Julius Evola. Septentrionis Lux


LA PIEDRA: SIMBOLO DE LA TOTALIDAD
enero 4, 2023, 4:34 pm
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Cristo como símbolo de la Piedra Pilosofal en la Tradición Hermética: CHRISTUS PHILOSOPHORUM. Un texto hermético alemán dice: «Nach meinem viel unnd manches leiden unnd marter groß / Bin ich erstanden / clarificiert / und aller machtel bloß». La traducción más o menos sería así: «Después de mis muchos sufrimientos y gran mártir / me levanto de nuevo transfigurado, de todo libre de mancha». Por ello la consigna ¡VIVA CRISTO REY!, para nosotros adquiere más un carácter metapolítico y metafísico que puramente religioso o devocional. V.I.T.R.I.O.L.acrónimo hermético en latín que significa “visita interiora terrae rectificando invenies occultum lapidem”: “Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta”. Dice el Evangelio:«¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?. ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo». Esa «piedra oculta» de la que hablaban los hermetistas del Medievo, es el «Átomo Crístico» del que hablaban posteriormente los Rosacruces, cuyo alumbramiento e iluminación del mismo comparaban simbólicamente con la apertura de una rosa roja, con la Copa del Santo Grial -elaborada precisamente a partir de una piedra-, y también con el Sagrado Corazón de Jesús radiante.

“La piedra, símbolo de lo perdurable, lo imperecedero, en muchas culturas símbolo de poder divino, representa hoy día al símbolo del ser. Su dureza y duración”. 

Juan Eduardo Cirlot 

“Cada objeto creado es como el reflejo de las perfecciones divinas, como un signo natural y sensible de una verdad sobrenatural». 

Jules Le Bêle 

“La piedra hoy día ha escapado de las manos del hombre, llegando a ser sólo un material que no tiene el valor simbólico de los antiguos, ya que ha sido fácilmente reemplazado por otros. Pero no por eso se olvidará la importancia que tuvo este símbolo para la Antigüedad”. 

Gregorio Vásquez 

   «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (San Mateo 16,13-20); como vemos, en el cristianismo primigenio la piedra se convierte en el fundamento, en el símbolo fundacional por excelencia de la Iglesia creada por Jesucristo (1); por otro lado Jesucristo, en el mismo Evangelio es definido como «la piedra misma que rechazaron los constructores… y la salvación no está en ninguna otra»; Cristo, pues, se convierte en la «piedra angular», en la estabilidad de un fundamento seguro en medio de las turbulencias y vaivenes caóticos de un mundo en ruinas. En todas las sociedades tradicionales la piedra tuvo un simbolismo sagrado y solar, y evidentemente, una función “polar”; ella simbolizaba la solidificación del Verbo divino, del rayo celeste. Uno de los grandes Testigos de la Tradición de esta fase final de la Edad Oscura o Kali-Yuga, el español Antonio Medrano -recientemente fallecido (2022)-, decía que “junto a la idea de solidez, de firmeza y estabilidad espiritual, la roca materializa el principio celeste y luminoso -la piedra como una manifestación de la Luz que desde el Cielo se proyecta sobre la Tierra hecha materia sensible-; por otro lado, lleva implícito un claro significado guerrero: téngase en cuenta su resistencia a cualquier tipo de ataque y su poder ofensivo y destructivo”, de ahí que en las sociedades arcaicas la piedra fuera el principal instrumento mediante el que creaban sus armas de caza o combate y útiles de trabajo; por ello también tenían una función o carácter sacro. Incluso en épocas relativamente recientes, antes del surgimiento de la subversión moderna (cuya génesis habria que situarla en torno a los siglos XIV-XV), para las hermandades de constructores tuvo idéntico carácter sagrado; es más, el trabajo y pulido de la misma era paralelo, en términos metafísicos, a un proceso de transformación y perfeccionamiento interior, de elevación del que la trabajaba. La finalización del trabajo, de la tarea constructiva -la «Obra Bien Hecha»-, era asimilada a la consecución de la Piedra Filosofal de los hermetistas, la culminación de la Gran Obra -la «Obra al Rojo»-. El historiador del arte y gran experto en simbolismo cristiano John Baldock, partiendo de la premisa de que el Cristianismo primigenio fue una doctrina fundamentalmente iniciática y mistérica (coincidiendo en ello con otros autores como René Guénon, dicho sea de paso), comparó la búsqueda del «Elixir de la Vida» y de la «Piedra Filosofal» de los hermetistas, con la misma doctrina cristiana. Las piedras en las sociedades arcaicas también eran consideradas como seres vivos –y desde el punto de vista de la aberración progresista el Medievo también sería arcaico, símbolos de la durabilidad, perennidad y de la eternidad. Por otro lado también son seres cargados de años y de experiencia, y a su vez portadoras de energías sutiles y de potencialidades que pueden tener el poder de transformar y de despertar a todo aquel cuya concepción del mundo y de la existencia son vistas, simbólicamente hablando, con el «Ojo del Corazón» (el corazón como símbolo del Centro del Mundo –Axis Mundi– y de la inteligencia intuitiva; evidentemente estamos hablando de un tipo humano que en esta Era Crepuscular en la que estamos inmersos, Julius Evola definía como el Hombre de la Tradición). 

