Julius Evola. Septentrionis Lux


Septentrionis Lux
agosto 23, 2009, 12:11 am
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En Septentrionis Lux defendemos una visión Tradicional de la existencia en la línea descrita por autores como René Guénon y, especialmente y por encima de ningún otro, Julius Evola. Éste nos marcó las directrices, los principios y los valores por los que siempre se ha regido toda sociedad de corte Tradicional. Y, además, concretó, especialmente, los que eran inherentes al tipo de hombre y al mundo indoeuropeos; es decir, a nuestro ámbito (a pesar de esto último no se abstuvo en exponer los elementos válidos hallados en otro tipo de ámbitos). Tenemos claro que es en la Tradición donde encontramos las antípodas del decadente, materialista, disoluto, disolvente y corrosivo mundo moderno al que nos oponemos radicalmente y sin componendas de ningún tipo. Y como tenemos claro esto es por lo que ensalzamos, y ponemos como modelo a seguir, aquellas organizaciones políticas y/o metapolíticas y aquellos períodos de la historia y de la metahistoria (la más emparentada con el mito) en los que los valores de lo Alto rigieron la vida de las personas y sus aspiraciones últimas. Por ello hacemos bandera de la Grecia aquea y dórica (de Esparta,…), de la antigua Roma, de la saga artúrica, de los ciclos del Grial, del Alto Medievo, del Sacro Imperio Romanogermánico, del gibelinismo, de los Templarios, de los Fieles de Amor o de los originarios Rosacruces.

Con estos referentes no nos mueve otro interés que el de la difusión de los ejes doctrinales que conforman la cosmovisión Tradicional y el de la valoración de los aconteceres y de las formas actuales a la luz de la Tradición.

La razón de la adopción de la denominación de “Septentrionis Lux” (=Luz del Norte) puede entenderse recordando algo que en su día escribimos para hablar de los primordiales indoeuropeos:

Raza portadora de un tipo de espiritualidad y de una cosmovisión solar-uránica, olímpica (inmutable, serena, sobria), viril, patriarcal, ascendente, vertical, jerárquica, diferenciadora, ordenada y ordenadora, heroica (en el ámbito del carácter y en el sentido del que lucha por reconquistar la divinidad, la inmortalidad que se encontraba en estado latente, casi olvidada, en su interior),… Representativa, dicha cosmovisión, de lo que Evola definió como Luz del Norte.”

Para más ahondar en el significado de este concepto también, en ocasiones, lo hemos tratado confrontándolo a su vez con su opuesto: el de una ´luz del sur´ de cuyos nefastos influjos deberíamos ser ajenos:

La denominada como ´luz del norte´ vendría asociada a conceptos como el de la jerarquía, la diferencia, lo vertical, lo solar, lo estable, lo inmutable, lo eterno, lo imperecedero, lo patriarcal y a valores como el honor, el valor, la disciplina, el heroísmo, la fidelidad,… Y, por el contrario, la calificada como ´luz del sur´ abanderaría conceptos como el del igualitarismo, lo uniforme y amorfo, lo horizontal, lo lunar, lo inestable, lo mutable, lo caduco, lo perecedero, lo matriarcal, lo sensual, lo instintivo, lo hedonista, lo concupiscente,…”

Incluso, circunscribiéndonos a un plano psíquico o anímico “podríamos decir que la Luz del Norte contemplaría a aquél que rebosa autocontrol, equilibrio, serenidad, sobriedad, coherencia, prudencia, templanza, medida, discreción, calma,…, mientras que la Luz del Sur ”’iluminaría” a los individuos tendentes a lo disoluto y disolvente, al desenfreno, al desorden referente a hábitos y modo de vida, a la inestabilidad, al desequilibrio, a la jarana, a la embriaguez,…”



