Julius Evola. Septentrionis Lux


Muñoz Alonso y el pensamiento tradicionalista español
octubre 25, 2009, 12:37 pm
Filed under: Cultura y pensamiento, Janus Montsalvat

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Uno de los mejores estudios que se han hecho sobre la doctrina joseantoniana -que se hizo en pleno franquismo, para más señas y para vergüenza de los pseudo-falangistas de izquierda, por Ediciones del Movimiento en 1969-, corrió a cargo del gran filósofo y  pensador falangista ( y vieja guardia) Adolfo Muñoz Alonso. El título de la obra en cuestión es «Un pensador para un pueblo» que no escatima críticas al régimen político vigente -es decir, el franquismo- y, sobre todo, a la clase política que lo estaba desintegrando o degradando desde dentro: la tecnocracia opusdeísta. Para que luego hablen los majaderos de turno de la «censura totalitaria» del Régimen y del Movimiento. Probablemente Adolfo Muñoz Alonso, catedrático de Filosofía y de Teología por varias Universidades y uno de los fundadores de los «Círculos Doctrinales José Antonio» en 1959, junto con el que pudo ser -y tuvo que haber sido- el gran ideólogo del tardo-franquismo Gonzálo Fernández de la Mora, sin lugar a dudas han sido los más grandes pensadores que ha dado la Derecha política -o metapolítica- en la segunda mitad del Siglo XX. El franquismo, por desgracia, no fue muy generoso con sus pensadores e ideólogos, y eso que no andaba, ni mucho menos, escaso de ellos: a saber, la herencia del regeneracionismo que preconizaba la «revolución desde arriba», es decir, una revolución aristocrática muy cercana a la «revolución de lo alto» que preconizada Julius Evola en su obra «El fascismo visto desde la Derecha» -Costa, Ganivet, Picavea, Senador, etc., y considerado por algunos como una versión española de la «Revolución Conservadora», la herencia tradicionalista -carlista o no, es decir, desde la «Comunión Tradicionalista» a escuelas de pensamiento como «Acción Española»- de los Donoso Cortés, Menéndez y Pelayo, Aparisi y Guijarro, Jaime Balmes, Vazquez de Mella, Victor Pradera, José Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu, etc., la herencia falangista de José Antonio, Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma (éste no tanto, debido a cierto substrato de su pensamiento), Sánchez Mazas, Giménez Caballero, sin olvidar al gran José Luis de Arrese, uno de los más brillantes primeros ideólogos del Estado del 18 de Julio, etc., sin olvidar la non-nata «Generación de 1948» de la que ya hablamos en alguna ocasión y a la que pertenecía Fernández de la Mora y, en gran parte, heredera de la escuela de «Acción Española» (1931-37). Pese a la descomunal decadencia que sufre España desde el siglo XVII -ocaso del Imperio español y del Sacro Imperio Romano-Germánico con la odiosa «Paz de Westfalia», que supuso el triunfo definitivo en Europa del humanismo renacentista y del liberalismo protestante-, es indiscutible que a lo largo de los siglos XIX y gran parte del XX la Derecha española dio a Europa una serie de pensadores y políticos verdaderamente geniales e inigualables. Decía Fernández de la Mora que una de las causas principales de la descomposición del franquismo fue por la pérdida de la batalla del pensamiento -más por dejación que por otra cosa- y el desmontaje intelectual del Sistema que comenzó a finales de los 50. No dejemos que desde nuestras trincheras algunos personajes pretendidamente «alternativos» e «innovadores», echen lodo a nuestros verdaderos orígenes y a nuestros ancestros y, desde dentro, vayan ganando la batalla del pensamiento -alineándose así con la basura verdaderamente izquierdista, ya sea liberal o marxista- con esas tesis tan peregrinas como absurdas sobre el origen pretendidamente «izquierdista» y «moderno» de los grandes movimientos nacionales europeos de la época de entre-guerras.

SEMPER FIDELIS.

-«Todo lo que no es Tradición es plagio». (Eugeni D’Ors)



La generación del 48
octubre 25, 2009, 12:32 pm
Filed under: Cultura y pensamiento, Janus Montsalvat

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Sin duda ignorada por la mayoría, al haber sido silenciada por unos pocos censores de la palabra y de la idea que ningunean y desprecian lo que no entra dentro de los cánones de lo que su estrecha y bastardizada visión del mundo les permite, la Generación del 48 representa un irrenunciable depósito de calidad y de hondura dentro del mundo de la literatura española que, en las líneas que copiamos seguidamente, Janus Montsalvat ha tenido a bien rescatar y valorar en su justa y merecida medida. Vayan, pues, estas sus aseveraciones y estos sus datos para conocer algo más de ella.

