición de las teorías ‘evolucionistas’ cumplió una excelente función, pues al atribuirnos un origen meramente animal nos segaba radicalmente cualquier intento de desarrollo de esa Realidad Suprasensible que ya se nos negaba poseer al habérsenos cortado nuestro nexo con la Divinidad.
Paulatinamente, lo que a mentes no intoxicadas por un constante lavado de cerebro le hubiera tenido que parecer como un buen tratado de ciencia-ficción, se fue convirtiendo en dogma de fe, incontestable: el hombre procede, por evolución, del mono…
Para que la teoría no resultara demasiado simplista se le buscaron antecedentes al mono en otras especies y así sucesivamente hasta llegar a un supuesto origen unicelular. Además, esta teoría se fue completando, para hacerla más verosímil, con los presuntos cambios evolutivos acaecidos sobre otras especies de animales.
Pero para que el esperpéntico planteamiento no resultara irrisorio para muchos, debía ser demostrado científicamente. Debían presentarse pruebas, restos óseos de aquellos homínidos que habrían constituido los eslabones de la cadena evolutiva desde el primate hasta el hombre. Curiosamente no se han encontrado restos de los supuestos antecesores que, según los evolucionistas, tuvieron otras especies animales como, por poner un ejemplo, el caballo; al que se le hace sucesor directo de un tal ‘pliohippus’ o ‘hipparion’; varía el nombre dependiendo del autor evolucionista. Pero, ¡ay de las casualidades de la vida!, de entre los millares y millares de especies animales que pueblan nuestro planeta únicamente se han encontrando restos de los presuntos antepasados del hombre…
Pero, ¿son estos hallazgos óseos fidedignos?. ¿Son creíbles? Pues bien, la primera suspicacia sobre su credibilidad nos llega al comprobar que dos de estos principales y difíciles ‘descubrimientos’ los hizo la misma persona y en lugares bastante alejados entre sí: el jesuita Teilhard de Chardin.
… Él solito encontró a los famosos ‘Hombre de Java’ y ‘Hombre de Pekín’, dos ‘homínidos Pitecántropos’ que únicamente lo son en la imaginación de un visionario o de un manipulador, pues el ‘hallazgo’ de Java consistió en el fósil de un gran gibón, de la familia de los simios antropomorfos, de los cuales existen dos géneros y cuatro especies de talla más pequeña, y a catorce metros de distancia un fémur humano al que se ha querido hacer pertenecer al simio. Y el ‘descubrimiento’ de Pekín constó, básicamente, de algunos cráneos de mono con la frente a trozos y más bien de talla grande, parecidos al cráneo del ‘Hombre de Java’, junto con cenizas y piedras talladas que sus ‘mentes considerablemente inteligentes’ habrían obtenido por el hecho de conocer el fuego y de saber tratar la piedra. No se admitía discusión posible: nadie tenía derecho a pensar que, a lo largo de miles y miles de años, deslizamientos de tierras provocados por tormentas o riadas, temblores de tierras o erupciones volcánicas hubiesen hecho coincidir, en los mismos pozos, cráneos de primates con útiles elaborados por el hombre o con cenizas originadas por fogatas encendidas, igualmente, por hombres.
Si alguien duda de las auténticas intenciones, no precisamente cientifistas, por las que se mueven estos ceñudos buscadores de ‘eslabones perdidos’, podemos hablar de un caso aleccionador sobre el modo de proceder de muchos de ellos: el del ‘hallazgo’, en la Inglaterra de los primeros suspiros del siglo pasado, del ‘Eoantropus dawsoni’. Este cacareado ‘descubrimiento’ acabó resultando un soberano montaje, ya que a un cráneo humano del Pleistoceno se le había adjuntado una mandíbula de un simio actual envejecida artificialmente por medio de colorantes, cuyos molares habían sido limados por tal de hacerlos más suaves; menos simiescos. Además, entre alguna otra manipulación más, con el fin de que no se pudiera percibir que el cráneo y la mandíbula no pertenecían al mismo ser, los condilos o’bisagras’ que unen y articulan a ambos habían sido rotos. El desenmascaramiento del escándalo, como puede suponerse, tuvo un ínfimo eco mediático… (1)
El origen, maliciosamente, fantasioso del evolucionismo ha provocado, y provoca, constantemente contradicciones entre sus correligionarios y exegetas. Así, si desde un principio se hizo hacer creer que el simio evolucionó en Australopithecus, éste en Pitecántropus, a continuación fue apareciendo el Hombre de Neanderthal, para dar éste paso al Cro-magnon como antecesor directo del hombre, desde hace algunos años, en muchos de estos círculos darwinistas, se está imponiendo la teoría de que el Neanderthal y el Cro-magnon coincidieron en el tiempo y el segundo acabaría exterminando al primero. Incluso los hay que sostienen la idea de que del primero proceden algunas de las razas humanas actuales. Difícilmente, decimos nosotros, podría ser el Neanderthal antepasado del Cro-magnon o nuestro cuando al decir de los ‘estudiosos’ su altura era superior a la de ambos y en base a que no debemos de olvidar que según los evolucionistas cada eslabón supera en altura al que lo precede.