La profecia de Álvaro D’Ors
agosto 22, 2009, 1:12 pm
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Gran romanista -ganó la cátedra de Derecho Romano en la Universidad de Granada en 1943-, además de abogado y jurista, era también pensador político tradicionalista (y es que , aunque algunos les cueste creerlo, el franquismo dio pensadores de la talla de los falangistas Arrese, Muñoz Alonso, Legaz Lecambra o de tradicionalistas como Gambra, Fernández de la Mora o Elías de Tejada, sólo por citar unos cuantos), era hijo del gran Eugeni D’Ors, escritor, ensayista, filósofo, crítico de arte e ideólogo de la Falange. Su hermano, el gran arquitecto Víctor D’Ors, al igual que su padre, también fue falangista -fue el creador del logotipo de FE e inspirador durante la Cruzada de la «Ciudad Azul»,  un proyecto urbanístico falangista donde las sedes o «Casas de la Falange», a modo de Templos del Nuevo Orden, eran concebidos como los centros espirituales de dicha ciudad. Sin duda, el primer franquismo (1936-59), antes del desarrollismo tecnocrático, estaba inspirado desde el punto de vista arquitectónico en el citado modelo, calificado de manera peyorativa por algún imbécil de «imperial» y «colosalista»-. Álvaro, sin embargo, se encaminó hacia el tradicionalismo carlista y durante la Cruzada luchó en un Tercio del Requeté, aunque con posterioridad creía, al contrario de otros carlistas, más en la «legitimidad de ejercicio» que en la «legitimidad de orígen», hasta llegar a no rechazar del todo, al igual que el gran Fernández de la Mora, la idea de una República Presidencialista -equivalente a un Monarcato sin realeza-, al comprobar la degeneración y plebeyización de las dinastías europeas que quedaban (de hecho y por idénticos motivos, Blas Piñar afirma en su libro de 1979 «¿Hacia la III República?» conocer a varios carlistas de la época que ya abogaban por una «República tradicionalista» o de una «República bicolor»).

Álvaro D’Ors, además de fascinado por los clásicos griegos y romanos, sintió una gran admiración por la corriente de pensamiento alemana «Revolución Conservadora», principalmente por Carl Schmitt al que dedicó su libro «De la Guerra y la Paz» en el año 1954. Ya hemos dicho en alguna ocasión que la filosofía regeneracionista de finales del siglo XIX y primer cuarto del siglo XX, al igual que la corriente de pensamiento fundada y liderada por el gran Ramiro de Maeztu, «Acción Española» a partir de 1931 -de la que emanaría con posterioridad la famosa y non-nata «Generación del 48» a la que pertenecía Álvaro, entre otros-, ambas corrientes, repetimos, son una versión hispánica de lo que se denominó en otros lugares de Europa «Revolución Conservadora». Una revolución elitista y aristocrática en contra de los valores plebeyos de la Revolución Francesa -y de la norteamericana que la antecedió- y de la subversión moderna.

Álvaro, que sentía una gran admiración por el Franco-Militar, fue crítico, sin embargo, por el Franco-Político, sobre todo por no respetar los fueros regionales, aunque reconoce que su «centralismo» -desde luego más moderado que el de la basura borbónica que le precedió- quizás fue impuesto por las circunstancias. De hecho, respetó los fueros de Navarra y Álava y a punto estuvo de hacerlo con los de Vizcaya y Guipúzcua y de Cataluña de no ser por la presión de los militares, pero también -como señalan los historiadores Pío Moa y Vaca de Osma- de la traición de los separatistas. Álvaro D’Ors, opinaba que la España de Franco también perdió la II Guerra Mundial al igual que el resto de Europa, y aún sin haber participado directamente en ella, ya que los vencedores de aquella fueron sus enemigos metafísicos -de España y de Europa toda-: el Comunismo y el Capitalismo. Las consecuencias funestas para Europa que tuvo la tristemente célebre «Conferencia de Postdam» de los «tres grandes» -y antieuropeos: EEUU, Inglaterra y URSS-, en lo que respecta a España, fue ejecutada con 30 años de retraso. El Borbón y sus secuaces se encargarían a partir de 1975 de ejecutar aquella sentencia de muerte contra la España de Franco, para acabar convirtiéndonos en un país de dóciles autómatas y de consumidores chiflados.