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Recientemente hicimos una pequeña mención de aquella fantasmal «Generación del 48», y decimos fantasmal porque ningún libro de historia hace ninguna alusión a ella, ya que esta brutal y satánica dictadura de lo políticamente correcto, quiere hacer creer al populacho que durante cuarenta años los españoles fuimos gobernados por un inculto y mediocre generalito y que la España de entonces era un país de subnormales y de borregos. Para los librillos del Sistema sólo hubo cultura en España durante la II República y después de 1975. A esta patraña se le llama oficialmente «recuperar la memoria histórica».

La Generación del 48 quiso constituirse en una especie de Tercera Fuerza opuesta tanto al liberalismo cultural de los psudofalangistas, que se les antojaba como traidor y criminal, como a la pusilanimidad, cobardía y sentido rastrero de la colocación que tenía la cuadrilla de Acción Católica tan dada a los pactos y a agachar la cabeza como en tiempos de la República con los Gil Robles o Herrera Oria.

Mencionaremos unos cuantos nombres de intelectuales y pensadores pertenecientes a aquella generación tradicionalista marginada y traicionada por un sistema político que a partir de 1957 prefirió apoyarse en burócratas y negociantes, en lugar de hacerlo en verdaderos idealistas y soñadores. A saber: Rafael Gambra, Vicente Marrero, Pérez Embid, López Ibor, Palacio Atard, Álvaro D’Ors, hijo del gran Eugenio D’Ors, Francisco Elías de Tejada, el gran historiador catalán Vicens Vives, Gonzalo Fernández de la Mora, que llegó a ser Ministro con Franco a principios de los 70 y que no tuvo ningún reparo en enfrentarse al judío de Henry Kissinger en una visita que éste nos hizo allá por los primeros ´70, Luis Díez del Corral, Rodríguez Casado, Jorge Vigón, que también llegó a ser ministro con Franco, Jesús Arellano, Ignacio Hernando de Larramendi, fundador en 1955 de la Compañía de Seguros MAPFRE. Y la nómina prodría ser larguísima. Como se ve, el Régimen del 18 de Julio rebosaba de intelectuales y pensadores por los cuatro costados. Y no bablemos si, encima, les sumamos los de origen falangista: Javier Conde, Muñoz Alonso, Pascual Marín, Legaz Lecambra, Luis del Valle, Lamo de Espinosa, Rodrigo Carvajal, Carlos Paris, Ismael Medina, …

Apuntaremos, además, que la “Generación del 48” no eligió esta fecha al azar, sino por sus profundos significados simbólicos: tres fechas históricas terminadas en 8 fueron catastróficas para la civilización europea…

1).-1648, fecha en que los Tratados de Westfalia ponían fin a la Guerra de los Treinta Años y que supusieron el triunfo definitivo del humanismo renacentista y del protestantismo en Europa. Como consecuencia, se vino abajo el Sacro Imperio Romano Germánico y al mismo tiempo comenzaría su ocaso el Imperio Católico -y no menos sacro- Español.

2).-1848, fecha del advenimiento ideológico del marxismo con la publicación de “El manifiesto comunista” y de la irrupción devastadora de la modernidad con sus nauseabundas revoluciones democráticas.

3).-1898, fin definitivo de los últimos restos y despojos del Imperio español y el inicio de lo que parecía un Finis-Hispaniae (abortado el 18 de Julio de 1936). Como se ve la Generación del 48 era la completa negación de la modernidad y de todos sus valores a cual más deleznable y que, en esencia, poco les separaba –a estos autores- de la cosmovisión del falangismo ortodoxo y joseantoniano.

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Referente a lo de la Generación «fantasma» del 48, la lista podría ser interminable. Citaremos a otros dos grandes pensadores e historiadores tradicionalistas: Jaime del Burgo y Melchor Ferrer, considerados como dos de los mejores historiadores del movimiento carlista. Esta Generación brillantísima se opuso con firmeza a la política de liberalización cultural iniciada por el meapilas vaticanista -y pseudofalangista- de Joaquín Ruiz Jiménez desde que se hizo cargo del Ministerio de Educación en 1951. Este sinvergüenza, rodeado de otros falangistas chaqueteros y traidores -aquéllos a los que algunos pseudohistoriadores denominaron como la corriente del falangismo «liberal», es decir, los Tovar, Entralgo, Ridruejo, Aranguren, Fernández Miranda, Pérez Villanueva, etc.-, confundió la política de reconciliación de todos los españoles (algo que siempre buscó la Falange ortodoxa y el mismo Régimen del 18 de Julio) con la política de reconciliación de las ideas. ¿Desde cuándo el Bien y la Verdad pueden ir cogidos tranquilamente de la mano con el Mal y la Mentira?. Pues bien, aunque parezca mentira, esta pléyade de personajillos ya en los años cincuenta empezaron a sembrar la Universidad con ideas corrosivas y disolventes, concediéndose, además, cátedras a destacados enemigos del Régimen… ¡y encima en nombre de la Falange¡. Como se sabe, esa política fue un auténtico fracaso: Franco acabó defenestrando a Ruiz Jiménez en el 56, así como a todo su equipillo deleznable de pseudofalangistas que, a partir de entonces, acabaron por mostrar su verdadero rostro y abandonar su militancia pretendidamente azul. Pero el daño ya estaba hecho y las minas ya habían sido colocadas en la Universidad Española. Los futuros conflictos universitarios de los 60 y 70 que fueron acompañados con la dinamitación del SEU en el 65, tuvieron su origen en esta política cultural auténticamente criminal y traidora.

