Julius Evola. Septentrionis Lux


EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN: EPÍLOGO
enero 4, 2014, 11:52 am
Filed under: Espiritualidad, Metafísica, Metapolítica, Tradición

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Contrapongamos el atribulado ´hombre fugaz´ -al que nos referíamos finalizando “El Hombre de la Tradición (XII): El asiento peligroso”- con nuestro Hombre de la Tradición. Siempre estamos a tiempo de iniciar el recorrido que nos vaya separando del desquiciado hombrecillo postmoderno y nos vaya aproximando a este arquetipo de Hombre Superior. Recordemos que aunque no podamos recorrer el camino entero el hecho de pugnar por consumar este ideal disciplinará nuestra alma y nos evitará ser presa fácil del mundo pulsional, arremolinado, vermicular y convulso que golpea y sacude a nuestros congéneres cual si de pequeñas embarcaciones a la merced de un mar tempestuoso se tratase.

 

Nuestro hombre diferenciado que lucha por convertirse en Hombre de la Tradición irá forjando un temple indestructible y a salvo de las ventiscas de lo fluctuante y caduco. No le embargará ni el desaliento ni la desesperanza aun en la más absoluta soledad y, además, sabrá reconocer a los pocos conmilites que también hayan sabido no sucumbir ante tantas destrucciones existenciales como depara el deletéreo mundo moderno. Con ellos formará el ´frente silencioso´ que acelerará el advenimiento de los nuevos tiempos áureos que deben sustituir a la oscuridad propia de este fin de ciclo. En soledad y en compañía hará, pues, honor a esa máxima de Friedrich Nietzsche que decía: “Sed como lobos: fuertes en soledad, solidarios en manada”.

 

Para el vanidoso, engreído y soberbio -a la vez que atormentado- ´homo vulgaris´ que queden sus ensoñaciones propias de lo ínfero (de lo que envilece y arrastra hacia lo bajo), que quede su mundo de neblinas que no le permitirá nunca contemplar ninguna realidad que no sea aquélla que tiene justo delante de su apéndice nasal, que quede su agitación espasmódica, que quede su persecución voraz de no se sabe qué, que quede su sed continua -y sin sentido- de cambio, que quede su impermanencia e inestabilidad, que quede su desmesura y su descontrol y que quede su caída abismal.

A estos ´hombres vulgares´ se refería Guido de Giorgio (1) en este términos:

Siempre más rápidos, siempre más declives, quemad todas las metas, romped todos los diques. No se os miden las riendas. Tomad los laureles de vuestras conquistas. Corred con alas siempre más rápidas, con orgullo siempre más desplegado, con vuestras victorias, con vuestras superaciones, con vuestros imperios, con vuestras democracias. La fosa debe ser colmada y se precisa estiércol para el nuevo árbol que brotará fulmíneamente de vuestro final”.

 

 

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NOTAS:

 

  1. Guido de Giorgio colaboró con Julius Evola en algunas de las iniciativas que éste lideró (como el Grupo de Ur o la revista La Torre) y tuvo mucho que ver en su definitiva percepción Tradicional de la existencia y en su aceptación de diferentes etapas y múltiples aspectos de la antigua romanidad como constitutivos de las últimas manifestaciones habidas del Mundo Tradición.

 

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com