Julius Evola. Septentrionis Lux


EVOLA, A MODO DE INTRODUCCIÓN
junio 8, 2024, 10:58 am
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EVOLA, A MODO DE INTRODUCCIÓN

Desde Primavera se nos ha invitado a que le demos presencia, en estas páginas, a ese que fue gran intérprete de la Tradición Primordial, el italiano Julius Evola (J. E.). Sin duda para nosotros es un honor el que hayamos sido señalados para semejante cuita, pues creemos que el aporte del gran maestro romano es insoslayable si se pretende tener un posicionamiento de alternativa integral al actual Establishment y a la visión del mundo y de la existencia en que se sustenta, junto a sus contravalores y excrecencias pseudoculturales.

No en vano, demasiado a menudo se pretende, con la mejor intención del mundo, hacerle frente al Sistema, tanto en el orden de los principios como en el de la acción política, repartiendo mandobles sin ton y son y con armaduras horadadas por toda su superficie. En el asunto de los mandobles J. E. adoptó estrategias varias según la época en la que le tocó vivir. Así, en los años ´30 y buena parte de los ’40 de la pasada centuria no hesitó en involucrarse en los avatares políticos de aquellos años al creer que tanto el liberalcapitalismo como el comunismo podían ser derrotados y que un nuevo ordenamiento, cada vez más cercano a los parámetros propios del mundo de la Tradición, podía imponerse. A lo largo de los ’50 se fue convenciendo de que esa posibilidad cada vez se hacía más inasumible debido al poder quasi omnímodo del Sistema dominante, por lo cual optó por asumir y exponer otra estrategia, que plasmó en su libro “Cabalgar el tigre”, consistente en no enfrentar de cara ese poder político-policíaco-judicial, pues su fuerza aniquilaría al oponente, sino contribuir a su propia disolución mediante tácticas como la de poner en pública evidencia sus contradicciones y absurdos planteamientos, mirar de acelerar sus procesos disolventes y bregar por agrietarlo desde dentro, pero siempre manteniendo una posición de alejamiento -a la que denominó apoliteia- con respecto a sus dinámicas y juegos políticos. Ese agrietarlo desde dentro no descarta el zambullirse en sus venenos con el objetivo de acrecentarlos aún más para, de este modo, intentar pudrir el desorden establecido desde sus mismas entrañas. Empresa, ésta, harto peligrosa pues, tal como Evola señala, sólo un ‘tipo de hombre diferenciado’ puede arriesgarse a asumir tales peligros y no ser destruido por dichos venenos, sino que, al contrario, puede incluso convertir esos venenos en remedio y fortalecerse interiormente, en la línea del dicho nietzscheano de que “lo que no nos destruye nos hace más fuertes”.

Y si en el tema de los mandobles J.E. fue, como hemos visto y a tenor de los avatares políticos, variando su estrategia, en el abordaje de la armadura cosmovisional que se debía adoptar en la lid antisistémica tuvo claro que una alternativa integral al deletéreo mundo moderno sólo podía concebirse desde las coordenadas propias del Mundo de la Tradición y tuvo, asimismo, claro que pretender enfrentarlo asumiendo -en ocasiones sin ser conscientes de ello- algunos de sus subproductos suponía oponerle esa armadura horadada a la que hacíamos alusión al principio de este escrito. Y es que a menudo vemos cómo, desde nuestras mismas trincheras, se asumen en esa siempre bien intencionada lucha, ora tics igualitarios, ora democráticos, ora plebeyizantes o se asumen postulados como el de la soberanía popular o corrientes como las del racionalismo, el empirismo, la Ilustración o excrecencias como el evolucionismo darwinista o el psicoanálisis (no tanto freudiano sino junguiano). Por esos agujeros de la armadura se han colado, a menudo, muchos principios, ideas, postulados y filosofías de esa modernidad que, ahora con su demencial vuelta de tuerca postmoderna, nos subyuga y aliena. Evola nos expone a lo largo de su dilatada obra, en libros y artículos, cuál es

la cosmovisión Tradicional, qué instituciones le son propias, qué tipo de sociedades vertebra y qué valores y principios derivan de ella. Nos explica, pues, que en el mundo de la Tradición todo el poder emana de lo alto y se sacraliza (y no emana de la igualitarista voluntad popular -a través del sufragio universal- maleable y fácilmente manipulable); nos explica que el Imperium o el regnum sacros son su expresión política más genuina; que las sociedades que se organizan son jerárquicas y orgánicas (1); que en el origen de las mismas y en el origen de los clanes o gens que las componen se halla algún dios o héroe fundador y no un simio (su origen es, por ello, sacro y no animal); que desde un origen sagrado la humanidad transita por un proceso involutivo (y no evolutivo y de progreso); y que los valores propios del arquetipo del guerrero (honor, heroísmo, valor, espíritu de servicio y sacrificio, lealtad, camaradería, fidelidad,…) son los propios del Hombre de la Tradición. En esas sociedades jerárquicas J.E. nos sitúa en la cúspide al emperador o rey sacros junto a la aristocracia político-sacra, en el siguiendo escalafón inferior tendríamos a la casta guerrera y en el inferior a la productiva (artesanos, campesinos,…). Esas sociedades orgánicas, nos dice Evola, son sociedades vertebradas, gracias a su organización en corporaciones, collegia, gremios, hermandades, cofradías,…

No asumir sin fisuras toda esta manera de entender y vivir la existencia, todos y cada uno de estos ordenamientos políticos y sociales y todos estos principios y valores significa fracasar a corto, medio o largo plazo en el heroico intento de acabar con el disoluto mundo moderno que nos ha tocado padecer. Asumir cualquier corriente de pensamiento o subproducto que, de modo más pausado, se ha ido generando, sobre todo, desde la aparición del humanismo renacentista y de manera acelerada desde el triunfo de la Revolución Francesa comportará, dicha nefasta asunción, el que cualquier arremetida contra el Establisment, al ir infectada por cualquiera de sus purulentas producciones, no tarde en demasía en enfermar y morir.

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

NOTAS:

(1) Sobre las instituciones político-sociales y los principios basilares de un orden Tradicional se puede consultar el libro de Evola: “Los hombres y las ruinas”; en Ediciones Heracles


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