Julius Evola. Septentrionis Lux


SINTESI DI DOTTRINA DELLA RAZA. ACCIÓN CULTURAL DÜNEDAIN
julio 25, 2022, 9:25 pm
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Buenas tardes Montaraces,

como la última vez no nos dio tiempo a tratar todo lo que nos habría
gustado sobre Julius Evola, hemos  vuelto a reunir junto a la hoguera
a Ernesto Milà, Gonzalo Rodríguez y Eduard Alcántara, para hablar de
Julius Evola y su visión sobre la raza y la vocación o jerarquización
de la sociedad.  No sólo tocaremos la raza del espíritu.

¿Te lo vas a perder?
¡Os esperamos en nuestra hoguera virtual

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Cultura Tradición y Verdad



POR EL RETORNO DEL REY…
julio 23, 2022, 10:05 pm
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JULIUS EVOLA: CITAS SOBRE LA MONARQUÍA (que, así como la introducción a cargo de Pier Luigi Aurea, nos ha dado a conocer Gustavo Mateu Fombuena, en su traducción al castellano)

Por el retorno del Rey. Citas sobra la monarquía (Julius Evola)


                                      POR EL RETORNO DEL REY…

«En su delimitación conceptual, el «Reino» (o «Monarquía») corresponde a una de las formas clásicas de gobierno, pero no encaja con los sistemas contemporáneos ni con los principios filosóficos que la Modernidad difuminó a partir de la Revolución francesa. Por eso, no hay que confundir «Reino» o «Monarquía» con el Estado monárquico que se impone –como todo Estado moderno– sobre la sociedad, sea bajo la forma de monarquía absoluta (donde se inicia históricamente la tendencia centrípeta del poder moderno) o a la manera de la monarquía constitucional (que es un «Estado racional» con corona)».

Rafael Gambra, «El fundamento de la Monarquía».

«La muerte es sólo otro sendero, que recorreremos todos. El velo gris de este mundo se levanta y todo se convierte en plateado cristal. Es entonces, cuando se ve la blanca orilla. Y más allá, la inmensa campiña verde, tendida ante un fugaz amanecer».

Tolkien

«Soy Aragorn hijo de Arathorn y me llaman Elessar, Piedra de Elfo, Dúnadan, heredero del hijo de Isildur, hijo de Elendil de Gondor. ¡He aquí la Espada que estuvo rota una vez y fue forjada de nuevo! ¿Me ayudarás o te opondrás a mí? ¡Escoge rápido!«

 Aragorn

   Selección de citas de Julius Évola sobre la mística, la sacralidad y la divinidad de la verdadera Monarquía, que la Modernidad convirtió poco a poco en una siniestra parodia caricaturesca hasta liquidarla definitivamente vaciándola de contenido primero, y sustituyéndola después por la subversión democrática y por la tiranía de las masas en una primera fase degradatoria, para después, con la actual aberración postmoderna y transhumanista, en una segunda fase, instaurar el ya vigente totalitarismo mundialista, plutocrático y multicultural, precisamente también profetizado por Julius Évola en una de sus últimas obras haciendo alusión a su teoría de la «Regresión de las Castas»; el Quinto Estado, la Era del Paria, el submundo de los esclavos sin Casta, sin Tradición, sin Raza, sin Eje Existencial, una subhumanidad a la que se ha extirpado de su interior todo vínculo con lo sagrado y con las influencias de lo Alto, enemigos por tanto de la Verdad y del Orden sacros; víctimas así mismo de sus propias contradicciones internas dominadas por las fuerzas de lo bajo -de lo muy bajo-, y por una animalidad verdaderamente grotesca y diabólica. Estamos ante un Fin de Ciclo… Si en los orígenes del presente -y ya terminal- Manvantara, concretamente en la Edad de Oro del mismo, según los textos sagrados el Hombre era el Rey de la Creación, es decir la cima o cúspide de la pirámide ecológica de la que debía ser precisamente su ordenador respetuoso y protector, el moderno subhumano democrático no es nada más que su más siniestra parodia, su repugnante caricatura, un completo enemigo del Cosmos y del orden natural; un nuevo «Diluvio Universal» que ponga fin al actual estado de cosas y a una humanidad totalmente envilecida y criminal, se avecina sin duda; preparemos el Arca, tan simbólica como real, que recoja a los nuevos elegidos de una pseudo-civilización condenada a perecer entre terribles tormentos y destrucciones. HACIA UNA NUEVA EDAD DE LOS HÉROES Y POR EL RETORNO DEL REY PERDIDO… 

   Publicado el siguiente texto en Italia por «Edizioni Thule» -creemos, sin poder afirmarlo, que por los años 80 del pasado siglo-, precisamente Ernesto Milá en una de sus últimas conferencias hizo alusión a este pequeño librito del que creía que no había aún traducción al castellano, no sabemos si será este librito al que Milá hizo referencia en una de sus videoconferencias magistrales en el Club Literario Dünedain, pero para el caso es lo mismo, dicha selección es de gran interés para todo Hombre de la Tradición, para todo Hombre Verdadero para el que la verdadera REVOLUCIÓN (con mayúsculas) no es nada más y nada menos que la restauración de la Verdad, de la Sabiduría y del Orden perdidos, volver a conectar al Hombre con la sacralidad del Cosmos. Espero que os guste, saludos a nuestro estilo desde la sagrada Barcino.