El libro del cual extraeremos un párrafo muy interesante, «La violencia y el Orden», está escrito en 1986, es decir antes de la caída de la URSS y del Bloque comunista. En dicho libro, coincidiendo con el Maestro Julius Evola, Álvaro dice que tanto el Capitalismo como el Comunismo, los dos modelos de globalización que entonces pugnaban por triunfar plenamente en el mundo mediante aquella mascarada diabólica que fue la «Guerra Fría», eran además de intrínsecamente perversos por igual, metafísicamente iguales desde el punto de vista materialista. Es más, Álvaro estima como mucho más peligroso el Capitalismo, ya que con la derivación de este último hacia el Consumismo puro y duro (el «Quinto Estado» del que hablaba Julius Évola, es decir, el reino de los parias, de los que carecen de Tradición y de Raza verdadera, de la plebe, la civilización sin rostro), crea seres pervertidos y sin alma. Si el comunismo, con su brutalidad característica, creaba mártires, el Capitalismo, dado su forma sibilina de actuar y el embotamiento de los sentidos y a la imbecilidad a la que conduce, crea auténticos demonios, seres corrompidos enemigos de todo tipo de espiritualidad y dominados por la maldad. Para el gran Álvaro, la Política (con mayúscula), al igual que para José Antonio Primo de Rivera -por el que sentía una gran admiración- como para la gran mayoría -por no decir todos- de pensadores de la Derecha tradicional y metapolítica, la Política, repito, era Teología, Mística y Poesía. Servicio y Sacrificio. Dan náuseas sólo pensar en qué ha terminado convirtiéndose para la plebe la política (en este caso, con minúscula). A continuación el texto premonitorio que todos los verdaderos europeístas deseamos que acabe cumpliéndose para el bien de la Patria de nuestros ancestros -Europa- y para mal de esa pseudo-civilización maldita, caricaturesca, mezcla de infantilismo y senilidad, que es la americana.

¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!! ¡¡¡ARRIBA EUROPA!!!.

POR LA TERCERA ROMA: ¡¡¡SALUD Y VICTORIA!!!.

«Es evidente que en el hemisferio del Consumismo la vida es más llevadera, y no deja de haber aquí cierto aire de libertad, aunque las elecciones suelen estar muy condicionadas por la seducción de las masas, que ha alcanzado una perfección técnica irresistible, y que esta apariencia de libertad falta en el hemisferio comunista. Pero no es menos cierto que el deterioro humano del Consumismo, al ser más placentero e insensible, resulta por ello mismo mucho más letal que la brutal disciplina del Comunismo. Éste, por lo menos, puede hacer mártires, en tanto que el Consumismo no hace más que herejes y pervertidos (algo parecido dijo Évola en su «Cabalgar el Tigre», apuntamos nosotros).

HAY TODAVIA UNA VENTAJA EN EL ESTE que no suele tenerse en cuenta, pero que me parece muy importante: el Este no sufrió la corrupción protestante, de suerte que, bajo la larva marxista, se esconde todavía un cristianismo, aunque pueda ser cismático, menos contaminado que el del Oeste, corrompido por la Reforma Protestante. Si algún día esa larva marxista pudiera ser eliminada, quizás sería del Este de donde otra vez habría que esperar la Luz: ¡Ex Oriente Lux!. Y bajo el quizá Mito de Moscovia como LA TERCERA ROMA no sabemos si no late todavía una verdad misteriosa que el futuro nos pueda desvelar. Pero el futuro sólo es de Dios, y los hombres no podemos predecirlo sin una gracia especial para ello.

En definitiva, puede haber una guerra mundial o puede ésta no ser necesaria, pero, en todo caso, ese NUEVO ORDEN sólo puede venir por la «violencia de Dios», la theou bía que decían los griegos… Las victorias implican siempre violencia: PARA UN NUEVO ORDEN, UNA NUEVA VIOLENCIA».

«La Violencia y el Orden». Tratado de Teología Política, 1986. Álvaro D’Ors.