Julius Evola. Septentrionis Lux


EL FANATISMO ISLAMISTA, UNA NUEVA VERSIÓN DEL VIEJO PROFETISMO
diciembre 31, 2018, 2:48 pm
Filed under: Espiritualidad, Religiones

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EL FANATISMO ISLAMISTA, UNA NUEVA VERSIÓN DEL VIEJO PROFETISMO

Leemos en el Linga Purana:

“Son los más bajos instintos los que estimulan a los hombres del Kali-Yuga. Ellos eligen preferentemente ideas falsas. No dudan en perseguir a los sabios. El deseo les atormenta. La negligencia, la enfermedad, el hambre, el miedo se extienden. Habrá graves sequías. Las diferentes regiones de los países se opondrán unas a las otras. Los libros sagrados ya no se respetarán. Los hombres no tendrán moral, y serán irritables y sectarios. En la edad de Kali se extienden las falsas doctrinas y los escritos engañosos. Las personas tienen miedo ya que descuidan las reglas enseñadas por los sabios y no efectúan ya más los ritos correctamente…”

Evola en su monumental “Revuelta contra el mundo moderno” ya señaló que es indiscutible que, por débiles que fueran, los lazos del hebraísmo primitivo con la Tradición Primordial fueron evidentes, aunque generalmente como “copias” o “asimilaciones” de otras tradiciones sagradas anteriores al mismo : el mito de Melquisedek (El Rey del Mundo, el Preste Juan de la tradición gibelino-imperial del Medievo), el mito del Jardín del Edén o del Paraíso Terrestre (Hiperbórea, sede de la Edad de Oro y de la Tradición Primordial nórdico-polar, “Semen de la Raza Aria” en las tradiciones persa e indo-aria, o la Atlántida después como sub-sede en un Ciclo posterior), el de los Elohim, los hijos de los dioses (los hiperbóreos), el Diluvio Universal, la catástrofe que acabó con la civilización nórdico-polar, el simbolismo de la Torre de Babel (pérdida de la Unidad Primordial), la lucha de Jacob con el ángel (acto de afirmación heroica y de aristocracia espiritual-guerrera), etc. Pero la llegada del Profetismo supuso la ruptura definitiva del hebraísmo con la Tradición Primordial y trajo consigo un tipo de espiritualidad completamente deletérea, enfermiza, fanática y telúrica, con rasgos plebeyizantes y antiaristocráticos. El triunfo del profetismo supuso la sustitución, según Evola, del tipo viril y olímpico del vidente por el de aquél que se convierte en esclavo de una fuerza o poder que no controla y que actúa desde el exterior, en definitiva la contrafigura del verdadero Asceta o Iniciado. El carácter antitradicional de estos personajes queda perfectamente reflejado en el hecho de que sus “profecías” están plagadas de alusiones a lo social o al mundo material y fenoménico (recordemos, ya más cercano a nuestros tiempos, a un “profeta” muy famoso de la modernidad, Nostradamus, curiosamente también de origen judío…). Eran como los chiflados de la sectas varias de hoy y de la inmunda fauna pseudo-espiritual de nuestros días, aunque evidentemente en estos últimos casos estemos hablando ya de una abismal caída de nivel, ya más desastrosa y caótica; al fin y al cabo estamos ya en la fase de disolución y de desintegración que caracterizan el final de la Edad de Hierro o Kali-Yuga, y lo que vemos no son nada más que restos anímicos o residuos larvarios de cuerpos ya muertos y en descomposición. Ni que decir tiene que, al contrario de otras doctrinas tradicionales de origen indo-europeo como, por ejemplo, el hinduismo, el helenismo, la romanidad clásica, el mundo celta o el mundo nórdico-germánico, el hebraísmo no conoció nunca ningún intento de restauración heroica (la Edad de los Héroes en la tradición helénica, y más cercanamente el Ciclo del Grial, del Emperador Dormido, en nuestro Medievo gibelino), considerado el mismo ya de por sí como “satánico” por esta pseudo-tradición demónica y telúrico-ginecocrática, ya que para la misma el hombre es un simple esclavo y servidor de su terrible Dios egocéntrico, caprichoso y sediento de sangre al que siempre hay que alabar y ser sumiso, siempre con actitud de miedo y apocamiento, no cabe en él verdadero impulso a la trascendencia, ninguna posibilidad de superación espiritual y de adquisición de un verdadero Conocimiento autotransformador (la Gran Guerra Santa de la que hablaba el mitraísmo ario y del que el islamismo ha hecho una parodia diabólica y una pálida copia, es decir la lucha contra las tendencias caóticas y oscuras de uno mismo y el perfeccionamiento interior)…

Pues a lo que íbamos, el islamismo, al menos en su versión más rigorista e integrista (wahabismo, salafismo, sunnismo), es MÁS DE LO MISMO solo que a un nivel mucho más degradado que el viejo profetismo judío y, por lo tanto, más temible. El mismo Mahoma presentaba todas las características y el aspecto de un auténtico poseso cabalgado por fuerzas oscuras, un médium poseído por unas fuerzas que era incapaz de controlar, es decir un “obseso de Dios” como denominaban a los antiguos y degradados profetas judíos. Y decimos a un nivel más degradado porque, mientras el profetismo judío es una religión al servicio exclusivo de una raza, mejor dicho, de una anti-raza como es la judía, el profetismo musulmán es una religión de masas e igualitarizante y, además -y esto es lo más peligroso-, con pretensiones globalizantes (nos resistimos a utilizar el término sacro e imperial de UNIVERSALIDAD, opuesto a todo tipo de colectivismo, sea islámico, democrático o de cualquier otro tipo). Si Europa históricamente se ha afirmado luchando contra el Islam, no comprendemos cómo pueden haber personas dentro de “nuestro entorno” (es un decir) que apoyen e incluso comulguen con estos descerebrados y criminales supersticiosos que pretenden comparar el cobarde terrorismo yihadista con los heroicos kamikaze japoneses de la II Gran Guerra, y esto ocurre con cierta frecuencia con determinados personajes “evolianos” de cierta escuela argentina rabiosamente antieuropea, éstos han llegado a calificar a los criminales y terroristas cobardes islamistas como “soldados de la Tradición”, cuando realmente esta gentuza lo que son es la avanzadilla más subversiva y antitradicional del Nuevo Orden Mundial, como dice Dugin las ratas y los gusanos que devoran un cuerpo en plena fase de descomposición, es decir el moderno y plutocrático Occidente liberal y progresista que sería la culminación del “Ocaso de Occidente” anunciado Oswald Spengler ya en los años 20 del pasado Siglo. Está a la vista que el islamismo hoy es el arma que el Nuevo Orden Mundial está utilizando a placer para destruir Europa mediante la inmigración/invasión. Las próximas décadas van a ser la mar de divertidas y apasionantes, la “paz y el amor” de los tarados afeminados y fumetas hippies de los 60 (hoy serían los tontopollas del “refugees welcome”…), serán sustituidos en breve por la barbarie, el salvajismo, el terror y la guerra. Tiempo al tiempo…

 

Joan Montcau



LAS DOS ETAPAS O FASES DE UN MISMO PROCESO DE DESTRUCCIÓN
diciembre 30, 2018, 1:31 am
Filed under: Ética y valores, Cultura y pensamiento

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LAS DOS ETAPAS O FASES DE UN MISMO PROCESO DE DESTRUCCIÓN

 

El proceso de subversión mundial tiene dos fases claramente diferenciadas, la fase que podríamos llamar LUCIFERINA, etapa de rebelión a todo tipo de autoridad y jerarquía, etapa de plebeyización y masificación (hoy a la orden del día), es también etapa de brutal materialización (léase materialismo puro y duro), de «solidificación»; esta etapa históricamente correspondería al surgimiento de movimientos claramente antitradicionales y disolutorios desde el punto de vista espiritual como fueron el humanismo, el protestantismo, el denominado «Siglo de las Luces», el despotismo ilustrado, el liberalismo burgués, la revolución industrial con la consiguiente destrucción del mundo gremial y artesanal, el capitalismo, el marxismo, anarquismo, evolucionismo, fases todas ellas de un mismo proceso de decadencia y de descomposición; a partir del Siglo XX, sobre todo tras la derrota de Europa de 1945 que supuso el triunfo absoluto de la aberración modernista y antitradicional, se inauguraría la segunda etapa o fase en la que ya estamos, la etapa ya claramente DEMONÍACA, estamos ya en el mundo de la Gran Parodia, de lo caricaturesco, de la inversión de valores y referentes (satanismo), de la ruptura total con lo Sagrado y del Cordón Dorado que nos unía al mundo de lo Alto, a nuestros Antepasados y Ancestros y que nos trae todo esto el alumbramiento de una auténtica subhumanidad, es la era de la Mentira en todos los niveles, de la falsificación en toda regla, del surgimiento de movimientos pseudo-espirituales e incluso contra-tradicionales (New Age, Contactismo, Veganismo, «ecologismos» y «animalismos» de baja estofa, Espiritismo en sus distintas modalidades a cual más vomitiva y repugnante, sionismo, Concilio Vaticano II con el alumbramiento de un pseudo-catolicismo mundialista y multikultureta con auténticos Papanatas agilipollados al frente, la locura yihadista islámica que podríamos considerar como una de las últimas aberraciones más extremas y enloquecidas de la anormalidad modernista…), todo esto nos conduce a un sólo y único camino con vistas a una humanidad de esclavos y de muertos en vida (la Era del Paria, el Quinto Estado, una subhumanidad igualada por lo bajo, por lo muy bajo, totalmente desprincipiada y desnortada, sin casta, sin raza, sin alma): EL NUEVO ORDEN MUNDIAL, la contrafigura paródica, grotesca e infernal del IMPERIO SAGRADO de la Tradición. Es final del Kali-Yuga según la tradición indo-aria, de la Edad de Hierro según la greco-romana, de la Edad del Lobo en la nórdico-germánica, la Edad Más Oscura, y en cuya fase más terminal estamos entrando ya, las próximas décadas van a ser la mar de inquietantes (e interesantes), veremos lo divertido que va a ser para todos estos imbéciles que siguen creyendo en las hasta la saciedad repetidas monsergas de «democracia», «libertad», «tolerancia», «progreso», «igualdad», «fraternidad», bla, bla, bla…

 

Joan Montcau



DOMINIQUE VENNER, EL ESTOICO
diciembre 27, 2018, 11:43 pm
Filed under: Ética y valores, Cultura y pensamiento, Eduard Alcántara, Metapolítica

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DOMINIQUE VENNER, EL ESTOICO

 

No va a ser éste lugar dedicado a trazos biográficos ni a reflexiones políticas sobre la figura de Venner. Otros ya han escrutado esos caminos con buenas dotes de síntesis y con brillantez y acierto analíticos. Nuestro cometido va a ser el de sopesar el accionar, los gestos y los escritos del político y pensador francés con el enfoque propio de los valores y cosmovisión de la Tradición, pues para nosotros el valor de Dominique Venner (D.V.) responde a que encarna un tipo de hombre y expresa unas ideas que se hallan en consonancia con un modo de existir y concebir el mundo que fue el propio del Hombre que protagonizó las Civilizaciones del Ser. Hablamos de ese Hombre Vertical que tenía como faro de su discurrir el faro de lo Trascendente e Inmutable. Hablamos de un Hombre opuesto a ese otro ‘hombre horizontal’ paridor de nuestro mutilado y desnortado mundo moderno y, a su vez, parido por éste …Un Hombre opuesto al ‘homo vulgar’ de las actuales ‘civilizaciones del devenir’ …Opuesto a este -parafraseando a Julius Evola- ‘hombre fugaz’ que arrastra su existencia por las miasmas del hedonismo, del materialismo, de la superficialidad, del fáustico devenir, de la inconsistencia, de la inconstancia y de la banalidad. Todo cuanto veamos en D.V. como cercano, acorde o evocador de ese Hombre Tradicional merecerá nuestra atención, pues nos ayudará a conformar un arquetipo que si es tomado como punto de referencia y punto de llegada (meta a alcanzar) por alguno de nuestros lectores sin duda servirá para que éstos tengan más asideros a los que agarrarse con firmeza para no dejarse arrastrar por las disoluciones alienantes del mundo moderno.

En la línea trazada, no nos interesará hablar de los pensamientos y posiciones doctrinales que podamos percibir como contaminados por los efluvios de la modernidad. No nos interesará detenernos donde veamos subproductos emanados de las corrientes filosóficas, de pensamiento o políticas que han acelerado la descomposición del Mundo de la Tradición o de lo que pudiera quedar -a menudo como reflejo sin alma- de él. No nos interesará, verbigracia, ese rechazo que desde la revista Europe-Action, que D.V. dirigió a principios de los años ’60, se hace de un autor como Joseph de Maistre porque se realiza desde la confusión provocada por el hecho de ser contra-revolucionario …pero contrarevolucionario con respecto a las ideas, a la legislación y a las instituciones propias de la Revolución Francesa o emanadas de ésta y no -tal como se mal interpreta desde dicha revista- con respecto al capitalismo y a las injusticias sociales que éste comporta. No nos interesará el posicionamiento antimonárquico -sin distinción ni matización algunas- de dicha publicación porque la monarquía en sí es rechazable en su forma liberal-parlamentaria pero no cuando se reviste -tal como sucedió en otra épocas- de la sacralidad que el mismo monarca ha actualizado en su interior a través de un duro y riguroso ascesis; sacralidad con la que impregnará su Regnum (si pugnamos por sustituir este deletéreo lodazal materialista no puede ser más que por su opuesta Civilización: la iluminada por lo Alto). No nos interesará la reivindicación de figuras como -durante la Revolución francesa- la del jacobino Louis-Antoine de Saint-Just ni, con posterioridad, la de los dirigentes de la Comuna de París de 1.871, pues si no se sabe ver en la Revolución iniciada, en Francia, en 1.789 el gran aldabonazo al triunfo definitivo del mundo moderno no se sabrán detectar los orígenes, las causas y los hitos más significativos que explican los males, las injusticias, las disoluciones y las fracturas de nuestro mundo. No nos interesará la defensa del laicismo hecha desde las páginas de Europe-Action, pues la oposición a un cristianismo que cada vez se asemejaba más (se rondaba el Concilio Vaticano II) al igualitarista, antijerárquico, salvífico y cosmopolitista de los orígenes no debe hacernos descender aún más peldaños en dirección al laicismo desacralizador sino que nos debe empujar a alejarnos de él (de ese cristianismo) superándolo -ascendiendo en peldaños- hacia formas y vías de genuina Espiritualidad que admitan posibilidades de realización interior para un tipo de ‘hombre diferenciado’ (Evola dixit) y que, fuera de universalismos que no conocen de las diferencias, se adecúen a la idiosincracia, al palpitar y a la manera de entender y de vivir el Hecho Trascendente propios de cada pueblo.

Aunque no haya necesariamente que asignar a D.V., sino a la generalidad de la revista Europe-Action, estos posicionamientos ideológicos lastrados por excrecencias del mundo moderno lo cierto es que él fue director de la misma y no le podemos hacer escurrir el bulto con respecto a su responsabilidad a la hora de asumirlos. Pero de todos modos, repetimos, lo que nos interesa reivindicar en torno a la figura de nuestro personaje se halla en otras coordenadas bien alejadas de las expuestas en el párrafo anterior.

A nosotros nos interesa reivindicar a ese D.V. que no sin profundas motivaciones elige la catedral de Nôtre Dame como el escenario de su inmolación, pues lo hace al rastrear en ella un enclave de culto casi inmemorial que la liga con un pasado en el que los ancestros concebían la existencia como si de un continuo ritual sacro se tratase …ritual gracias al cual quedaba sacralizado todo el accionar humano. No en vano la catedral parisina se alza en el mismo enclave en el que los romanos levantaron el templo de Júpiter y, antes, los galos honraban al dios Lug (1) …Y es que hablar de nuestros ancestros, reivindicar nuestra identidad a través del rescate de nuestro orígenes y hacerlo, al mismo tiempo, mutilando al hombre de la dimensión Trascendente, que fue su eje vertebrador, significarían un total y absurdo contrasentido.

Es en esta línea en la que Fernando José Vaquero Oroquieta nos trae a colación un editorial escrito por D.V., titulado “La memoria de un impulso heroico”, en el que nos dice Vaquero Oroquieta que partiendo del hecho incuestionable de la decadencia de la civilización europea, Dominique Venner se plantea la eterna cuestión de, en estas precisas circunstancias, “¿qué hacer?”. D.V. toma partido en la alternativa que presentan, a su juicio, las dos posibles respuestas: que denomina, respectivamente, «la solución sistémica» y la solución espiritual. Correspondería a la primera “imaginar otro sistema político y social a través de una revolución. La segunda es una transformación de los hombres por la propagación de otra visión de la vida, otra filosofía espiritual. Es lo que hizo el estoicismo en la Roma imperial.

D.V se sumaría, pues, a esa línea postulada ya antes por otros, como la del caso del rumano Corneliu Zelea Codreanu cuando manifestaba su convicción de que sin la prioridad por la que bregar, que no es otra que la de forjar un ‘hombre nuevo’, cualquier cambio sistémico, que llevara a la abolición de la liberal-plutocracia y a la implantación de un orden tradicional vertebrado, resultaría efímero, pues el tipo de hombre surgido como consecuencia de tantos años de fomento del individualismo, del egoísmo, del consumismo y del materialismo en breve tiempo intentaría subvertir los cambios politicos logrados y maquinaría en pos de la restauración del status capitalista; en el que sus impulsos compulsivos hacia el consumo y su egoísmo incompatible con un ordenamiento social orgánico volverían a tomar carta de libertad y desarrollo ilimitado.

 

Como se ha señalado nuestro autor se refería en «La memoria de un impulso heroico» al «estoicismo en la Roma Imperial». Venner se sentía muy identificado, existencialmente, con esta corriente filosófica para la cual la templanza, el autocontrol, el dominio de sí mismo y la indiferencia ante todo aquello que no es sustancial en la vida son logros del alma –mente- que la mantienen alejada de los disturbios y turbulencias que acontecen a nuestro alrededor y que pueden distorsionar la psique del común de los mortales. Se trata de lograr permanecer impasible ante lo accesorio y ante lo que turba y perturba al hombre común. Los Séneca o los Marco Aurelio pueden ser un perfecto modelo existencial a seguir. De hecho estos logros descondicionadores de la mente constituyen la médula del nigredo (u ‘obra al negro’) de la tradición hermético-alquímica …y es que sólo a partir de la putrefacción y de la limpieza de escorias psíquicas –del subconsciente y lo irracional- puede aspirarse a la calma psíquica frente a los vaivenes y desequilibrios que acosan al ser humano en el seno de este enloquecido y desnortado mundo del devenir.

 

Georges Feltin-Tracol nos recuerda en un texto titulado « Dominique Venner o la fundación del porvenir» que En su texto del 23 de abril de 2013 ”¡Salud, Caballero rebelde!”, interrogándose ante el soberbio grabado de Albrecht Dürer “El Caballero, la Muerte y el Diablo”, Dominique Venner concluía que “la imagen del estoico caballero me ha acompañado a menudo en mis rebeliones. Es cierto que soy un corazón rebelde y que nunca he dejado de rebelarme contra la fealdad invasora, contra la bajeza promovida como una virtud y contra las mentiras elevadas al rango de verdades. Nunca he dejado de sublevarme contra todos aquellos que han querido la muerte de Europa, de nuestra civilización milenaria, sin la cual yo no sería nada.«

De lo que se trata, pues, no es de mantener pasividad ante lo que acaece y, sobremanera, ante lo que corroe y aliena sino de ‘golpear sin odio’, esto es, actuar sin alterarse interiormente. Nada más alejado de posturas pasivas y de apoliticismo (2), pues en Venner vemos igualmente un identificarse con la figura del guerrero, del caballero andante, del samurái, del shatriya de la sociedad de castas indoaria, con la ‘vía de la acción’. Y es tal así que el mismo Georges Feltin-Tracol nos sigue diciendo que D. V. en “El corazón rebelde” insistía en la figura del samurái y su última metamorfosis histórica, el kamikaze, el combatiente de asalto que, en nombre de sus principios, se sobrepasa una vez más. “Morir como un soldado, con la ley de su parte, exige menos imaginación y audacia moral que morir como un rebelde solitario, en una operación suicida, sin más justificación íntima que la orgullosa certeza de ser el único en poder cumplir lo que debe ser llevado a cabo.

Siento que tengo el deber de actuar mientras tenga todavía fuerza para ello.” 

El altruismo heroico, combatiente y radical, defendido por Dominique Venner, se concreta en un acto decisivo que trasciende todo una obra de escritura y de reflexiones para alcanzar los antiguos preceptos de los romanos, en particular los del estoico Séneca para quien “bien morir es escapar al peligro de mal vivir. »

Este convencimiento de cumplir lo que debe ser llevado a cabo y del deber de actuar se hallan en consonancia con aquella máxima indoaria de hacer lo que debe ser hecho y de la que nosotros en cierta ocasión señalábamos que El hombre diferenciado debe hacer lo que debe ser hecho, independientemente de cuáles puedan ser los resultados obtenidos; independientemente de si llega a conseguir unos fines concretos o no. Independientemente de si arriba a ciertas metas o no las alcanza.

Es en esta línea en la que en nuestro ensayo «Evola frente al fatalismo« reproducíamos una cita autoría de un encriptado grupo de personas que allá por los años ´70 de la pasada centuria redactaron una serie de interesantes escritos que bebían del legado Tradicional transmitido por Julius Evola y que firmaban sus escritos como «Los dioscuros«. Cita en la que decían que “nosotros encendemos tal llama, en conformidad con el precepto ariya de que sea hecho lo que debe ser hecho, con espíritu clásico que no se abandona ni a vana esperanza ni a tétrico descorazonamiento”.

Los textos sapienciales del hinduismo señalan que tal manera de actuar haciendo lo que en cada momento debe ser hecho -sin hacerlo buscando algo a cambio- adecuan al hombre con el “dharma”, esto es, con la ley cósmica-natural que se altera cada vez que alguien no obra como debe obrar (3).

 

En la nota en la que anunciaba su decisión sacrificial D.V. declaraba que cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad. (…) Me sublevo contra la fatalidad. Con esta afirmación nuestro autor da un gran salto hacia atrás en el tiempo para enlazar directamente con el Hombre de la Tradición, para el cual no existían condicionantes ni determinismos de signo fatalista que coartaran su libertad. El hombre era dueño de su destino. Él con su proceder lo determinaba. Saltaba, pues, Venner, por encima de la noche oscura del mundo moderno y de sus medios de esclavizar la voluntad del hombre. El Hombre de la Tradición es un Hombre Liberado interiormente y no determinado fatalmente ni por -a diferencia de lo que sucede a día de hoy- un determinado Sistema de Enseñanza ni por -siguiendo a Hegel- una especie de Razón Universal ni por un Hado o Destino que todo lo tendría irremisiblemente prefijado ni por el dios todopoderoso, omniscente y omnipresente de las Religiones del Libro (4).

Posturas que Guillaume Faye corrobora como propias de D.V. cuando en una entrevista sobre nuestro protagonista (5) afirma que éste defendía la idea de que los dioses no deciden, porque el pagano (6) es un hombre libre. El opuesto absoluto del pagano es el seguidor del Islam, es decir, de la sumisión. Y señala, en el mismo sentido, de que no hay que dejar la muerte en las manos del destino, sino de la elección.

     Y en la misma línea se expresa Adriano Erriguel cuando escribe, en un artículo que lleva por nombre “El sol blanco de Dominique Venner”, que el suicidio de Venner debe explicarse como la decisión de ser dueño del propio destino. O José Javier Esparza cuando, en el escrito “Dominique Venner y el destino de Europa”, dice que cualquier movimiento de conciencia puede transformar la sociedad materialista que hoy conocemos, pues -añadimos nosotros- no se trata tan solo -¡que ya es mucho!- de no ser coartados por ningún condicionamiento que impida recorrer ese camino de transformación interior propio del Iniciado de las grandes Tradiciones sino que, asimismo, se trata, de no concebir como fatal ningún status quo como el que política, social, económica y “culturalmente” impera a día de hoy, sino que, al contrario, se conciba la posibilidad de derrocarlo y sustituirlo por otro que permita la realización -espiritual, social, política, laboral,…- de cada miembro de la sociedad al máximo de lo que sus aptitudes le permitan. Por lo cual no únicamente debe ser rechazado el fatalismo en el plano personal e interior sino también en el social y exterior.

Mi gesto encarna una ética de la voluntad –anunció D.V. para explicar su autosacrificio. Es la voluntad que se impone ante cualquier obstáculo, contratiempo y condicionante que resultaría insalvable para el homo vulgaris débil, sin pulso y vencido que ha excretado la modernidad.

En similar orden de cosas D.V. nos transmite en su escrito “El sentido de la muerte y de la vida” que la muerte voluntaria proclama la soberanía que uno ejerce sobre sí mismo.

   

      Julius Evola tipificó con gran nitidez dos formas diferentes y contrapuestas de vivir y concebir la existencia y el mundo manifestado. Las presentó, de forma gráfica, como las guiadas la una por ‘la luz del norte’ y la otra por ‘la luz del sur’. La primera representa la propia del Mundo de la Tradición y entiende de lo diferenciado, lo jerárquico, del honor, el valor, la fides,… La segunda, por contra, corresponde a un tipo humano, que ya inoculado por el virus del mundo moderno, adhiere al igualitarismo, al gregarismo, a la promiscuidad, al tejemaneje, al espíritu mercantil,… Venner en su obra “El blanco sol de los vencidos” sitúa frente a frente a estos dos tipos humanos yuxtapuestos y lo hace en el contexto de ese Norte y ese Sur que acabaron enfrentándose en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1.861-64). Nos cita al por entonces Gobernador de Carolina del Sur James H. Hammond cuando afirmó que No han existido sobre la tierra dos naciones, que estuvieran separadas de forma distinta y hostil como nosotros. Ni Cartago y Roma, ni Francia e Inglaterra, en ningún momento. También a Mary Chesnut, esposa de un senador de Carolina del Sur quien anotó en su diario que nos hemos separado por incompatibilidad de caracteres. D. V. habla de dos mundos ajenos el uno al otro. Se trata lo que determinadas corrientes geopolíticas han denominado como la alteridad existente, a lo largo de la historia, entre ‘potencias continentales’ y ‘talasocracias mercantiles’. Las primeras apostarían por el afán civilizador y las segundas por el meramente monetario; entre las primeras, verbigracia, la Antigua Roma y entre las segundas Cartago (de fenicia afiliación). Venner nos explica, en este libro, cómo el Norte encuentra como justificación a su sed de acaparar riquezas la argumentación calvinista que responde al silogismo de que el Señor bendice la riqueza. Nos recuerda que se forja en el Sur una tradición aristocrática y agraria, en oposición a la tradición burguesa y mercantil del Norte y que estas diferencias se acentuaron a mediados del siglo XVII, con la llegada (al Sur) de nuevos emigrantes de noble cuna, los “Cavaliers”. Estos barones huían de Inglaterra tras la ejecución de Carlos I Estuardo. Mientras que el Norte se enriqueció en el curso del decenio siguiente con los “Cabezas Redondas”, los “niveladores”, antiguos partidarios de Cromwell y adversarios de los “Cavaliers” que la restauración de los Estuardo sobre el trono de Inglaterra expulsó a su vez. Basta reemplazar a los “Cavaliers” por los carlistas y los Cabezas Redondas por los isabelinos para imaginar los sentimientos que los colonos del Sur podían alimentar respecto a los del Norte y recíprocamente.

Al plantador del Sur (…) se opone el puritano de Nueva Inglaterra. Este hombre de Dios ha firmado un contrato con el Cielo para triunfar sobre la tierra. A cambio del rigorismo de su existencia, espera de Jehová que favorezca sus negocios.

     Nos cita, asimismo, a Michel Chevalier, quien en sus “Lettres sur l’Amerique du Nord(publicadas en 1.836), asevera que el yankee y el virginiano son dos seres muy dispares.    

    Del mismo D.V. escribe Javier Ruiz Portella, en el artículo “El aristócrata y el hombre de las pantuflas”, como de ese hombre con alma de aristócrata que pertenecía a la alta “aristocracia secreta”, como él la llamaba.

     En “El blanco sol de los vencidos”, D. V. habla de los grandes propietarios del Sur cual si de señores feudales se tratase; siempre guiados por esos principios propios al hombre de ‘la luz del norte’. Nos dice de ellos que los plantadores son puntillosos en su honor, dispuestos a pedir reparación por las armas.(…) Velan también sobre los granjeros y los “pequeños blancos” de su condado, administran justicia y socorren a los indigentes. Más aun que el “squire” inglés, entre sus granjeros, el plantador es el señor de su tierra. Un señor feudal sin soberano. (7)

El ya citado Javier Ruiz Portella escribe sobre los pareceres que D. V. tenía acerca de las dos maneras de concebir cuál es el motor del mundo, ya sea si se trata del parecer de los hijos de ‘la luz del norte’ o si se trata de los de ‘la luz del sur’: Venner, apoyándose en Max Weber, piensa que no son los intereses económicos los que determinan las ideologías, sino al revés, que son las ideologías, las religiones, los principios, los que determinan las formas económicas.

Es, pues, ese ‘demon de la economía’, al que denunciaba Evola, el que guía el pensamiento y el accionar del ‘hombre común’ de la modernidad. Ante el ‘homo oeconomicus‘ se alza, para Venner, el caballero y su ética del honor; se alzan el guerrero y el Héroe -que no sólo transita el mundo exterior sino también su vida interior con el objeto de realizarse espiritualmente.

Si seguimos caracterizando al hijo de ‘la luz del norte’ qué mejor que seguir echando mano el autor francés cuando en su artículo “El individualismo: origen último de la corrupción” plantea que si el interés personal es el único fundamento del pacto social, no se ve que es lo que podría prohibir que cada cual se aproveche de ello lo mejor que pueda, según sus intereses y sus apetencias, llenándose el bolsillo si su cargo le ofrece tal oportunidad.

Individualismo en hipertrofía mayúscula que contrasta con el sentido comunitario que caracterizó siempre, por contra, al ‘hijo de la luz del norte’, que era activo partícipe de los ‘cuerpos intermedios’ (hermandades, gremios, cofradías, órdenes,…) a los que pertenecía y los cuales vertebraban y estructuraban las sociedades Tradicionales orgánicas. Y en semejante orden de ideas nuestro autor nos hace ver, en este último escrito, que en Europa, desde la más remota Antigüedad, siempre había dominado la idea de que cada individuo era inseparable de su comunidad, clan, tribu, pueblo, polis, imperio, al que se encontraba unido por un vínculo más sagrado que la propia vida.

Y nos advierte de que estas agrupaciones orgánicas -que fueron las inherentes a la Tradición- han degenerado, en el mundo moderno, en conglomerados inorgánicos y desestructurados y en una suma de individuos reunidos para pasarlo bien o satisfacer lo que por su interés entienden.

 

Dominique Venner no es ajeno al plano Trascendente de la realidad. Desde el punto de referencia del llamado pensamiento Tradicional revisten especial interés sus apreciaciones al respecto. Nuestro autor no concibe un tipo de religión quasi abstracta (que no exhibe puntos de conexión con lo concreto, con la realidad antropológica de cada cultura), de corte cosmopolita, que pueda ser profesada aquí, allá y acullá, sin ninguna relación con el palpitar particular de cada pueblo. Pues, por contra, él defiende la convicción de que cada grupo humano tiene una manera diferente de percibir la existencia y el Hecho Trascendente. Y, a nuestro entender, se carga de razón al defender esta posición, pues, existen grupos humanos a los que su idiosincracia particular les hace identificarse con prácticas de corte animista, así como otros lo hacen con otras totémicas, otros con la mera creencia en lo Alto y, en cambio, otros son -o, al menos, fueron- capaces de emprender -sobre todo en sus miembros más dados a ello, por capacitación espiritual y por voluntad- capaces de emprender, decíamos, la vía interior que lleva al Conocimiento del plano Suprasensible de la Realidad e incluso a Identificarse ontológicamente con dicho plano. Este último grupo humano siempre concibió el cosmos como un todo armónico en el que fluyen fuerzas sutiles-metafísicas con las que se puede -y debe- interactuar. Otros grupos humanos, en cambio, conciben un vacío metafísico entre el Creador y las “criaturas”, por lo que creen imposible acceder a la Gnosis del dicho Creador por no existir los “peldaños metafísicos” intermedios –numina– que harían posible el acceso del hombre al mentado Creador. D. V. piensa, en este sentido, que Europa no podrá reencontrarse a sí misma, a sus raíces, a su esencia y a su Tradición a través de una religión, ya bimilenaria, que no encaja con el palpitar Espiritual del homo europaeus y que es extrapolable a cualquier latitud y rincón del planeta. Postula, Venner, por contra, que la esencia metafísica el europeo la debe indagar en otras fuentes. Y es por esto por lo que en “Las razones de una muerte voluntaria” afirma que no poseyendo una religión identitaria a la cual amarrarnos, compartimos desde Homero una memoria propia, depósito de todos los valores en los cuales podremos volver a fundar nuestro futuro renacimiento.

    Así se ha recogido en un artículo titulado “La muerte de Dominique Venner no es un fin sino un comienzo” (8). En él su autor detecta una ‘religión identitaria’ en otros pueblos, mientras en cambio, los europeos tienen una religión universal y afirma, por esto, que el cristianismo tiene una vocación universal.

Si para los pueblos indoeuropeos Tradicionales el hombre podía transmutarse interiormente a través de la Iniciación era porque concebían que como emanación que era -el hombre- del Principio Supremo y Eterno (y no creación ex nihilo de éste) compartía con el mismo su esencia imperecedera; la cual se trataba de activar. Y es que  en todas las culturas Tradicionales el hombre siempre se creyó descendiente de los dioses. Los clanes, las tribus, las “genes” creían tener en alguna divinidad a su antepasado más remoto. Los Iniciados, al ir más allá de la forma concreta y antropomórfica que se le otorgaba a la divinidad, concebían al hombre como emanación de un Principio Supremo y, en consecuencia, lo hacían partícipe y portador de la Esencia Inmutable y Sacra de dicho Principio.(9)

D.V. , en un escrito suyo ya reseñado con anterioridad (10), escribe que (…) esta indiscutida conciencia, de la que la Iliada nos ofrece la más antigua y poética expresión, tomaba formas diversas. Basta pensar en el culto a los ancestros a quienes la “polis” debía su existencia …Ancestros que solían ser identificados con dioses o con héroes divinizados.

 

La actitud del estoico ante la vida, con el que -ya lo hemos señalado- se identificaba el autor francés, es la de cierto distanciamiento interior, pues el estoico ha logrado una buena dosis de desapego con respecto a la vida; desapego fruto de un trabajo interno que el Mundo de la Tradición llamó Iniciación o al que, concretamente, el orbe clásico se refirió cuando hablaba de la consecución y gnosis de los ‘Pequeños Misterios’ y de los ‘Grandes Misterios’.  Desapego con respecto a los bienes materiales, a las ambiciones humanas, a las pulsiones más primarias, a los sentimientos desaforados o a las pasiones y emociones embriagadoras y cegadoras. Como a uno de los arquetipos de este tipo de hombre descondicionado nos presenta Venner al samurái, al cual nos recuerda que el “Hagakuré” -libro escrito por Yamamoto Tsunetomo– impelía a prepararse para la muerte mañana y noche y día tras día, como técnica de superación de un apego a la vida que conlleva a ese miedo a perderla que debe ser ajeno al samurái.

El estoico, para nuestro autor, responde a un comportamiento y una edificación interna que se hallan en las antípodas de aquellos que, como el hombrecillo moderno, deambulan en unas vidas que no son nada y que no tienen otro objetivo que vivir por vivir, cualquiera que sea su vacuidad. (11)

Este ‘hombre moderno’ atribulado y que se agita con convulsión es el fruto de una modernidad ante la cual un tipo de ‘hombre diferenciado’ se siente como un ‘exiliado en este mundo’ …se siente, tal como nos recuerda Venner, como se sentía Antoine de Saint-Exupéry cuando en su “Carta al general X, escrita en 1943, ya declaraba su aversión por el mundo que ante él se alzaba: «Odio mi época con todas mis fuerzas […]. El hombre está castrado, cortado de sus resonancias originales» (12); unas ‘resonancias originales’ que no pueden ser otras que las que vibran al son de la Trascendencia …y una dimensión Trascendente de la cual el hombre moderno ha sido amputado.

Ante el apego a la vida que desapega de lo que es ‘más-que-vida’ (el plano del Espíritu) y que, por otro lado, impide cualquier trazo de comportamiento heroico, Javier Ruiz Portella en su homenaje a la memoria de D.V. nos dice que basta que alguien sea capaz de jugarse la vida en un acto heroico para que ello choque profundamente a la chusma amorfa que nos rodea (esa chusma que nada tiene que ver, recordaba antes, con el pueblo que, cuando aún existía, se inclinaba ante los héroes). Pero hoy no. Hoy lo que más detesta el hombre-masa (el de arriba, el de abajo y el de en medio) es todo lo que pueda oler, así sea de lejos, a grandeza y heroicidad. (13)

Dominique Venner, en ese jugarse la vida, al poner fin a sus horas terrenales, lo hace con esa mentalidad inseparable del estoicismo, pues nos recuerda que cuando Catón de Útica, Séneca, Petronio y tantos más ponen voluntariamente fin a sus días, son fieles a la filosofía estoica que enseña a morirun estoicismo para el cual los motivos del autosacrificio no pueden separarse del concepto del honor, tal como comprobamos cuando afirma que La muerte voluntaria, atributo del Japón de los samuráis, puede traducirse en alta aspiración al honor y a la dignidad. O cuando añade que es imposible no sentir estima por el almirante von Friedeburg, último comandante en jefe de la Kriegsmarine, que se dio muerte después de haber sido obligado a firmar la capitulación de 1945. (14)

 

¡Que no nos abandone no sólo el legado escrito de Venner sino, más aún, el ejemplo de su sacrificio por un elevado ideal …el único por el que merece que consumamos nuestra vida!

 

 

NOTAS:

 

(1)En su nota de despedida, la misma mañana de su autosacrificio, nuestro autor francés señalaba que escojo un lugar altamente simbólico, la catedral de  Notre-Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.

(2)   Merece ser destacada la diferencia existente el apoliticismo nihilista e irresponsable inherente a la postmodernidad como forma de despreocupación ante los fenómenos del mundo de la política que nos intentan determinar (¡y de qué deletérea manera!) y el concepto de «apoliteia» que defiende Julius Evola en su obra «Cabalgar el tigre», como aquella actitud que persigue un cierto distanciamiento ante los accionares disolventes del entramado político del mundo moderno. Un distanciamiento (tanto exterior como interior; guiado, éste último, por una especie de actitud estoica) que pretende el que no nos veamos influenciados por sus cáusticas influencias pero que, al mismo tiempo, no nos prive de la posibilidad de actuar, en un momento dado, desde dentro del mismo Sistema siguiendo la estrategia de intentar minarlo en sus fundamentos y de poner al descubierto sus contradicciones.

(3) «El deber», capítulo IV de nuestra obra «El Hombre de la Tradición». Ediciones Camzo.  También puede leerse en    https://septentrionis.wordpress.com/2012/10/04/el-hombre-de-la-tradicion-iv-el-deber/

(4) Ideas que hemos desarrollado ampliamente en «Evola frente al fatalismo», capítulo III de nuestro libro «Reflexiones contra la modernidad». Ediciones Camzo. También se puede acceder a su contenido en https://septentrionis.wordpress.com/2010/08/19/evola-frente-al-fatalismo/.

(5) Traducida al castellano por Francisco Albanese.

(6) Sería conveniente descartar el término ‘pagano’ y sustituirlo por el de ‘precristiano’ o (fuera del área de expansión del cristianismo) el de ‘politeísta’ o, sencillamente, por el de ‘Hombre de la Tradición’, ya que el vocablo ‘pagano’ reviste connotaciones despectivas asignadas por el primigenio cristianismo y que tendrían que ver con lo rústico y primario; amén del hecho de que el “paganismo” de los últimos siglos del Imperio Romano Occidental involucionó en algo así como una especie de panteísmo

(7) Nosotros ya en su día intentamos mostrar los parabienes que, desde el punto de vista Tradicional, fueron propios de la Edad Media (en especial la Alta Edad Media) y los hicimos en un escrito que llevaba por título “Lanzas a favor del Medievo” (https://septentrionis.wordpress.com/2014/11/04/lanzas-a-favor-del-medievo/)

(8) Puede leerse en su totalidad en http://www.alertadigital.com/2013/06/04/la-muerte-de-dominique-venner-no-es-un-fin-sino-un-comienzo/

(9) Párrafo recogido en ciertas reflexiones nuestras que se pueden consultar en https://septentrionis.wordpress.com/2010/05/25/el-emanatismo/

(10) “El individualismo, origen último de la corrupción”

(11) Del escrito “El sentido de la muerte y de la vida”, Dominique Venner.

(12) Íbidem.

(13) “El sacrificio heroico y el sentir mayoritario”, Javier Ruiz Portella.

(14) “El sentido de la vida y de la muerte”, Dominique Venner.

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 

 



LITERATURA FANTÁSTICA Y LA RESURRECCIÓN DEL MITO
diciembre 7, 2018, 3:41 pm
Filed under: Ética y valores, Cultura y pensamiento, Espiritualidad

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LITERATURA FANTÁSTICA Y LA RESURRECCIÓN DEL MITO

“Dicen que los seres inmundos de los Viejos Tiempos acechan en los oscuros rincones olvidados de la Tierra, y que aún se abren las Puertas que liberan, ciertas noches, a unas formas prisioneras del Infierno”.

Howard, “La Piedra Negra”.

“Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.”

 

Edgar Allan Poe

“Después de que la tierra hubo escondido esta generación, Zeus Cronida suscitó otra divina raza de héroes más justos y mejores, que fueron llamados Semidioses o Inmortales en toda la tierra por la generación presente. Pero la guerra lamentable y la refriega terrible los destruyeron a todos, a unos en la tierra Cadmeida, delante de Tebas la de las siete puertas, en tanto combatían por los rebaños de Edipo; y a los otros, cuando en sus naves fueron a Troya, surcando las grandes olas del mar, a causa de Helena la de hermosos cabellos, Ios envolvió allí la sombra de la muerte. Y el Padre Zeus les dio un sustento y una morada desconocidos de los hombres, en las extremidades de la tierra. Y estos héroes habitan apaciblemente las islas de los Bienaventurados, allende el profundo Océano. Y allí, tres veces por año, les da la tierra sus frutos.

¡Oh, si no viviera yo en esta quinta generación de hombres, o más bien, si hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la Edad de Hierro. Los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes”.

Hesíodo, “Los Trabajos y los Días”.

 

Edgar Allan Poe junto con Lovecraft, Howard -el genial creador de “Conan el Bárbaro”- y Tolkien –su extraordinaria trilogía “El Señor de los Anillos”-, sin lugar a dudas, han sido los cuatro literatos fantásticos más grandes que ha habido. Los cuatro coincidieron en su rechazo y desprecio hacia la democracia y la moral burguesa, hacia la repugnante vida odiosamente cuantificada, racionalizada y tecnificada, de la Modernidad en definitiva. Se da el hecho curioso de que en esa nación maldita, caricaturesca, pseudocivilización prototípica de la modernidad mezcla a la vez de infantilismo y senilidad -aunque ella presuma de ser “joven”- que es EEUU (Poe, Howard y Lovecraft eran norteamericanos), pseudocivilización groseramente materialista donde los “buscadores de oro” eran elevados prácticamente a la categoría de héroes nacionales, esta serie de literatos brillantes y solitarios (y también marginados y odiados por la bienpensante mediocridad burguesa), al contrario, eran “BUSCADORES DE TRADICIÓN”. Ellos amaban lo remoto, lo mítico, lo legendario y misterioso, soñadores e idealistas de una Era que fue y ya no es. Eran verdaderos europeos, extranjeros en un mundo y en un país en ruinas (espirituales más que físicas), poetas y trovadores mágicos de un mundo que pugnaba por nacer sobre los escombros de una era ya crepuscular y terminal. Como dato curioso señalar que precisamente es en esa avanzadilla de la subversión mundial y quintaesencia de la modernidad que es Yanquilandia, de donde parten la mayoría de aberraciones pseudo-espirituales y claramente contra-tradicionales: New Age, Veganismo, Contactismo, Rosacrucianismo, Espiritismo, chiflados que ven OVNIS hasta en la sopa, etc, todos ellos en sí son la contrapartida “espiritual” y “religiosa” del actual Nuevo Orden Mundial plutocrático-sionista que aspira a implantar e imponer una “religión única y global” (ya no se esconden en decirlo), triturando a su paso a pueblos, razas, estados, naciones, religiones, tradiciones, culturas… La Modernidad y su cosmovisión telúrico-demoníaca del mundo es antimítica por definición, odia y rechaza el pasado en busca de un futuro siempre incierto, es el fantasma del “progreso indefinido” que sólo conduce a la barbarie primero -lo estamos viendo y presenciando hoy en día- y finalmente al abismo. “El pasado está muerto”, se nos repite hasta la saciedad, cuando, en realidad, todo lo que somos es pasado….
En todo caso, decir que ni la Modernidad es el Mal absoluto, ni las culturas premodernas son el Bien absoluto. La cuestión de todo es que el progreso nos ha arrebatado un mundo que, con todas sus limitaciones, era cien veces preferible a éste con todos sus «avances» tecnológicos y materiales, y que en el fondo no ha hecho nada más que alumbrar a una sociedad de eunucos mentales y espirituales, un mundo de tarados de la peor especie. De hecho, aquel mundo permitía o hacía posible el acceso al sentido, a la plenitud espiritual, a la ascesis guerrera, a la formación integral del hombre en todos los sentidos, y el que ahora vivimos parece empeñado en impedirlo, como decía René Guénon “encerrar al hombre en un caparazón para impedirle así el acceso a lo Alto, a la trascendencia”. Ésa es la gran diferencia. En definitiva, la Modernidad contra el Mito, ya que éste es el único que puede volver a redimensionar y a despertar de nuevo a un hombre hoy adormecido y aletargado.

Decía René Alleau que “el ‘tiempo mítico’ transcurre paralelamente al ‘tiempo histórico’, pero con otro ritmo. Lo que llamamos ‘acontecimientos’ no son quizá más que múltiples advenimientos, internos y oscuros, que se vierten a la luz del día, cristalizados y formando de pronto una masa”. Sólo así se explicaría cómo en pleno siglo XX, en plena fase final o etapa más oscura del Kali-Yuga, la Edad Oscura y Crepuscular, hayan surgido en Occidente (“El Extremo Occidente” en el caso de EEUU como decían René Guénon y Evola) tal cantidad de genialidades en todos los órdenes del Arte -con mayúscula, ya que el otro “arte”, el del Sistema, no es nada más que la emanación de la sub-humanidad y de las Fuerzas del Caos-, ello después de tantos siglos de decadencia generalizada: en la política, en la pintura, la arquitectura, la literatura, etc. Estábamos viviendo en la primera mitad del Siglo XX un verdadero intento de restauración heroica, una nueva Edad de los Héroes, raza esta última Inmortal al decir de Hesíodo, presta en cualquier momento a reaparecer para restablecer el Orden y la Ley perdidos. Cuando la Modernidad creía que lo había matado y expulsado definitivamente de este mundo, ahí lo tenemos otra vez con más fuerza que nunca: LA RESURRECCCIÓN DEL MITO. POE, HOWARD, LOVECRAFT, TOLKIEN, VERDADEROS ARISTÓCRATAS DE LA INTELECTUALIDAD: ¡¡¡PRESENTES!!!

Joan Montcau