FUERZA HONOR Y TRADICIÓN

SEMPER FIDELIS

Joan Montcau

JULIUS EVOLA

CITAS SOBRE LA MONARQUÍA

A cargo de Pier Luigi Aurea

INTRODUCCIÓN DE PIER LUIGI AUREA

Tras el éxito obtenido con la publicación de los «Notas sobre la Monarquía» de Julius Evola (ya totalmente agotada), «Edizioni Thule» vuelven a sacar una serie de citas extraídas de una selección de ensayos de J. Evola sobre la Monarquía, algunos de los cuales no se han reimpreso desde hace muchos años. Seleccionando los pasajes más significativos, hemos intentado dar una imagen lo más completa posible del pensamiento de Evola sobre la Monarquía.

Para ello, hemos dividido la obra en tres secciones: Metafísica de la Monarquía, Monarquía y Estado Orgánico y Actualidad de la Monarquía.

Esta subdivisión me pareció la más adecuada, ya que refleja la pauta que debe seguir cualquier pensamiento tradicional. De hecho, el fundamento de todo principio tradicional viene dado por la metafísica, que le da el crisma de la validez, pero al mismo tiempo todo principio tradicional se ha realizado históricamente y posee una validez perenne.

En este sentido, por «Metafísica de la Monarquía» entendemos esa norma superior a la que se han adherido todas las monarquías tradicionales y que da justificación y legitimidad a todos los linajes reales.

Al combinar la Monarquía y el Estado Orgánico, hemos querido subrayar el vínculo indisoluble que debe unir el principio monárquico con una sociedad jerárquica y orgánica dirigida hacia “lo alto”. De hecho, una monarquía colocada a la cabeza de un Estado masificado, colectivizado y desacralizado no sería más que una parodia de la verdadera Monarquía, así como las formas democráticas y «de la mano» de ciertas dinastías del norte de Europa. Asimismo, un Estado organizado de forma orgánica y jerárquica sólo puede tener como cabeza legítima al Rey, el único que posee el crisma divino de la autoridad.

En cuanto al tercer punto, Actualidad de la Monarquía, hay que hacer una aclaración. Por actualidad no entendemos el éxito efímero de una determinada forma política, que a su vez está destinada a ser superada por otras formas cuando las condiciones históricas cambian. Este es el sentido de todo el historicismo, para el que nada es estable, sino que todo está sujeto al proceso histórico, hasta las formas extremas del maoísmo para el que el proceso dialéctico no termina nunca, de modo que el propio marxismo está destinado a ser superado.

Nuestra concepción es muy diferente. La monarquía tiene un valor imperecedero, porque tiene una justificación metafísica, y todo lo que está relacionado con la metafísica no puede ser limitado ni por el tiempo ni por el espacio. Por lo tanto, si en nuestros días el principio monárquico no parece encontrar el ambiente adecuado para expresarse en su forma más elevada, esto no es prueba de la falta de validez de la monarquía, sino de la degeneración de nuestra época.

La crisis del mundo moderno, que ahora también analizan los tabloides y la televisión, no puede resolverse ni con la alternativa capitalismo-comunismo ni con la otra alternativa entre repúblicas parlamentarias y presidenciales. De hecho, esta no es la manera de salir del círculo vicioso de una sociedad materialista, que por lo tanto es incapaz de satisfacer las necesidades más elevadas del hombre, las espirituales.

La única solución a la crisis del mundo moderno no puede consistir, por lo tanto, en la «huida hacia adelante» de las diversas impugnaciones marxistas o anarquistas, sino sólo en un redescubrimiento de la Tradición. Este es el sentido que Evola da al verdadero principio monárquico, restablecer, a través de la monarquía, el vínculo entre la sociedad civil, inserta en el proceso del devenir, y el mundo del ser. Fuera de esta solución toda alternativa es sólo aparente, y es una forma singular de ceguera que empuja a los contemporáneos a perseverar en acentuar el proceso de disolución del mundo moderno.

Es la misma expresión de ceguera que lleva al drogadicto a aumentar gradualmente la dosis de drogas para sentir un alivio momentáneo, seguido de un estado de postración creciente hasta la muerte o la locura total, en lugar de dejar de consumir drogas y restablecer el equilibrio natural.

Esta es también la situación del mundo contemporáneo: los procesos que se han puesto en marcha son tales que la posibilidad de un enderezamiento, antes de que se llegue a la disolución total de este mundo, no parece probable.

