Filed under: Textos para ceremonias
Y en los remotos tiempos el Principio Masculino y el Principio Femenino eran Uno sólo. Uno sólo incorruptible, imperecedero y eterno. Fuente de Luz y Luz en sí mismo.
Pero el Uno sólo fue relajándose en su tensión interior y perdiendo, paulatinamente, su Luz y su Sabiduría. La Luz fue tornándose oscuridad. Su unidad se empezó a resquebrajar y el Uno sólo dejó de serlo y se escindió en dos. De la unidad se pasó a la dualidad. De la unidad se pasó a la división y, así, los Principios Masculino y Femenino se desgajaron e iniciaron su devenir en el mundo por separado.
Del primigenio ser que, en los remotos tiempos, contenía ambos principios surgieron dos seres. Surgió el hombre y surgió la mujer. Y el hombre y la mujer, desde entonces, siempre anhelaron restaurar la unidad perdida y volver a ser Uno sólo. Pero, mientras se está a la larga espera de que acontezca el retorno de la Edad Áurea -la Edad de Oro en la que la Luz volverá para imponerse a la oscuridad y se restablecerá la ansiada unidad-, mientras se está a la espera de que los dos vuelvan a ser Uno sólo, mientras tanto, el hombre y la mujer no cejarán en su empeño de recrear la unidad perdida fundiéndose en uno en el momento del abrazo íntimo.
Así, no nos conformemos en calibrar este vuestro enlace si no es en su dimensión más profunda y sacra: en aquella dimensión que os hará posible, a ambos, el superar contratiempos y desencuentros, porque cualquier problema que pueda acaecer en vuestra cotidiana convivencia lo podréis minimizar de inmediato cuando lo comparéis con las causas tan profundas y trascendentes que provocaron vuestra recíproca atracción. Causas que hunden sus raíces en tan remotos tiempos y contra las que ninguna contingencia ni ningún arrebato tienen nada que decir.
¡Felicidades!
Eduard Alcántara
eduard_alcantara @hotmail.com
…Y decidieron dejar de ser unos desarraigados.
Y de masa adormecida, manipulada y alienada quisieron pasar a pensar, a actuar y a vivir como estirpe.
Se propusieron, pues, redescubrir sus raíces y reencontrarse consigo mismos.
Apostaron por desempolvar los valores de sus ancestros e insuflarles vida.
Se propusieron rescatar la cosmovisión que a sus más remotos padres había dado forma; rescatarla del olvido y del menosprecio a los que el mundo moderno la había sometido.
No dudaron en que, para no sucumbir definitivamente, debían recobrar la fidelidad a su sagrado linaje.
No vacilaron en que la sacra comunión con sus antepasados volvería a iluminar lo más profundo del ser de cada uno de ellos y a iluminar su destino como estirpe.
Percibieron que volverían a encender en su interior la llama de lo Absoluto si reencontraban el cordón dorado que les entroncaba con sus orígenes Trascendentes.
Rescataron el culto al fuego porque el fuego compartía su naturaleza luminosa con el Sol.
Y, de esta manera, a través de ritos solares fueron accediendo al Conocimiento de la genuina Realidad Superior de la existencia; una Realidad Suprema que, si se quería acceder a ella, no entendía de lo mutable, de lo impulsivo ni de lo pasional, sino que sólo admitía una única vía: la vía activa y majestuosa del autodominio y de la impasibilidad.
Y, tras todo ello, supieron que los principios que, en adelante, les harían de guía, faro y eje no serían nunca más aquellos principios nefastos que les habían arrastrado hasta el actual paroxismo, hasta la presente decadencia.
Y así, con convicción, emprendieron el exigente camino.
Eduard Alcántara
Hace poco que alguien nos preguntó sobre la existencia de algún texto que le pudiese ser de utilidad a la hora de presentar a su recién nacido hijo ante algunos de sus más próximos y allegados camaradas. El que aparece a continuación nosotros se lo escribimos por si podía ser de su agrado y lo hemos querido publicar en estas páginas con la intención de que pueda ser aprovechado por cualquier otro camarada que se halle ante una tesitura similar. El texto representa una continuidad de intención con aquellos otros dos que ya publicamos en su momento y que llevaban por título el de “Texto para un solsticio” y el “Texto para una ceremonia de matrimonio”.
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“En este nuestro vástago se perpetúan los linajes de su padre y su madre. Y se perpetúa lo visible y lo invisible de ellos. Lo tangible y lo intangible. Lo físico y lo metafísico. Lo perceptible a través de los sentidos y lo que éstos no pueden percibir.
Se perpetúan, pues, ciertos rasgos físicos que suelen ser comunes a la generalidad, por un lado, del linaje paterno y, por el otro, del materno.