   Históricamente en el mundo antiguo, muchas piedras o rocas eran consideradas como «moradas de la deidad», y a su vez como símbolos del Centro Primordial que después de la Caída -Pecado Original- se ocultó en el interior de la tierra (y de las piedras, de ahí su simbolismo espiritual y sagrado metahistórico), pero que según la doctrina tradicional se restablecerá al final de la Edad Oscura o Kali Yuga, tras la «consumación de los siglos»; por ello ese Centro Primordial es asimilado a una Montaña Sagrada, a su vez considerada en todas las sociedades y culturas tradicionales como residencia de los Dioses. Por lo tanto, ambas (Piedra y Montaña, símbolos por tanto del Microcosmos y del Macrocosmos; Montaña en pequeño Piedra en grande respectivamente…), simbolizan por igual al Centro o Eje del Mundo, ya que éste se mantiene estable, inconmovible, invariable e inmóvil en el curso de todo un Ciclo Humano o Manvantara, como una Isla en medio de las turbulencias y tempestades del mar. Es aquí cuando tiene todo su sentido la consideración de Jesucristo como «Héroe Universal de todos los Ciclos Humanos» (Isidro-Juan Palacios), ya que sobre él se recapitularon, tanto desde un punto de vista histórico como metahistórico, todos los grandes Mitos de la Tradición Primordial y Sapiencial. Cristo, Rey de Reyes, la Piedra Angular y del Fundamento que, según el Apocalipsis de San Juan, pondrá fin a este mundo disoluto para fundar otro nuevo, una nueva Edad de Oro: «Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar. Vi también bajar del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Venía de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. Y oí una voz poderosa que decía desde el trono: —Esta es la morada que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo y él será su Dios. Enjuagará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido» (Apocalipsis de San Juan, 21:1-25).

La modernidad, auténtica subversión netamente antitradicional (contra-tradicional más bien hoy) y regresiva-involutiva (no digamos desde el punto de vista espiritual), ha sustituido la piedra por parodias grotescas e infernales de la misma, como no podía ser de otra forma, ya que de esa maldita pseudo-civilización sólo emana fealdad y corrupción (2): «La piedra es materia divina y en ese sentido representa a la doctrina revelada, suprahumana, incorrupta. Pero cuando el hombre comprende literalmente y quiere agregar a la obra materiales puramente humanos, construye con ladrillos y betún una verdaderaTorre de Babel (Génesis XI) y las lenguas y los entendimientos se confunden. El edificio queda inconcluso y las energías se dispersan. Por eso debemos construir en piedra. Hemos de rescatar, una a una, en su esencia, las piedras que constituyen las ideas cosmogónicas reveladas; y habremos de tallarlas con sumo cuidado, de modo que les agreguemos fuerza y belleza, dándole a cada una la forma particular que le corresponda sin que su contenido esencial se afecte en modo alguno»(Fernando Trejos). Esto último es algo que entendieron muy bien las hermandades de constructores del Medievo, para los que trabajar, modelar la piedra era una función sagrada, un verdadero rito iniciático, al igual que los oficios relacionados con la construcción. Aún hoy, nos fascina (a algunos…) la impresionante belleza y la sabiduría que hay o se esconde en las iglesias, ermitas, categrales, monasterios, etc. que se construyeron por toda Europa en aquel verdadero Ciclo Heroico pleno de alta intelectualidad y espiritualidad, y hoy tan incomprendido como vilipendiado o despreciado. El símbolo es algo que expresa la unión inquebrantable entre el Creador y su Creación, y así se concibió en las grandes construcciones de las civilizaciones tradicionales, como símbolos petrificados, y así fueron concebidas también durante la civilización megalítica; dice Gregorio Vásquez que en dichas sociedades y civilizaciones, «a la piedra se le atribuía la virtud de almacenar las fuerzas de la tierra y transmitirlas por contacto a las personas»; imaginémonos por un momento, pues, las «fuerzas que se almacenan» en los materiales infernales con que hoy se efectúan las modernas construcciones y las transmisiones que hacen a los endemoniados hombres-masa de nuestra época terminal y paródica… 