Sin embargo, incluso en la época más oscura de nuestro tiempo, los valores tradicionales conservan su perenne validez: aunque es difícil restaurarlos históricamente, siguen siendo puntos de referencia para todos aquellos que, aun viviendo en el mundo moderno, pertenecen a la Tradición.

Pier Luigi Aurea

I

METAFÍSICA DE LA MONARQUÍA

Hay ideas que, por sus raíces metafísicas, son intemporales, no son de ayer, ni de hoy, ni de mañana, sino que poseen una eterna actualidad. Según las circunstancias, estas ideas pueden realizarse o no, a veces de forma más pura, a veces de forma más condicionada, sin que ello afecte a su valor intrínseco, a su dignidad o a su carácter normativo riguroso. La monarquía es una de estas ideas, un legado del mundo que llamamos de la Tradición.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

Por idea monárquica no entendemos algo genérico o un complejo sentimental, sino una doctrina precisa y rigurosa del Estado.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

El fundamento esencial de toda verdadera monarquía es, en efecto, una mística, una sacralidad real y tradicional que ninguna otra forma de régimen político sabría revestir.

(Notas sobre la monarquía)

En un período de incertidumbre doctrinal, de confusas aspiraciones a veces innovadoras, a veces reaccionarias, a veces revolucionarias, como en el que todavía se encuentra gran parte de Europa, toda profesión de sano e ilustrado tradicionalismo constituye una relación de indudable valor y sana eficacia, una vez que la expresión «tradicionalismo» se ha desprendido de los supuestos abusivos de cierta polémica demagógica y la tradición se entiende como conservadurismo, pero conservadurismo de lo vivo y no de lo muerto; la afirmación de principios que, por su dignidad y naturaleza superiores, se puede decir que están más allá del tiempo, por lo tanto no de ayer, sino de la actualidad perenne; y, en definitiva, para expresarse con De Reynold y Maritain, una visión del devenir netamente subordinada a una concepción del ser.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

El desorden actual en el campo político, todo lo que se presenta como inestable, peligrosamente abierto a la subversión -al marxismo y al comunismo- se deriva sustancialmente de la falta de un principio superior de autoridad y de una intolerancia casi histérica hacia tal principio, para la cual ciertas experiencias políticas de los últimos tiempos sirven de coartada

conveniente. Cuando hablamos de un principio superior de autoridad, nos referimos a una autoridad que tiene una legitimidad real y un carácter un tanto «trascendente», porque sin ella la autoridad no tendría fundamento, sería contingente y revocable. Faltaría un centro verdaderamente estable.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

Debido a la trascendencia del principio de autoridad propio de una realeza, el régimen monárquico constituye la única antítesis verdadera tanto de la dictadura como de la democracia absoluta. En esto debe indicarse el fundamento de su derecho superior.

(Significado y función de la Monarquía)

Las diversas formas que puede adoptar, las ideas o símbolos con los que esta trascendencia puede legitimarse según los tiempos, no tocan lo esencial: lo esencial es el principio.

(Monarquía)

De hecho, si buscamos la más alta justificación tradicional de la realeza, la encontramos en una concepción, según la cual el Estado (y más aún el Imperio) tiene su propio sentido y finalidad trascendentes, aparece como un triunfo del cosmos sobre el caos, como una formación efectiva operada por una fuerza de lo alto -decían los antiguos; por una fuerza del <supra-mundo>- dentro del elemento naturalista del demos, en general, dentro de todo lo que es simplemente biológico étnico y, en un sentido restringido, <humano>… Ahora bien, el punto en el que se manifiesta eminentemente, se reúne y se hace efectiva esta fuerza de lo alto, que da al Estado el sentido trascendente mencionado, es precisamente el Rey, el Monarca.

(Monarquía)

En tiempos no tan lejanos, la soberanía <por derecho divino> no implicaba consideraciones teológicas específicas en los sujetos; valía, por así decirlo, en términos existenciales, correspondía a la necesidad de un punto de referencia superior, punto que falta absolutamente cuando el REY es tal sólo por <la voluntad de la nación> o <del pueblo>. Por otra parte, sólo en ese presupuesto podrían desarrollarse en los sujetos aquellas disposiciones, aquellas formas de comportamiento y costumbres de un valor ético superior, bajo el signo de la lealtad…

(Para una doctrina monárquica del Estado)

Repitámoslo: se trata ante todo de la <dignidad> de la monarquía, de un prestigio y de un derecho que siempre y en todas partes se han extraído de una esfera supraindividual y espiritual: Las investiduras sagradas, el derecho divino, las filiaciones y genealogías místicas o legendarias, etc., no han sido más que formas figuradas para expresar un hecho sustancial que siempre se ha reconocido, a saber, que un orden político, una unidad colectiva verdaderamente orgánica y viva sólo es posible cuando existe un centro estable y un principio que está por encima de cualquier interés particular y de la dimensión puramente <física> de la sociedad, un principio que tiene en sí mismo la correspondiente autoridad intangible y legítima.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

Si en tiempos pasados, pero ya pertenecientes al cristianismo, se podía hablar de una religio regalis (significativamente asociada a la figura bíblica de Melquisedec) y de un sacramentum fidelitatis -fórmula que confería, por analogía, la dignidad de un sacramento al compromiso de lealtad del seguidor y del súbdito con respecto al Soberano-, esta mística se conservó más tarde, como alma más o menos perceptible de una ética especial, la ética de la lealtad, la fidelidad y el honor.