Se perpetúan, asimismo, un talante, un carácter y un modo de actuar que se pueden rastrear en buena parte de las estirpes del padre y de la madre.
Pero, como decíamos, en nuestro hijo no tan sólo se perpetúa lo tangible y lo visible de nuestras estirpes, sino que por él también transitan los invisibles genios de ambos linajes: los genios que siempre han impregnado a cada estirpe de una impronta especial y de un intransferible impulso.
Esos genios, entendidos como fuerzas cósmicas o divinas, a los que los patricios romanos honraban y conservaban activos con el mantenimiento, en cada hogar, de la llama sagrada.
Y, más allá de estas fuerzas sutiles, anida en el interior de nuestro pequeño vástago la semilla de lo eterno e incondicionado que hasta él transmigró desde algún lugar y que espera, en su seno, crecer algún día.”
Eduard Alcántara
Y en los remotos tiempos el Principio Masculino y el Principio Femenino eran Uno sólo. Uno sólo incorruptible, imperecedero y eterno. Fuente de Luz y Luz en sí mismo.
Pero el Uno sólo fue relajándose en su tensión interior y perdiendo, paulatinamente, su Luz y su Sabiduría. La Luz fue tornándose oscuridad. Su unidad se empezó a resquebrajar y el Uno sólo dejó de serlo y se escindió en dos. De la unidad se pasó a la dualidad. De la unidad se pasó a la división y, así, los Principios Masculino y Femenino se desgajaron e iniciaron su devenir en el mundo por separado.
Del primigenio ser que, en los remotos tiempos, contenía ambos principios surgieron dos seres. Surgió el hombre y surgió la mujer. Y el hombre y la mujer, desde entonces, siempre anhelaron restaurar la unidad perdida y volver a ser Uno sólo. Pero, mientras se está a la larga espera de que acontezca el retorno de la Edad Áurea -la Edad de Oro en la que la Luz volverá para imponerse a la oscuridad y se restablecerá la ansiada unidad-, mientras se está a la espera de que los dos vuelvan a ser Uno sólo, mientras tanto, el hombre y la mujer no cejarán en su empeño de recrear la unidad perdida fundiéndose en uno en el momento del abrazo íntimo.
Así, no nos conformemos en calibrar este enlace entre vuestro enlace si no es en su dimensión más profunda y sacra: en aquella dimensión que os hará posible, a ambos, el superar contratiempos y desencuentros, porque cualquier problema que pueda acaecer en vuestra cotidiana convivencia lo podréis minimizar de inmediato cuando lo comparéis con las causas tan profundas y trascendentes que provocaron vuestra recíproca atracción. Causas que hunden sus raíces en tan remotos tiempos y contra las que ninguna contingencia ni ningún arrebato tienen nada que decir.
¡Felicidades!
Eduard Alcántara
TEXTO PARA UNA CEREMONIA DE MATRIMONIO
Hace unos meses se casó un camarada nuestro. Escribió el siguiente texto y el sacerdote oficiante se lo dejó leer en el transcurso de la ceremonia nupcial. Lo enviamos por si a algún camarada en trance de contraer matrimonio le pudiera servir de inspiración, guía o modelo.
En primer lugar os damos las gracias por vuestra asistencia y colaboración en esta ceremonia sagrada. Como dijo un ilustre español: “escuetamente gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo”. Ahora, y con el permiso del Padre, voy a leer unas pocas líneas que yo mismo he escrito para esta ocasión:
La misión trascendente y sagrada del matrimonio es, principalmente, la de fundar una familia. En todo orden Tradicional la familia ha sido la célula básica de la sociedad. En una civilización en ruinas como la presente, dominada por las fuerzas de lo bajo, la familia quizás sea la única manera de mantenerse en pie ante la ola de decadencia, descomposición y pérdida absoluta de valores que nos rodea, puesto que ella es el núcleo que simboliza la salvaguarda de lo permanente. Tiene que ser como una GUARDIA DE HIERRO para tiempos de crisis como los actuales.
Tras las tinieblas de un mundo carcomido y en proceso de putrefacción total, ya se vislumbra en el horizonte el brillo dorado de una nueva edad de los héroes que pugna por nacer, al igual que la oscuridad de la noche sucumbe ante el renacimiento del Sol Invicto.
Nuestro Señor Jesucristo, sol de justicia, luz del norte y héroe universal de todos los ciclos humanos, con su verbo incomparable y su muerte triunfal alumbró toda una concepción del mundo viril y aristocrática: “esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os aseguro que muchos buscarán cómo entrar y no podrán”. Así sea.
Eduard Alcántara