Nosotros, al margen de todos estos devaneos cerebrales, hacemos las siguientes reflexiones: ¿si estos homínidos hubiesen existido, por qué necesariamente tendríamos que ser sus descendientes? ¿No podrían haber existido antes de la irrupción del hombre en nuestro planeta? ¿No pudieron haber coexistido con el ser humano, extinguiéndose por su inadaptabilidad a cambios climáticos bruscos o por haber sido eliminados por el hombre en la lucha por la supremacía en la Tierra?
Desde luego, el mayor o menor parecido físico que pudiese existir entre estos llamados ‘eslabones’ no sería nunca motivo suficiente para considerarlos como tales, ya que mayor es la semejanza existente, por poner unos cuantos ejemplos, entre cebras y caballos y es obvio que unos no proceden de las otras, o las otras de los unos. Y más grande es el parecido entre los felinos, como el gato, el leopardo, el león o el tigre y ninguno es antecesor de alguno de los otros. Ni halcones, águilas, azores, milanos o gavilanes forman parte de ninguna escala evolucionista.
En todas las tradiciones orales y en todos los textos sagrados a los que muchas de ellas dieron origen siempre se tuvo la certidumbre de que el Hombre del origen, receptáculo consciente de la esencia divina, iría progresivamente lapidando su espiritualidad hasta embrutecerse por completo. Simbólicamente, para representar este proceso, se hablaba del paso de una Edad de Oro o Satya-yuga de los orígenes a una Edad de Hierro o Kali-yuga en los momentos de mayor materialización y animalización del ser humano; pasando por unas intermedias Edad de Plata o Trêtâ-yuga y Edad de Bronce o Dwâpara-yuga.
Pues bien, de acuerdo con estas certezas involutivas ancestrales, ¿no podríamos pensar que los homínidos en cuestión, de haber existido, no hubieran sido más que descendientes directos de los primeros grupos humanos en abocarse a este proceso de disolución de la persona?…Y es que si los darwinistas fantasean con el ‘evolucionismo’, nosotros también tenemos derecho a plantear teorías o visiones opuestas a las suyas y, seguramente, apoyadas en fundamentos más legímitos que los de ellos.
Más aún, ¿no podrían ser, de acuerdo a esta postura involucionista, los actuales primates descendientes, por degeneración, de algunos de nuestros antepasados humanos?
Y ya que hemos hecho mención al Mundo Tradicional, hemos de recordar que en las diferentes sagas, leyendas y relatos que en él se circunscriben, siempre se habló de seres más o menos antropomórficos de aspecto terrorífico y animalesco, contra los cuales los héroes debían luchar en esa lid metafísica que enfrentaba a lo Alto contra lo bajo. ¿No podrían, estos seres bestializados y monstruosos, haber sido los presuntos homínidos de los que nos hablan los evolucionistas? ¿Por qué no?: ya hemos expuesto anteriormente, como alternativa al evolucionismo oficialista, la teoría de la posibilidad de un pretérito enfrentamiento de hombres contra homínidos por la supremacía en el mundo.
Nadie duda de que las especies se adaptan al medio en el que viven, pero si ya resulta hartamente absurdo pensar que dentro de una misma especie como, por ejemplo, la humana puedan acontecer cambios tan ridículos como que el negro se vuelva blanco, por muchos millones de años que transcurran, por el hecho de cambiar de hábitat, es decir, por el hecho de trasladarse a vivir de zonas cálidas a zonas gélidas. O que el blanco vaya transmutándose progresivamente en negro por mucho que habite en áreas intertropicales. Si esta posibilidad, repetimos, nos parece absurda, más iluso todavía nos parece que una especie, ya sea animal o vegetal, acabe mutando en otra diferente.