(Notas sobre la Monarquía)

En tiempos normales, el hecho de que el hombre no esté siempre a la altura del principio y de una especie de <ascesis del poder> (el mismo que Platón consideraba indispensable en quienes aceptan una función de líder) no importa; Su función es siempre imprescriptible e intangible, porque no se obedece al hombre sino al Rey, y su persona es esencialmente un soporte para el despertar de esa capacidad de entrega súper-individual, de ese orgullo de servir libremente, de esa disposición a la acción y al sacrificio activo (cuando es necesario), que constituyen una forma de elevación y dignificación del individuo y, al mismo tiempo, la fuerza más poderosa para mantener unida la estructura de un organismo político.

(Notas sobre la monarquía)

El resultado de estas consideraciones es que no es posible separar la doctrina del «derecho divino» (siempre que no se reduzca a un instrumento político ad usum delphini, sino que se entienda en el plano de esa positividad espiritual que acabamos de mencionar) de la monarquía, sin destruir su más alta y tradicional justificación.

(Monarquía)

… hay que mantener vivo el sentimiento de una Monarquía trascendente o eterna, por así decirlo, que, como fundamento último de una u otra Monarquía real, subsiste independientemente de los destinos de ésta, como principio del que pueden surgir de nuevo nuevas formas tras períodos más o menos largos de silencio u oscurecimiento; períodos que corresponden a regresiones de uno u otro pueblo.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

II

MONARQUÍA Y ESTADO ORGÁNICO

…el principal fundamento del principio monárquico y su derecho superior radica en su responsabilidad de espiritualizar y dignificar la vida política y dar una justificación superior al principio de autoridad. En términos -en cambio- de mero bienestar económico-animal, en términos, es decir, de la trivial ecuación bienestar-felicidad, las perspectivas utópicas propias del mesianismo técnico marxista o soviético bien podrían hablarnos de un régimen o ideal político en el que, a la hora de distribuir racionalmente todo interés humano superior, ni siquiera las premisas para el derecho de una monarquía se plantearían, ni podrían aplicarse.

(Monarquía)

Si intentamos penetrar en el sentido último del comunismo y del marxismo, encontramos que ambos llevan la concepción del materialismo económico hasta sus últimas consecuencias. El factor fundamental y determinante de la historia y la sociedad es la economía: este es su factor político. La subordinación de la política a la economía es, pues, la consigna de las corrientes subversivas de las que hablamos. En la fase de transición, por tanto, es necesario propiciar el ascenso del Estado por la economía entendida como economía de masas, o economía colectivizada: primero la fase sindical, luego la fase más radical propiamente revolucionaria, con la eliminación o subordinación de todo lo que, según el marxismo, tiene mero valor de <superestructura>: En este término, como sabemos, el marxismo incluye todo lo que toda civilización de tipo tradicional, incluso de tipo burgués simple, ha considerado como valor: principios de orden ideal, morales, intelectuales en sentido superior, religiosos, etc.

(Monarquía)

…la monarquía deriva su significado original de un tipo de estado <corporativo>, en el que el individuo no tenía otro valor que el de estar en función de grupos progresivamente incluidos en una serie jerárquica.

(Monarquía)

La superioridad del sistema monárquico hereditario sobre el democrático o cualquier otro tipo de sistema no puede ni debe reivindicarse en términos simplemente seculares, políticos o prácticos. No se trata de una disciplina opaca, de un mecanismo estadístico, de una obediencia anodina o de un vulgar utilitarismo, sino de la fides, de la relación viva y viril del inferior

con el superior, que se refuerza progresivamente hasta el punto de significar que con tal fides, con tal dedicación, se llega a participar en algo superindividual y súper mundano, que no es entonces la mera <alma> de la nación como entidad naturalista, sino el punto en el que la nación se convierte en el cuerpo en el que se manifiesta victoriosamente una fuerza de lo alto – donde tal ideal pierde su fuerza, la monarquía no es más que una supervivencia, un símbolo vaciado, el sistema monárquico desciende, como dignidad, al mismo nivel que cualquier otro régimen político, frente al que ya no posee ningún derecho superior.

(Monarquía)

En efecto, hay que tener el valor de reconocer que existe un nacionalismo, criatura directa del jacobinismo y de la revuelta de las masas contra todo principio de autoridad superior, que incluso cuando asume formas autoritarias, pseudo-jerárquicas o dictatoriales, no es más que una desviación y una variedad del <demonio de la colectivo> que irrumpe en las ruinas del mundo tradicional hasta encontrar en los ideales soviéticos su conclusión lógica y, al mismo tiempo, su reducción al absurdo.