   Entrando en el simbolismo de las hermandades de constructores del Medievo, en cuanto al trabajo y modelado de la piedra, habría que distinguir 6 fases dentro de este proceso a la vez sagrado y artístico –«Ora et Labora»-, evidentemente entendiendo el arte como una de las manifestaciones de lo divino.

I -LA PIEDRA BRUTA: Significa la materia prima primigenia, sin trabajar, símbolo del caos previo a la Creación. Desde un punto de vista iniciático se asimilaría herméticamente al primer proceso de la Gran Obra alquímica, la «Obra al Negro». Esta primera fase sería una etapa de «desbastado» tanto exterior como interior; etapa de lucha contra los demonios interiores y de destrucción inicial del Yo Egótico. Etapa de purificación interior.

 II -LA PIEDRA DE LA FUNDACIÓN: La primera piedra de la construcción, que estaba situada en el ángulo Noreste de la misma, simbolizando con ello el Centro Primordial y Polar así como la salida del Sol; en el hermetismo cristiano simbolizaría al sucesor de Jesucristo, el Apóstol San Pedro: «Tú eres la Piedra sobre la que edificaré mi Iglesia…»

 III -LA PIEDRA FUNDAMENTAL: Situada en el centro de la base del edificio entre las cuatro columnas fundacionales, simbolizando las mismas a los 4 Evangelios (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan); además la misma forma un eje vertical simbolizando su función polar, su función de unión del Cielo con la Tierra.

 IV -LA PIEDRA ANGULAR: El principio dominante de la construcción, situada en la cúpula que lo corona simbolizando la bóveda celeste. En el hermetismo cristiano simbolizaría al mismo Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de Señores.

V -LA PIEDRA CÚBICA: Simboliza la finalización de la obra desde el punto de vista material, lo cual equivaldría en la Tradición Hermética en la «Obra al Blanco», la Obra Menor asimilada a la Vía Mística -lunar-.

 VI -LA PIEDRA CÚBICA EN PUNTA: Simbolizaría la finalización definitiva de la construcción, esta vez desde un punto de vista espiritual y metafísico; dicha forma aparece en muchos campanarios de iglesias tando románicas como góticas (incluso en algunas construidas -al menos en el caso de España-, en etapas relativamente recientes…), simbolizando el conjunto -Piedra y Campana- el Mensaje y la Voz de Dios, dejando claro, pues, una función eminentemente axial y polar. Desde el punto de vista hermético estaría asimilado a la «Obra al Rojo», y por tanto a la consecución de la Piedra Filosofal, simbolizando la iluminación y la realización espiritual. Sería la culminación de la Obra Mayor, asimilada a la Vía Iniciática -solar-. CRHISTUS PHILOSOPHORUM

