Julius Evola. Septentrionis Lux


Evola y la cuestión racial (III)
julio 9, 2010, 8:31 am
Filed under: Cultura y pensamiento, Eduard Alcántara, Metafísica

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Lamentablemente sigue sin entenderse, por franco desconocimiento, la postura que Julius Evola tenía con referencia al tema racial. Tanto es así que hace poco pudimos leer unos comentarios acerca de lo que “presuntamente” opinaba el autor italiano sobre este tema y dichos comentarios no se acercaban, en nada, a lo que reiteradamente había expresado Evola. Nosotros ya hubimos expuesto, en su día, las líneas maestras de su verdadera doctrina de la raza (1). Lo hicimos en varios escritos y lo hicimos resumiéndola y echando mano de las fuentes originales, es decir, echando mano de numerosas citas del propio maestro romano. No vamos, pues, a reincidir en lo que ya se hubo dicho, sino tan sólo a reforzarlo, si cabía, con otras citas, elocuentes, extraídas de un artículo suyo titulado “Sobre la esencia y la función social del espíritu aristocrático” (2).

En él nos habla Evola de cómo la civilización burguesa pugnó, desde el principio, por “desplazar los últimos restos de la aristocracia de la sangre y el espíritu”.

Sobre la cooperación entre los mejores elementos de naciones diversas nuestro autor aclara que ésta siempre se dio entre pueblos con un mismo origen:

“(…) Procede de ello una posibilidad de entendimiento y de solidaridad en el sentido del verdadero espíritu aristocrático, que el pasado tradicional ha siempre demostrado en el orden de pueblos de origen común”.

 

El gran maestro romano se muestra incluso contrario a la mezcla de los mejores elementos con otros que no lo sean tanto, aunque pertenezcan a una misma nación:

“Las cualidades del pura sangre se pierden y se tiene el mestizaje si el mismo se cruza con un tipo inferior, aunque fuese de la misma especie”.

 

Sobre su opinión acerca del racismo podemos leerle:

“Ya a partir de De Gobineau es bien visible el origen en el fondo aristocrático: el racismo se ha afirmado en el mundo moderno como una reacción en contra del pantano del igualitarismo democrático y en contra de un clima igualitarista y anticualitativo, que en el fondo es propiamente el clima en donde se ha desarrollado el mismo cientifismo: del cual cientifismo, en razón de una curiosa inversión, el racismo, en otro de sus aspectos, tenía sin embargo que tomar en préstamo varias de sus armas para buscar allí justificativos. En el racismo es bien posible discriminar y aislar justamente la tendencialidad superior aquí mencionada, comprender en ello un principio de rebelión en contra de una civilización internacionalista, nivelada, racionalista y plebeya y al mismo tiempo presentir en el retorno a la idea de raza –y sobre todo a la idea de raza superior o superraza- el retorno de una estirpe espiritual y aristocrática olvidada por nosotros o irresponsablemente excluida.

Por lo tanto allá donde el racismo se resienta del solo componente humanista-materialista, puede muy bien acontecer que, en sus formas extremistas, su lugar ideal se encuentre justamente hacia el final de un ciclo: una vez perdido el sentido de la realidad metafísica y del elemento divino del hombre, una cierta civilización occidental ha pasado a considerar al hombre en sí mismo y, sucesivamente, al hombre como simple especie animal y, remitiéndolo así a la raza, la misma ha terminando haciendo una mística de la misma raza, pero comprendida como realidad sólo biológica. Pero allá donde el racismo se resiente del otro componente –del aristocrático que, como hemos recordado, ejerció una precisa influencia sobre los primeros teóricos de las razas ´masculinas´, ´diurnas´ y ´activas´ y en el mito general de la raza aria, nórdico-aria y ario-romana dominadora- el lugar histórico del racismo es muy diferente, el mismo puede remitirse al inicio de un nuevo ciclo reconstructivo; aun tomando a préstamo varias armas de las ciencias modernas para la defensa de la raza del cuerpo, el racismo tiene aquí la posibilidad de usar estas armas en contra de la concepción materialista, democrática y racionalista propia de las últimas fases de la decadencia occidental; afirmando, en contra de la misma, el valor de la sangre, de la tradición, de la raza, empeñándose en restablecer diferencias y jerarquías, el racismo puede tener un significado de restauración y de reasunción de valores superiores.”

 

También nos habla claro acerca de qué tipo de unidades políticas son posibles desde el punto de vista de la Tradición:

“…sobre el plano de las naciones vinculadas por un mismo destino y por un origen común puede realizarse una unidad en el honor y en la fidelidad”.

 

Valgan, pues, estas citas para deshacer malentendidos y falsas interpretaciones que sólo arrancan del desconocimiento de la obra de Evola y no de su incorrecta interpretación, pues las palabras del maestro italiano no dejan lugar a dudas ni a equívocos de ningún tipo.

NOTAS:

(1)  “Evola y la cuestión racial”: http://www.nuevorden.net/k_48.html

“Evola y la cuestión racial (II)”:    http://www.nuevorden.net/k_64.html

(2) Editado por Ediciones Heracles, con traducción de Marcos Ghio, y reeditado por Ediciones Teseo.