(Monarquía)

… mientras que el nacionalismo jacobino expresa el límite de algo meramente naturalista, esclavo de la sangre, del espacio, del tiempo y de la historia en un sentido estrecho y plebeyo, la monarquía expresa una fuerza de otra calidad, que viene a dar a la <nación> un sentido ya no colectivista y materialista, sino espiritual. Se puede decir que la monarquía representa el elemento supranacional inmanente a una nación.

(Monarquía)

Esto es, en efecto, lo que ocurría en la Edad Media en el símbolo del Sacro Imperio, donde todavía no había nacionalismos, sino nacionalidades, y no fórmulas de sumisión atraída, sino lealtad viva a los príncipes.

(Monarquía)

En efecto, hay que reconocer que la mayor dificultad que se interpone en el camino de una nueva unidad europea de civilización reside precisamente en el paso degenerativo de los pueblos de la nacionalidad al nacionalismo, que, al constituir las diversas razas en otras tantas entidades secularizadas y convertirlas, sin embargo, en conceptos divinos antagónicos, crea un cisma insuperable y ataca la unidad misma de la cultura europea. La experiencia

nos ha demostrado que es precisamente bajo la bandera del nacionalismo que el mundo ha conocido las guerras, que han presentado el aspecto inferior del odio, la violencia, el agravio y la denigración del adversario por todos los medios, en lugar del aspecto superior de la caballerosidad, la lealtad y el reconocimiento de los adversarios, que existía en la mejor época de la Europa monárquica.

(Monarquía)

Con la Monarquía, y con el sistema jerárquico del que debería ser la consecuencia natural, se sustituye el nacionalismo moderno, un fenómeno de origen sospechoso, cuyos efectos devastadores en Europa son conocidos por todos, por el sano, normal y tradicional sentido de nación (de <nacionalidad>), y una vez que la esfera política se ha liberado de los mitos nebulosos, se puede dar la debida importancia a esos valores superiores de la personalidad ética y espiritual, que naturalmente trascienden el hecho naturalista de la mera pertenencia a un determinado tronco étnico y a una determinada comunidad histórica, y que son la base de una sana diferenciación.

(Notas sobre la monarquía)

La restauración monárquica es, por supuesto, el punto de partida; inmediatamente después se plantea el problema de formular una doctrina general del Estado que implique una profunda revisión de las más altas instituciones políticas, una revalorización de las mismas en función de esos valores superiores, de los que la Corona es precisamente el exponente.

(Notas sobre la Monarquía)

El primer paso, en nuestra opinión, es una valiente reforma del sistema democrático de representación, de sus aspectos amorfos y puramente numéricos. Para muchas personas hoy en día, el término «corporativismo» puede ser fuente de cierta vergüenza, porque instintivamente asocian el corporativismo con el fascismo. Olvidan que el corporativismo como foro general existía mucho antes del fascismo, y formaba parte del sistema de los principales estados dinásticos, según un doble aspecto. El primer aspecto, en cierto modo pre-político, es el que se deriva de la propia etimología: se trata de tomar como modelo el ofrecido por las antiguas corporaciones, en las que la antítesis entre capital y trabajo, entre gestores (<maestros>) y trabajadores (<artesanos>) era inexistente, y de hecho existía una profunda solidaridad entre todas las fuerzas del proceso productivo,

(Notas sobre la Monarquía)

Pero para nuestro problema, el aspecto más importante del <corporativismo>, es el segundo, el de un sistema de representación según <cuerpos> y <competencias>, en lugar de según <votos> atómicos e informes, acumulables según las artes de los alborotadores y los demagogos. El concepto de <cuerpo>, en correspondencia con el concepto alemán de Stand y el francés de ordre, en los estados tradicionales se refería a unidades parciales de tipo no sólo económico; y esto también ocurría en la asamblea que se denominaba <Estado General>. Pero dado el carácter de la época moderna, que no equivocadamente ha sido definida por algunos como una <época económica>, pensaríamos en <cuerpos> en relación sobre todo con el ámbito económico, y como primer punto fijaríamos el concepto de Cámara Baja precisamente en términos de una cámara de representantes <corporativos> de la economía, representaciones basadas esencialmente en las competencias, definidas por tanto en términos <neutrales>, es decir, técnicos y apolíticos. De este modo, el dominio de la economía quedaría circunscrito: una esfera vasta e importante, pero no por ello sin límites y soberana, como querría el marxismo y, en general, como querrían todos los que saben concebir el Estado del Trabajo o Estado de la producción.

(Notas sobre la Monarquía)

La Cámara Alta, debería tener un poder, autoridad y significado muy diferente; debería ser la Cámara propiamente política, (política en un sentido superior no en un sentido realista y materialista) en contraposición a la Cámara Baja, o Cámara Corporativa; así constituiría el verdadero núcleo interno del Estado y, si se quiere utilizar una analogía orgánica, lo que es la <cabeza> no es un apéndice al servicio de la voz del cuerpo, sino la sede de funciones normativas, reguladoras y moderadoras superiores.