Y es que la mayoría de las especies pueden poner en marcha un mecanismo de adaptación a un medio diferente al suyo natural, pero tienen un límite de adaptabilidad a partir del cual, si el nuevo hábitat empuja a querer sobrepasarlo, la especie entra en un irremediable proceso de extinción. Poniendo un símil gráfico podríamos hablar del muelle que se puede ir estirando y alargando por obra de una fuerza externa que en caso de ser excesiva lo deformará de tal manera que dejará de ser un muelle.
Claro está el hecho de que para que una especie pudiese transmutarse en otra debería, la primera, sufrir una alteración de su código genético. Pues bien, un buen ejemplo de lo que puede acaecer cuando tiene lugar un cambio en la composición de uno solo de los cromosomas de un ser vivo lo tenemos en el caso del hombre cuando aparece el conocido como ‘síndrome de Dawn’ o mongolismo. O dicho de otro modo, las alteraciones del genoma no llevan a un proceso de evolución o mejora, sino de involución o degeneración.
Y que nadie intente salvar de la quema al darwinismo argumentando que algunos de sus planteamientos sí son válidos, puesto que teorías como la de la ‘selección natural’, por mor de la cual se asegura que dentro de una especie los más fuertes tienen todos los números para sobrevivir e imponerse a sus congéneres, son tan de ‘cajón’, tan obvias y tan incuestionables que, por supuesto, no hacía falta que ningún sesudo, ‘clarividente’ e ‘iluminado’ decimonónico viniera a recordárnoslas.
Dejemos pues, en definitiva ‘el mutacionismo’ y a los ‘mutantes’ para los que caminan tropezándose al son de los acordes de la decadencia del Mundo Moderno y para los amantes de las novelas y de las películas de ciencia-ficción.
NOTAS:
Los datos que hemos utilizado para hablar del supuesto ‘antecesor’ del caballo, para hablar del ‘Hombre de Java’, del ‘Hombre de Pekín’ y del ‘Eoantropus’ los hemos extraído de la obra ‘El darwinismo: crimen contra la humanidad’, publicada por ‘Ediciones Alternativa’ en l.984 y que se basa en sendos escritos realizados por F. Richard du Page y por Rutilio Sermonti.
Addenda 1:
Un apunte más que demoledor: Según los evolucionistas descendemos del homo rodhensiensis y resulta que se han encontrado restos de hombres (no homínidos como el mencionado) más antiguos que los de nuestros primeros supuestos antecesores… Homo Rodhesiensis: 200.000 años “La noticia corrió como la pólvora por la red. La revista especializada American Journal of Physical Anthropology publicaba online a finales de 2010, el resultado de una investigación de científicos israelíes y españoles que situaban los restos más antiguos conocidos de ser humano actual entre 300.000 y 400.000 años…”
Addenda 2:
Vaya, ahora, esta argumentación, elaborada a partir de los trabajos de Oktar Babuna, contraria a esa teoría progresista:
“El presentador, neurocirujano, y doctor en ciencias médicas turco, Oktar Babuna, expone lo absurdo del darwinismo por la evidencia científica y explica la razón por la cual esta teoría absurda es promovida en casi todas partes en todo el mundo. El darwinismo es absurdo porque propone que la vida surgió por casualidad y que los seres humanos son una mera especie animal. Sin embargo, la evidencia científica nos muestra que la vida no podría haber surgido por
casualidad. De hecho, la evidencia más fundamental refuta el darwinismo. Las proteínas son los componentes básicos de los seres vivos. Hay alrededor de cien billones de células en el cuerpo humano y cada célula contiene miles de moléculas de proteína diferentes. Es imposible para una sola proteína simplemente aparecer, debido a que otras proteínas deben existir simultáneamente – las proteínas sólo pueden ser producidas por otras proteínas. Al menos deben existir un centenar de diferentes enzimas para una sola proteína. El ADN, el banco de código de la célula, debe existir también. Y esto todavía no es suficiente – debe existir una célula viva completa para producir una única proteína. Se trata de una creación de Dios.
Si nos fijamos en el comienzo de la vida en la Tierra, las primeras células surgieron a la vez. Por ejemplo, la primera célula era un cianobacteria, una célula que existe aún hoy en día y que produce oxígeno a través de la fotosíntesis. Esta célula surgió y sigue siendo la misma célula. Todas las especies – desde los elefantes hasta los tigres, las plantas, los peces y los reptiles – aparecieron de repente y nunca cambiaron. No hay evolución.