En el Cristianismo Europeo la piedra aparece ligada a muchos mitos y leyendas, mismamente el Santo Grial aparece como una piedra en varios relatos; según algunas leyendas la mismo había sido traída originariamente a la Tierra por un grupo de ángeles; en otras es Parsifal quien la encuentra según la leyenda artúrica; en otras, sin embargo, se trataría de una piedra desprendida de la corona de Lúcifer en su batalla mítica y metahistórica -que tiene paralelismos con otras leyendas y mitologías de otros pueblos tradicionales (4)- contra los ángeles fieles a Dios, dicha piedra sería luego tallada por los ángeles victoriosos y acabaría en forma de cáliz en la Santa Cena donde Jesucristo instituiría el sacramento de la Eucaristía; según otra leyenda esa misma copa sagrada sería utilizada por José de Arimatea para recoger la sangre de Cristo que emanaba del costado tras la lanzada de Longinos. Tenemos también la leyenda de la extracción de una gran roca, de la espada mágica Excalibur por parte del Rey Arturo; en España tenemos la preciosa leyenda del Apostol Santiago -el Hijo del Trueno-, fundador espiritual de España, según la cual, «sobre el año 40 y “en carne mortal”, Nuestra Señora se apareció al atribulado grupo sobre una columna de jaspe en Zaragoza, sobre el famoso “pilar” que ha dado nombre a su advocación como “Virgen del Pilar”, la “Pilarica”. Con su presencia les dio los ánimos que necesitaban para perseverar pese al aparente fracaso. Gracias a la Virgen María, aquel grupo de misioneros inició la evangelización de España y España, más tarde, la del mundo entero. Por eso es la Patrona de España y de la Hispanidad. La Iglesia se apoya en los Apóstoles y ellos en Cristo y en María. La “Pilarica” se constituyó para siempre en base sólida en la que sustentarnos cuando todo viene en contra, cuando ya no podemos más, cuando se nos quiebra el valor, la fuerza e incluso la esperanza»(José Rafael Sáez). Muchas apariciones divinas y virginales también tuvieron por protagonista directa o indirectamente al elemento pétreo: la Santa Cova, de la Virgen de Montserrat (Barcelona); el mito de Don Pelayo y la Virgen de Covadonga en Asturias, «es curioso cómo la leyenda del nacimiento de España, de su mito, la hace renacer, después de muerta, de una cueva. Como Cristo, que naciera y resucitara de las entrañas de la tierra, así también España resurge de Santa María parturienta y de un héroe godo -Pelayo-» (Isidro-Juan Palacios); en Lourdes (Francia), la aparición de la Virgen María en la gruta de Massbielle; la Virgen de La Salette (Francia), que según la tradición cuando aparecía «lloraba sobre las piedras»; La cueva fue el santuario primordial, el verdadero Templo desde la más alta prehistoria donde se reunían los cazadores y guerreros y efectuaban sus ritos de iniciación, ahí guardaban sus armas y herramientas sacralizadas y sus tesoros, ahí pintaban sus animales totémicos, de poder; ellos eran «Nacidos de la Piedra», pues es ahí donde alcanzaban el Segundo Nacimiento, es decir, el nacimiento espiritual alcanzado después de ceremonias iniciáticas y ritos de paso; «Al sortear las pruebas laberínticas el candidato visita el interior de la tierra, desciende a los infiernos, muere al mundo profano, y nace por segunda vez, regenerado, recuperando así su Centro y elevándose por el Eje hacia las regiones del verdadero Ser» (Fernando Trejos). Recordemos que Jesucristo nació en una cueva y tras su muerte su cuerpo fue introducido en otra -el sepulcro-, una vez resucitado derribó la puerta del mismo, también hecha de piedra… Citando nuevamente al autor tradicionalista católico Isidro-Juan Palacios («Apariciones de la Virgen. Leyenda y realidad del misterio mariano», 1994), «el Cristianismo significa que el Verbo de Dios (antes ritualizado, divinizado en los dioses, asumido en los héroes míticos, emblematizado de mil formas en los símbolos religiosos) se hizo carne y habitó entre nosotros». Hay que tener en cuenta que, en el mundo arcaico y antiguo, en todas las civilizaciones tradicionales en definitiva, los símbolos, los ritos y las liturgias eran una manifestación del Cielo en la Tierra, instrumentos para llegar a una auténtica hierogamia, un matrimonio sagrado entre lo divino y lo humano, entre lo invisible y lo visible, y, evidentemente, algo que el moderno subhumano democrático y progresista odia o rechaza de pleno. Sacralización de la vida, visión espiritual de la propia existencia y concepción trascendente del mundo, así han de ser los nuevos «Nacidos de la Piedra», los Hombres de la Tradición de esta época terminal que conciben a este mundo a oscuras y en tinieblas, como a una gigantesca y tenebrosa cueva a la espera de la llegada de la luz del Sol Invicto. La cueva, así como la montaña -de la que la piedra es su emanación o miniatura-, son Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada como diría René Guénon, de ahí que sean las principales protagonistas de toda manifestación de lo sagrado, auténticos lugares de poder. 

   En la doctrina tradicional los símbolos de la naturaleza son portadores de ideas, fuerzas y energías sutiles, convirtiéndose en arquetipos, en paradigmas que pueden tener la facultad de transformar y elevar al hombre, de influirle, ya que esas mismas fuerzas y energías que portan los elementos de la naturaleza, ya sea en el mundo animal, mineral o vegetal, las porta en potencia también en su interior el ser humano; cuando éste consigue conectar con esas fuerzas que porta en sí, que anidan en él, hasta el punto de sufrir un verdadero proceso de superación, de despertar, de ascesis y de transformación interior, simbólicamente habrá encontrado esa «piedra oculta» (5).