(Notas sobre la Monarquía)

De los miembros de la Cámara Alta se exigiría entonces una especial lealtad a la Corona, una lealtad en un sentido superior, severo, impersonal: casi en los términos de una Orden, guardiana de la idea misma que se encarna en el Estado monárquico. Elegidos por designación en base a criterios cualitativos y políticos, deberían asegurar un máximo de unidad y constancia a todas las directivas políticamente efectivas, discriminando, equilibrando, rectificando, haciendo actuar un orden superior de intereses y una autoridad superior.

(Notas sobre la monarquía)

Ya hemos dicho que la Cámara Alta, basada en la diferenciación orgánico-funcional entre las esferas política y económica, sería una extensión natural de la Monarquía; sus miembros serían la élite que el Soberano tiene a su alrededor. Poseídos de su función no por «votos» sino por el reconocimiento directo desde arriba de una dignidad natural y una cualificación inalienable, sería necesario reflejar en ellos la misma impersonalidad, la misma superioridad respecto a cualquier interés particular, la misma distancia respecto a las simples necesidades y contingencias del momento, la misma firmeza que se encarna eminentemente en el símbolo de la Corona. Monarquía, una Cámara Alta, una Cámara Corporativa de conocimientos técnicos y, si se quiere, una legislación especial destinada a restablecer un régimen de solidaridad anti-clasista en el seno de las distintas empresas o compañías, así es como creemos que sería un sistema político verdaderamente inmune al marxismo y al comunismo.

(Notas sobre la Monarquía)

III

ACTUALIDAD DE LA MONARQUÍA

En primer lugar, hay que tener en cuenta que todo espíritu superior no se limita a las contingencias del presente y rechaza la concepción de la historia como un desarrollo lineal irreversible y progresivo de la civilización. Muchas y diversas civilizaciones han surgido y caído en los escenarios de la historia. Todas las situaciones de la actualidad, a pesar de las dimensiones planetarias que están adquiriendo, pueden reducirse a un mero episodio que mañana puede dar lugar a formas completamente diferentes. De hecho, la crisis, las tensiones, los problemas inextricables en el tipo de civilización y sociedad actuales hacen que esta perspectiva sea más que probable.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

Los períodos en los que la Monarquía <no es actual> deben considerarse simplemente como aquellos en los que su principio se ha hecho latente, en los que ha pasado a un estado potencial. Podríamos decir, por tanto, que son periodos de «interregno». En otras épocas, cuando la mirada era capaz de abarcar espacios históricos de una magnitud desconocida para el hombre moderno, esta idea se expresaba claramente en mitos recurrentes en las más variadas civilizaciones de Oriente y Occidente. Se trata del motivo de un gobernante o héroe que, en realidad, nunca murió, sino que se retiró a un lugar invisible o inaccesible del que podría reaparecer algún día. En algunas versiones de este mito, la idea central está asociada a la del carácter efímero o meramente vicario de la institución tal y como existe en el periodo intermedio.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

En este plano, la cuestión de la viabilidad y del «cuándo» de la restauración puede ser también una cuestión secundaria, que nada debe prejuzgar: basta, mientras tanto, con que la idea monárquica, como idea-fuerza, proporcione la referencia adecuada para la batalla correcta.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

En primer lugar, al menos unos pocos hombres cualificados deben ser los guardianes del puro principio monárquico tradicional, permaneciendo tranquilos frente a quienes les acusen de perder el tiempo, de ser anacrónicos, de defender una causa perdida, de no tener ojos para la <realidad>. La «realidad» de la que pueden hablar se mide por el «hoy».

Toda idea tradicional, es decir, toda idea digna de ese nombre, no se mide con el <todo>, por lo que es la que debe llamarse verdaderamente real. En este ámbito, un orden de estudios y de alta doctrina, de evocación de símbolos y de mitos será siempre posible, cualesquiera que sean las circunstancias: basta con que se sienta la vocación.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

Lo que repugna especialmente a no pocos monárquicos de hoy es la falta de carácter que les hace asociarse al conformismo democrático. En Italia todo el mundo se proclama demócrata, es más, en la polémica todos compiten por presentarse como el exponente de la <verdadera> democracia, como lo hacen los propios comunistas, con mayor coherencia, si uno se atiene a la etimología de la palabra. En cambio, una verdadera idea de monarquía debería tener un poder revolucionario, debería constituir, en primer lugar, un reactivo enérgico y saludable contra esta estúpida infatuación de medias figuras morales, políticos y agentes de la subversión. Y aquí habría la notable ventaja de poder paralizar las amenazas de quienes, en este clima de aquiescencia bovina, encuentran conveniente estigmatizar como «fascismo» todo lo que no les gusta y va en contra de sus devastadoras ideologías.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

…si no conseguimos revolucionar en un sentido <tradicional>, es decir, en un sentido espiritual, al hombre moderno, secularizado, práctico, reducido a no ser más que un <animal político> en el sentido más bajo del término, despertando formas de sensibilidad y tipos de interés que han caído en la atrofia, entonces no habrá terreno adecuado para que el principio monárquico fructifique, se reafirme seria -e irresistiblemente- frente a ideologías inferiores y execrables, y se haga verdaderamente eficaz y sanador.