El darwinismo afirma que todos los seres vivos evolucionaron en otros a través de miles de millones de años por los mecanismos del azar, por casualidad. La evolución tiene que mostrarnos las transiciones, por ejemplo, del medio-pez, los medio-reptiles, las medio-aves, a través de los fósiles. Pero si nos fijamos en los seiscientos millones de fósiles que tenemos hoy en día,
entonces no podemos encontrar ni una sola forma transicional. Esto significa que las especies aparecieron completa y perfectamente formadas, es decir, fueron creadas. Esto es lo que nos dice la ciencia. No hay una sola pieza de evidencia que apoye el darwinismo.
Todo el mundo tiene que aprender los hechos científicos. La verdadera ciencia pone al descubierto el darwinismo. Los mecanismos imaginarios del darwinismo – las mutaciones y la selección natural – de manera similar no tienen información genética. Y las mutaciones son sólo cambios aleatorios en el ADN que tienen sólo efectos perjudiciales. No hay evidencia experimental de que las mutaciones sean beneficiosas.
Los seres vivos son un diseño complejo. Tiene que haber un creador detrás de ellos.” (http://katehon.com/es/article/exponiendo-la-dictadura-del-darwinismo).
Eduard Alcántara
eduard_alcantara@hotmail.com
8 comentarios so far
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[…] Extraído de nuestro ensayo titulado “Contra el darwinismo”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/19/contra-el-darwinismo/ Dejar un comentario Dejar un comentario por mucho Dejar un comentario Suscripción RSS a los […]
Pingback por El Emanatismo « Septentrionis Lux mayo 25, 2010 @ 5:44 pmjamás me pareció ‘fantasiosa’ ni ‘maliciosa’ ni mucho menos ‘obra de ciencia-ficción’ la hipótesis de que el hombre y el mono tengan un antepasado en común.
Comentarios por Fernando octubre 24, 2010 @ 2:08 amyo miro a mi alrrededor y veo que si todos etuvieramos desnudos y hubieran palmeras y bananas y macacos acicalándose, la mayoria de los hombres y mujeres actuarían, como siempre actuaron, de un modo animal.
aunque animal como insulto, como leo por acá, me resulta chocante; el animal promedio es más agradable que el hombre promedio.
por ejemplo, el Neanderthal y el Cro-magnon se cruzaron procreando ‘mestizos’ aún en su edad de piedra.
la humanidad es aberrante desde el comienzo.
Fernando:
Comentarios por Eduard Alcántara octubre 24, 2010 @ 10:19 amEstoy contigo en que el hombre (el hombrecillo moderno), como ha degenerado tanto, se halla (en comportamiento y en actitudes) muy por debajo de los animales, pues éstos se mueven por el bios y el hombre desacralizado actual a veces no lo hace ni por el bios sino por los estadios más bajos: lo pulsional y el turbio mundo del subconsciente.
El Cro-magnon u Hombre de Aurignac exterminó (no se mezcló) al Neanderthal, del cual, al ser coetáneo, no procede como tanto habían defendido los evolucionistas; desmontándose, así, la «veracidad» de uno de los presuntos eslabones que siempre contempló el darwinismo.
Estamos, desde hace casi un año, debatiendo en con alguien sobre el evolucionismo. La verdad es que el resultado del debate está siendo el de un extenso número de páginas en un sentido o en otro y el del aporte de muchos textos, de diferentes autores, desmontando el evolucionismo tanto desde posiciones de corte metafísico como científico como desde posiciones en que ambos planos se aúnan, se complementan y se deducen.
Saludos cordiales:
Eduard Alcántara
Saludos, me parece intereante, puès siempre en la «educaciòn moderna», se nos enseñò que el animal humano procede, segùn Darwin por evoluciòn de seres primitivos. Esto es lo que se nos enseñò, otras teorìas sitùan al animal humano como proveniente de la cruza entre seres interestelares y simios presentes en este planeta al inicio de la «historia». lo reportan este acontecimiento en tablas de arcilla encontradas en Sumeria. Lo cierto es que tenemos en nuestro interior la capacidad de ser inmortal si trabajamos en ese sentido, segùn la enseñanza del maestro Jesùs.
Comentarios por Josè Rafael Baides Portillo junio 5, 2011 @ 3:36 pmJosé Rafael:
Celebro qu el artículo haya sido de su interés.
La principal consecuencia que debemos hacer ante la certidumbre del origen divino del hombre es, en efecto, la que menciona Ud. en su comentario: tenemos la posibilidad de despertar la semilla de la eternidad que anida en nuestro interior en estado letárgico.