FUERZA HONOR Y TRADICIÓN

Joan Montcau

NOTAS:

(1). -El hombre moderno (o postmoderno), es mucho más «del mundo» que sus Antepasados o Ancestros, por lo tanto su interpretación del mismo es más literal (léase materialista, superficial, racional), que simbólica; es más, el símbolo es ya totalmente incomprensible para él y está fuera de lugar en un mundo dominado por el racionalismo más salvaje, la ciencia materialista y las máquinas. «En nuestro mundo moderno occidental se ha perdido en gran medida la importancia que comporta la asignación de nombres; pero, en otras épocas y otras culturas, un nombre se ajustaba al carácter esencial de un individuo en particular. Esto podía funcionar de una de estas dos maneras: o bien encajaba con la persona que el individuo poseía ya, o bien le proporcionaba una ‘in potentia’ en la que se podía desarrollar. En este sentido, el nombramiento de Pedro tiene un interés especial, no sólo porque ‘Pedro’ Cephas significa ‘roca’, sino también por el carácter de hombre digno de llevar ese nombre» (John Baldock, «El Simbolismo Cristiano», 1990. Extraordinario libro de simbología cristiana que aconsejamos).

«Para ver un Mundo en un Grano de Arena,

Y un Cielo en una Flor Salvaje,

Retén la Infinidad en la palma de tu mano,

Y la Eternidad en una hora».

William Blake

(2). –«La piedra entera simbolizó la unidad y la fuerza; la piedra rota en muchos fragmentos; el desmembramiento, la disgregación psíquica, la enfermedad, la muerte y la derrota. Las piedras caídas del cielo explicaron el origen de la vida. En los volcanes, el aire se transformaba en fuego, éste en agua y el agua en piedra. Por eso, la piedra constituye la primera solidificación del ritmo del creador» (Gregorio Vásquez). Por ejemplo, el sílex o pedernal era considerado dicho mineral duro y resistente, tanto en el Paleolítico como durante la posterior civilización megalítica, como una piedra sagrada por excelencia, ninguna otra es capaz de transmitir una sensación tan mágica, tan sagrada y tan profunda a lo largo del presente Ciclo Humano desde su más remoto albor; «piedra del fuego», puesto que por frotación fosforece, y al ser golpeado produce chispas; por otro lado, el sílex natural tiene cierta apariencia al hueso, por lo que el hombre arcaico lo asociaba con los espíritus de los Antepasados y de la Tierra. Luego se utilizaría con frecuencia para construir hasta fechas relativamente cercanas a nuestra Era Crepuscular cuyas construcciones ya, en lineas generales, son de materiales innobles e incluso infrahumanos (ladrillo, cemento, asfalto, pladur); recordemos, por ejemplo, que el material cortante con el que estaban hechos los trillos de antaño, en el mundo agrícola (y hasta bien entrado el siglo XX, en España incluso hasta los años 60), eran precisamente piedras afiladas de sílex mediante las cuales se separaba el trigo de la paja; una herramienta agrícola de trabajo se calcula que de unos 8000 años de antiguedad…

(3). –«Desde un punto de vista, la construcción en piedra es símbolo de la solidificación y sedentarización de un pueblo que previamente ha sido nómada y ha construido por tanto en materiales livianos y perecederos. Ese estado nómada -como la infancia- siempre ha sido considerado como más cercano a lo primordial. El hombre vive menos apegado a la materia y por lo tanto más cerca de la naturaleza y del espíritu. En ese sentido la sedentarización significa, de manera opuesta a lo que imagina la visión profana, un grado de involución con respecto al estado virginal y de inocencia en que vive el hombre primitivo, el cual no construye todavía ciudades y más bien sacraliza la piedra bruta erigiéndola ‘como altar de sacrificio’. ‘La piedra bruta ha sido tallada por los diosesy el hombre aún no está autorizado para hacer ningún cambio a esa divina talla» (Fernando Trejos). Recordemos el viejo mito bíblico de Caín y Abel, o lo que es lo mismo, el asesinato simbólico de la civilización primordial (encarnada por Abel) por parte de lo que desde un punto de vista simbólico y metahistórico representaría la génesis de la civilización materialista y urbana (Abel, el fundador bíblico de la primera ciudad); en definitiva, el triunfo del sedentarismo sobre el nomadismo, de la Urbe sobre el Agro. Con cierta lógica, se ha llamado a los hijos de la modernidad como los «Hijos Caín». Ya durante el Paleolítico la piedra -sin trabajar- simbolizaba la presencia divina en la tierra, por ello sobre ella se hacían ofrendas o rituales de libación, funerarios e incluso sacrificiales (derrame de sangre o aceites). De este modo se convirtió en el Altar primigenio (en el Antiguo Testamento Beth-el, la Casa de Dios, de ahí derivaría luego Belén –Casa del Pan, lugar de nacimiento de Jesucristo): «BeitLejem (Casa del Pan), Belén, era originariamente, Beit-El (Casa de Dios), nombre dado por Jacob a aquel lugar donde se le presenta Dios en un sueño. Antes esta ciudad se llamaba “Luz (Ana Emilia Agüero de Chazal, «El nombre Emmanuel a la luz de la Tradición Perenne»). René Guénon en su extraordinaria obra «El Rey del Mundo», señaló una relación entre la Piedra y el Pan citando la frase que el tentador le dice a Cristo: “ ‘Si eres el hijo de Dios manda a que estas piedras se conviertan en pan’… Cristo debía cumplir una parecida transformación, pero espiritual y no materialmente como lo pedía el tentador; ahora bien, el orden espiritual es análogo al orden material, pero en sentido inverso, y la señal del demonio es la de tomar todas las cosas al revés. Es el Cristo mismo el que, como manifestación del Verbo, es el «pan vivo que descendió del cielo»; y es este pan el que debía, en la Nueva Alianza, sustituir a la piedra como ‘Casa de Dios’. Como vemos, partiendo de la doctrina cristiana y según la interpretación esotérica de Guénon, la Piedra simbolizaría la Antigua Alianza, el Antiguo Testamento; el Pan, el alimento espiritual y metafísico caído directamente del Cielo sobre una «piedra» (nacimiento de Belén, la cueva en una roca), simbolizaría la Nueva Alianza, el Nuevo Testamento.

(4). -Este enfrentamiento mítico aparece en varias mitologías derivadas de la Tradición Primordial: en la tradición indo-aria fue el enfrentamiento entre los Devas y los Asuras; en la tradición nórdico-germánica entes los Vanes y los Ases; en la tradición egipcia entre Horus y Seth; en la tradición helénica la lucha entre los titanes -capitaneados por Prometeo, que pretendía robar el fuego divino para dárselo a los hombres-, y los olímpicos. En la tradición hebraica la lucha entre los ángeles rebeldes capitaneados por Lúcifer, y los ángeles fieles liderados por el Arcángel San Miguel; con la derrota Lúcifer fue expulsado del Paraíso y expulsado a las regiones infernales con todos los suyos, transformándose en Satán.

(5). -Una de las características fundamentales entre la Tradición Sapiencial y toda esa parafernalia contra-espiritual y demoníaca que tiene hoy su culminación en la basura mundialista y sincretista denominada «New Age» -la contrapartida «espiritual» de la tiranía globalista del Nuevo Orden Mundial, léase Reinado del Anticristo-, es que mientras en las apariciones o manifestaciones de lo sagrado en nuestro mundo siempre aparecen o van acompañadas de los elementos de la naturaleza, ya sea una piedra, una montaña, una gruta, un árbol o un manantial; por contra, es característico en todas las «apariciones» de las pseudo-religiones modernas la manifestación de elementos mecánicos, técnicos, artificiosos, todos de una total carencia de belleza y siempre acompañados del ruido, el estruendo y de una frialdad verdaderamente diabólica: los OVNIS, las psicofonías, el ouija, etc., fenómenos estos últimos típicos de civilizaciones terminales –«la segunda religiosidad» de la que hablaba Spengler-, y de seres desgarrados y desquiciados espiritual y mentalmente, ya que es precisamente el lado grotesco, caricaturesco y paródico de tales manifestaciones lo que demuestran el estado de total desquiciamiento de esta Era del Paria que pronto tocará a su fin y que se encamina directamente hacia el abismo.

BUSQUEMOS EL LAPIS ERILIS (LA PIEDRA DEL SEÑOR) QUE, COMO REZA EL ADAGIO HERMÉTICO, ANIDA DENTRO DE NOSOTROS…