(Monarquía)

…sólo la verdadera idea monárquica puede dar al anticomunismo un punto de referencia positivo y un carácter radical, eliminando de él los rasgos de una simple reacción capitalista-burguesa. En efecto, si existe una antítesis clara, precisa e insuperable en el mundo político moderno, es la que existe entre la verdadera Monarquía y el Comunismo. Todas las demás formas no son más que soluciones híbridas, de compromiso, que carecen de la base de una doctrina completa, pensada hasta las últimas consecuencias.

(La monarquía como principio y como idea-fuerza)

Por lo tanto, hay que decir abiertamente que luchar por la monarquía no tiene sentido si no va a ser más que una especie de ornamento decorativo, algo que se añade al sistema existente, dejándolo como está.

(Para una doctrina monárquica del Estado)

Una monarquía secularizada es una monarquía que ha cavado su propia tumba. Pero también hay que añadir esto: el simple principio no sería suficiente, es necesario un entorno, como para un germen, para su desarrollo, un suelo adecuado.

(Monarquía)

Ahora bien, creemos que si uno se viera obligado a concebir la monarquía sólo en la forma vaciada y democratizada antes mencionada, lo que sólo es posible porque se trata de pequeños estados marginales, no implicados aún en el dinamismo de las grandes fuerzas de la época, bien podríamos acabar el juego en negativo.

Por otra parte, hay que reconocer que las conclusiones pesimistas sobre la monarquía parecen en gran medida justificadas si se plantea la situación del mundo actual y se considera que es irreversible, destinada a continuar indefinidamente. Esta situación se define por el materialismo general, la prevalencia de los bajos intereses, el error igualitario, el régimen de masas, la tecnocracia y la llamada “sociedad de consumo”. Sin embargo, comienzan a multiplicarse los signos de una profunda crisis en este mundo de bienestar y orden ficticios. Ya se perciben diversas formas de revuelta, por lo que no es descartable que se llegue a un estado de tensión y a un punto de ruptura, y que, sobre todo ante posibles situaciones liminares, se vuelvan a despertar mañana diversas formas de sensibilidad, reacciones similares a las que es capaz un organismo cuando su ser más íntimo está mortalmente amenazado.

(Significado y función de la Monarquía)

El declive de los regímenes tradicionales tuvo dos causas, que actuaron sólidamente incluso antes de que se añadiera el clima materialista de la civilización moderna y la sociedad industrial. Por un lado, en la cúspide, estaba la creciente incapacidad de encarnar plenamente el principio, sobre todo cuando las estructuras generales empezaban a crujir; por otro lado, en la base, estaba la pérdida, en las personas que se habían convertido más o

menos en “masa”, de cierta sensibilidad, de ciertas capacidades de reconocimiento. Por tanto, la posibilidad de una restauración monárquica está sujeta a una doble hipoteca, y aparece condicionada a la eliminación de ambos factores negativos. Por un lado, se requerirían soberanos que no debieran su prestigio únicamente a su elevada posición en el símbolo que les hacía sombra, sino que fueran capaces de afrontar cualquier situación como exponentes de una idea y un poder superiores. Por otro lado, tendría que haber un cambio en el nivel mental y moral general de las masas, cuya necesidad siempre hemos subrayado.

(Significado y función de la Monarquía)

En resumen, el principal requisito para un renacimiento de la monarquía de acuerdo con la dignidad y la función antes mencionadas es, en nuestra opinión, el despertar de una nueva sensibilidad para un orden que se desprende del nivel más material e incluso simplemente “social”, y tiende hacia todo lo que es el honor, la lealtad y la responsabilidad, porque tales valores tienen su centro de gravedad natural en la monarquía; mientras que, a su vez, la monarquía se degradará, se reducirá a una mera supervivencia formal y decorativa cuando tales valores no estén vivos y operando, ante todo, en una élite, en una verdadera clase dirigente.

(Significado y función de la Monarquía)

El sentido de lo que no puede venderse, comprarse o usurparse en términos de dignidad y participación en la vida política es un factor decisivo y se escurre como agua entre los dedos de aquellos que sólo piensan en términos de materia, ventaja personal, hedonismo, funcionalidad y racionalidad. Si ya no se puede hablar de ese sentido como resultado del famoso “sentido de la historia” marxista, que pretende ser irrevocable, entonces la causa monárquica bien podría dejarse de lado de una vez por todas. Esto equivaldría también a profesar el más sombrío pesimismo respecto a lo que aún puede apelarse en el hombre de los últimos tiempos.