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Hace poco leimos un artículo en el que se hablaba de que en los años 50 surgieron dos falangismos irreconciliables y antagónicos: el falangismo oficial que, según sus propias palabras, era de signo conservador y tradicionalista (Arrese, Girón, Fernández Cuesta, Rein Segura, etc.) y el falangismo presuntamente revolucionario y progresista de los personajillos anteriormente citados, de cuyos nombres no quiero volver a acordarme, que tuvieron la perversa facultad de envenenar a las juventudes falangistas universitarias con su visión telúrica y feminoide del falangismo. El famoso esquema evoliano de «Luz del Norte/Luz del Sur» también se reprodujo en el interior del falangismo. Por muy acomodada y apoltronada que estuviera la Vieja Guardia de Falange, ésta era al menos más fiel a sus orígenes y a la Tradición que todo ese montón de hez camuflado de azul que, después de sembrar el caos y el desconcierto, se cambió de chaqueta a las primeras de cambio.



Impasibles e impertubables
octubre 25, 2009, 12:23 pm
Filed under: Eduard Alcántara

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Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros causa miedo.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros causa cobardía.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros causa

pesadumbre.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros causa

dolor en el alma.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros causa concupiscencia y hedonismo.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros provoca sentimentalismo.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros vuelve sensibleros.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros exalta sus sentimientos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros deprime.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros abate y doblega.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros mueve al entreguismo y al derrotismo.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros provoca exabruptos de pasiones.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros enciende los más bajos y primarios instintos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pudiera alterar o nublar nuestra mente.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros conduce a pensamientos banales y superficiales.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pretenda  distraer nuestra capacidad de concentración.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pudiera empujarnos a recrearnos en lo fugaz, variable e inestable y alejarnos de lo eterno y estable.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pugne por atarnos a lo material para alejarnos de lo Trascendente.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que nos fije hacia lo bajo y nos impida mirar hacia lo Alto.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que, para evitar que nos gobierne el Espíritu, pretenda esclavizarnos a los influjos del subconsciente y del inconsciente.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pudiera  animalizarnos en lugar de divinizarnos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todos aquellos caminos que tan solo conducen hacia la pía y devota sumisión a un dios inalcanzable y cierran la vía que puede llevar a la Gran Liberación.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que intenta absorber nuestra existencia hacia lo mutable y caduco y alejarla de lo inmutable e imperecedero.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que se empeña en alienarnos y en evitar que podamos llegar a ser Señores de nosotros mismos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros produce laxitud, dejadez y molicie.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros provoca deseos irrefrenables de poseer.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros despierta compulsivas ansias de consumo.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquellos desvíos existenciales que prioricen el tener y el aparentar al Ser.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros alimenta la codicia.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que busque el envilecernos en lugar de ennoblecernos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros debilita en vez de robustecer.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que en otros haga aflorar la embriagadora sensualidad.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pudiese alejarnos del propósito de ser Hombres Diferenciados.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros convierte en individuos gregarios, informes y amorfos y en hombrecillos-masa.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que aleja de la calidad y sumerge en la cantidad.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que cierra las puertas al equilibrio, a la austeridad y a la mesura y abre las compuertas abisales del exceso, la desmesura, la desproporción y el desequilibrio.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pudiera dificultar el desarrollo de nuestra capacidad de sacrificio y de autosuperación, así como de todo aquello que nos pudiese impedir la aspiración de ser constantes, tenaces y esforzados.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros aboca a la debilidad y a la pusilanimidad.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que no nos quiera señalar el sendero de la fuerza y el vigor.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros aleja de la forja de un carácter sereno y templado.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que a otros convierte en ruines, zafios y torcidos.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que no busque el encuentro con la rectitud y el honor.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que pretenda  convertirnos en seres ebrios y no sobrios.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que simpatiza con la mentira y desprecia a la sinceridad.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que lleva a la indisciplina, al desprecio y al caos y ridiculiza la autoridad, el respeto y el orden.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que llama al lujo y a la opulencia y aleja de la austeridad.

Debemos permanecer impasibles e imperturbables ante todo aquello que ensueña con lo tribal y telúrico y aparta de lo Imperial.

Debemos, en definitiva, permanecer impasibles e imperturbables ante los cantos de sirena de la luz del sur, pues nuestra Luz debe de ser la Luz del Norte: la Solar, Hiperbórea, Olímpica y Heroica.