Un apunte más que demoledor sobre este tema:
Según los evolucionistas descendemos del homo rodhensiensis y resulta que se han encontrado restos de hombres (no homínidos como el mencionado) más antiguos que los de nuestros primeros supuestos antecesores…
Homo Rodhesiensis: 200.000 años
(http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:7vb_rjdanVAJ:www.portalciencia.net/antroevosapi.html+antig%C3%BCedad+homo+rodhesiensis&cd=1&hl=es&ct=clnk&gl=es&source=www.google.es)
«La noticia corrió como la pólvora por la red. La revista especializada American Journal of Physical Anthropology publicaba online a finales de 2010, el resultado de una investigación de científicos israelíes y españoles que situaban los restos más antiguos conocidos de ser humano actual entre 300.000 y 400.000 años…» (http://www.spectrummagazine.org/cafe_hispano/2011/01/20/f%C3%B3siles-humanos-cada-vez-m%C3%A1s-antiguos)
Saludos:
Comentarios por septentrionislux junio 23, 2011 @ 11:03 amEduard Alcántara
Al margen de ciertos intensos debates mantenidos, hace años, con algún defensor de las teorías evolucionistas-darwinistas también, en su día, redactamos algún escrito en el que mostramos nuestra disconformidad con este producto de la modernidad (https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/19/contra-el-darwinismo/). Hemos, en la misma línea, extractado cierta argumentación, elaborada por Oktar Babuna, contraria a esa teoría progresista:
«El presentador, neurocirujano, y doctor en ciencias médicas turco, Oktar Babuna, expone lo absurdo del darwinismo por la evidencia científica y explica la razón por la cual esta teoría absurda es promovida en casi todas partes en todo el mundo.
El darwinismo es absurdo porque propone que la vida surgió por casualidad y que los seres humanos son una mera especie animal. Sin embargo, la evidencia científica nos muestra que la vida no podría haber surgido por casualidad. De hecho, la evidencia más fundamental refuta el darwinismo. Las proteínas son los componentes básicos de los seres vivos. Hay alrededor de cien billones de células en el cuerpo humano y cada célula contiene miles de moléculas de proteína diferentes. Es imposible para una sola proteína simplemente aparecer, debido a que otras proteínas deben existir simultáneamente – las proteínas sólo pueden ser producidas por otras proteínas. Al menos deben existir un centenar de diferentes enzimas para una sola proteína. El ADN, el banco de código de la célula, debe existir también. Y esto todavía no es suficiente – debe existir una célula viva completa para producir una única proteína. Se trata de una creación de Dios.
Si nos fijamos en el comienzo de la vida en la Tierra, las primeras células surgieron a la vez. Por ejemplo, la primera célula era un cianobacteria, una célula que existe aún hoy en día y que produce oxígeno a través de la fotosíntesis. Esta célula surgió y sigue siendo la misma célula. Todas las especies – desde los elefantes hasta los tigres, las plantas, los peces y los reptiles – aparecieron de repente y nunca cambiaron. No hay evolución.
El darwinismo afirma que todos los seres vivos evolucionaron en otros a través de miles de millones de años por los mecanismos del azar, por casualidad. La evolución tiene que mostrarnos las transiciones, por ejemplo, del medio-pez, los medio-reptiles, las medio-aves, a través de los fósiles. Pero si nos fijamos en los seiscientos millones de fósiles que tenemos hoy en día, entonces no podemos encontrar ni una sola forma transicional. Esto significa que las especies aparecieron completa y perfectamente formadas, es decir, fueron creadas. Esto es lo que nos dice la ciencia. No hay una sola pieza de evidencia que apoye el darwinismo.
Todo el mundo tiene que aprender los hechos científicos. La verdadera ciencia pone al descubierto el darwinismo. Los mecanismos imaginarios del darwinismo – las mutaciones y la selección natural – de manera similar no tienen información genética. Y las mutaciones son sólo cambios aleatorios en el ADN que tienen sólo efectos perjudiciales. No hay evidencia experimental de que las mutaciones sean beneficiosas.
Los seres vivos son un diseño complejo. Tiene que haber un creador detrás de ellos.» (http://katehon.com/es/article/exponiendo-la-dictadura-del-darwinismo).
Comentarios por septentrionislux septiembre 16, 2016 @ 10:08 pm[…] (2) “Contra el darwinismo”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/19/contra-el-darwinismo/ […]
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