(Significado y función de la monarquía)

Por lo tanto, conviene repetir que el destino de la monarquía parece ser, en cierto sentido, parte integrante del de la civilización moderna en su conjunto y, más concretamente, depende de cuál sea la solución a una crisis que, como sugieren muchos indicios, está afectando a los fundamentos mismos de esa civilización.

(Significado y función de la Monarquía)

Aunque no seamos tan optimistas sobre las posibilidades internas y externas que le quedan al hombre occidental, sigue siendo nuestra tradición romana desear quod bonum faustumque sit, y nosotros mismos nos unimos a la esperanza de que otros se sumen a las figuras reales más dignas de nuestro tiempo, en Europa y en el mundo, con manos verdaderamente capaces de volver a sostener, con todo el poder, la espada y el cetro, para que el antiguo mito tradicional de los monarcas como manifestación de una fuerza de lo alto, de la gloria, la “salud” y la victoria vuelva a ser una realidad viva.

(Monarquía)

BIBLIOGRAFÍA EVOLIANA ESENCIAL

SOBRE LA MONARQUÍA (I)

(editado por Giovanni Conti)

El carácter sagrado de la realeza – en <La nobiltà della Stirpe>, IV, Nº. 1 de enero de 1932, págs. 117-126.

Monarquía – en <Rassegna Italiana>, XVII, Nº. 193 – junio de 1934, págs. 499-507 (2).

Trascendencia de la Monarquía – en <Italia Monarchica>, 5 de enero de 1950.

Es Rey quien nada teme – en <Il Nazionale>, 23 de abril de 1950.

Reyes sanadores – en <Roma>, 17 de febrero de 1955.

El rojo revolucionario y el rojo de los soberanos- en <Roma>, 4 de mayo de 1955.

Mística de la Monarquía – en <Monarchia>, Nº. 1 – abril de 1956, págs. 32-36 (3).

La Monarchia e la Camera Alta – en <Monarchia>, nº 2 – mayo-junio 1956, págs. 47-51 (3).

La Monarchia come principio e come idea-forza – en <Monarchia>, Nº 3 – noviembre de 1956, págs. 31-36 (3).

Monarchia, dittatura, partito unico – en <Il Conciliatore>, VIII, Nº. 5 – mayo de 1959, págs. 93-94.

Rivoluzione dall’alto – en <Conciliatore>, XI, Nº. 12 – diciembre de 1962, pág. 251.

Per una dottrina monarchica dello Stato – en <Il Conciliatore>, XII, Nº. 3 – Marzo 1963, págs. 58-59.

Idee per una Destra. II Monarchia necessaria – en <Il Borghese>, XVII, Nº. 43-24 de octubre de 1968, págs. 359-360 (4).

Sul significato e la funzione della Monarchia – Apendice al volumen de LOEWENSTEIN: La Monarchia nello Stato moderno (Volpe, Roma, 1969).

(1) Véase también: Rivolta contro il mondo moderno (1943) (IV ed.: Edizioni Mediterranee, Roma, 1974), en particular los capítulos 2 (La regalità), 3 (Il simbolismo polare, Il Signore di pace e giustizia), 10 (Liniziazione e la consacrazione) y II (Sulle relazioni gerarchiche tra regalità e sacerdozio) de la primera parte: Orientamenti (1905) (III ed.: Ed. Edizioni Europa, Roma, 1975), punto 7; capítulo III (Autorità – Sovranità – Imperium) de Gli uomini e le rovine (1953) (III edición: Volpe, Roma, 1972); capítulo V de Il Fascismo visto dalla Destra (1964) (III edición: Volpe, Roma, 1974). Véanse también los ensayos Rivoluizone dall’alto, Inversione dei simboli, Il mito della regalità futura y L’amore del lontano en Ricognizioni (Uomini e problemi) (Edizioni Mediterranee, Roma, 1974).

(2) Comentario al libro Monarchy de Sir Charles Petrie (Londo, 1933).

(3) Reproducido en Note sulla Monarchia, a cargo de Tommaso Romano (Ediciones Thule, Palermo, 1972).

(4) Reproducido en «Omaggio a Evola» en «La Destra», IV, nº. 7 – julio de 1974.

Julius Evola puede ser considerado sin duda como uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo.

Ediciones Thule, que tuvieron el honor de publicar sus <Note sulla Monarchia> y <Prospettive sui Miti della Spiritualità Eroica>, han editado también dos ensayos críticos -con diferentes enfoques doctrinales- <Evola e il Nichilismo> de P. L. Aurea y <Modernità e Tradizione nel pensiero evoliano> de Piero Vassallo, prueba del interés por uno de los espíritus más inconformistas de nuestros agitados tiempos.



Julius Evola. El hombre de la tradición con Eduard Alcántara | Pura Virtud
julio 23, 2022, 9:12 pm
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Guillermo Mas Arellano nos convocó en su canal para hablar de la vida y de la obra de Julius Evola: