Julius Evola. Septentrionis Lux


Vídeo. Conferencia en Acción Literaria Dünedain: «ORIENTACIONES», de Julius Evola. A cargo de Eduard Alcántara
ACCIÓN LITERARIA DÜNEDAIN – CONCILIOS A DISTANCIA | El Cadenazo

Conferencia en Acción Literaria Dünedain: «ORIENTACIONES», de Julius Evola. A cargo de Eduard Alcántara

Transcurridos más de dos meses desde que pronunciamos nuestra conferencia alrededor del libro de Julius Evola «Orientaciones», desde Acción Literaria Dünedain, organizadora del evento, han visto con buenos ojos que le podamos dar difusión más allá del ámbito de aquéllos que, en su día, nos pedisteis poder acceder a ella.
Se puede proceder a su audición a través de este enlace:
 

https://youtu.be/-5wamOqXXMM

 

https://www.youtube.com/watch?v=-5wamOqXXMM&feature=youtu.be&ab_channel=LiterariaDunedain

 
 


ENTREVISTA REALIZADA PARA LA REVISTA «EL SINARQUISTA»

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ENTREVISTA REALIZADA PARA LA REVISTA «EL SINARQUISTA»

Le gusta definirse laboralmente como maestro de escuela, más que como profesor. Se dedica profesionalmente a la docencia desde hace más de tres décadas. Este hispano catalán tiene entre sus principales vocaciones la del estudio de la metafísica y la historia …disciplinas ambas que cuando entran en interrelación le llevan también a interesarse por temas relacionados con la metapolítica y, por ende, también de política.

 

1.- ¿Cómo nació tu inquietud como militante?

Se suele emplear aquella expresión de «tener madera de…» para hacer referencia a las cualidades innatas que uno posee hacia determinada disciplina, habilidad, trabajo o afición. Pues bien, creo que debe existir cierto impulso quasi inconsciente e innato a acabar adhiriendo hacia ciertas posturas políticas, ideológicas o cosmovisionales que sale a flote y que pasa, pues, al plano de la conciencia cuando encuentra una señal visible o a alguien que con sus enseñanzas lo haga salir a la superficie. Es así como siendo un bachiller uno se topó con aquella foto en el libro de historia que le pareció especialmente atractiva aun cuando el texto que tras ella se desarrollaba no dejaba en buen lugar a su contenido. Recuerdo, concretando, una del Desfile de la Victoria del 19 de mayo de 1.939, en Madrid, celebrando el triunfo del Bando Nacional en la Guerra Civil Española, en la que se veía a Franco presidiéndolo. Esta imagen hizo aflorar otra, también perteneciente a otro libro de texto de historia, que aún se hallaba más perdida en mi inconsciente por haberla visto 3 años antes. Se trataba de una concentración perteneciente a uno de los congresos de Nüremberg en la década de los años 30 de la pasada centuria. Uno había visto fotos de desfiles y de acciones bélicas de ejércitos, contemporáneos a aquellos, estadounidenses, británicos, franceses o soviéticos pero no habían producido ningún impacto positivamente sugerente. El saltar de las fotos a escudriñar en los textos fue un paso lógico. En quioscos y librerías uno se hacía con lo que encontraba, aunque ciertamente nuestras ideas y nuestra historia eran falseadas en esas publicaciones.

 

2.- ¿Cuál consideras que es tu «escuela de Formación»

Llegó un momento en el que tuve conocimiento sobre dónde hallar material objetivo y digno de leer y así se fue formando e informando con aquellas Ediciones Nothung, Nuevo ArteThor o la Dirsa relacionada con el desparecido diario El Alcázar. Son los inicios de los años 80 y en compañía de un amigo del barrio, y años atrás también compañero de colegio, que compartía las mismas inquietudes de uno íbamos frecuentando locales como el de CEDADE o el de Fuerza Nueva, haciéndonos con sus revistas y boletines y escuchando la voz experta e instructiva de camaradas más avezados. Coincidiendo con la autodisolución de la Fuerza Nueva de Blas Piñar se constituyó, en la que había sido su misma sede barcelonesa, una organización política que tomó su nombre de la Patria y Libertad chilena de la década de los ’70. Allí confluyeron ex militantes del extinto Frente la Juventud, de la sección juvenil de Fuerza Nueva (Fuerza Joven) con ex militantes de alguna otra organización y con otros de estrenada militancia. Entre los primeros militantes de Patria y Libertad (P&L) existía prácticamente el mismo porcentaje de adherentes al nacionalsindicalismo, al nacionalsocialismo y a posiciones nacionalrevolucionarias.

P&L pronto tuvo su revista, formato periódico, homónima, cuya alma mater era Ernesto Milà, quien entre los artículos que incluía no escatimaba la presencia de textos Tradicionalistas, entre los cuales destacaban los referidos a la obra del italiano Julius Evola. Éstos me cautivaron de forma especial. Despertaron, de forma casi instantánea, un impulso interior, sin duda latente en mí, hacia lo Trascendente. La metafísica que mostraba Evola no quedaba desgajada de nuestro acontecer en este mundo terrenal sino que bregaba por impregnarlo, por sacralizarlo, por Restaurar, en los disolventes momentos por los que desde hace siglos atraviesa nuestra civilización, el Orden Tradicional perdido. A diferencia de otros intérpretes de la Tradición perenne Evola no se abstraía, ante los avatares de nuestro mundo, en la metafísica pura inmovilizante sino que apostaba por luchar contra el desorden imperante y contra el Establishment establecido. Para nosotros quedó claro que el Tradicionalismo no se ceñía a una especie de metafísica autista con respecto a nuestra corporeidad y a nuestra existencia en este mundo sino a la lucha por sacralizar nuestra cotidianidad y las instituciones que deberían regir una comunidad liberada del imperio de la materia; materia esta que la tenía subyugada desde mucho tiempo atrás.

El mismo Ernesto Milà fue el artífice de la aparición de una editorial, Ediciones Alternativa, que editó cuadernillos de temas Tradicionalistas, en general, y los primeros libros de Julius Evola, en particular, a los que accedimos por primera vez.

 

3.- Cómo ves el futuro de la educación básica en España

De seguir por los derroteros actuales lo veo con pesimismo. La cultura del esfuerzo está demodé: no sólo ésta no se fomenta desde las instituciones regentes del Sistema Educativo sino que incluso desde el seno de muchas familias surge la queja ante exigencias de estudio o de deberes hacia los alumnos que los progenitores contemplan como abusivas …el clima social general no es favorable a templar y disciplinar la mente del alumno y la mayoría de las familias no son ajenas a esta dinámica de distensión anímico-existencial. La exigencia de que el alumno memorice un mínimo de contenidos va a la baja y el desarrollo insuficiente de las capacidades intelectuales es una lógica consecuencia de ello.

Por otro lado, en consonancia con la atomización y compartimentalización excluyente propia de las sociedades modernas la educación queda, a menudo, recluida en las aulas y muy desconectada con la realidad circundante en la que se desarrolla la vida comunitaria, por ello la educación se pierde a menudo si no en la mera teorización sí en un proceso de enseñanza-aprendizaje al que el alumno le cuesta bastante  identificar (en especial a tempranas edades) con las vivencias experimentadas en su entorno no escolar. El grupo-clase debería pisar con cierta frecuencia el barrio en el que el centro escolar se halla situado y realizar trabajo de campo en la panadería, en el supermercado, en el centro de salud,… Ello porque la escuela no debe estar disociada del entorno social en la que se encuentra sino formar un todo orgánico con él, tal como debería acontecer en cualquier sociedad no escindida, rota, compartamentalizada y atomizada como la actual.

A estos problemas en España y en la mayor parte de Occidente se añade otro de no menor peso: el de una inmigración descontrolada, que llega a borbotones y que inunda las aulas de alumnos ajenos a nuestra cultura, lengua, maneras de hacer e idiosincrasia. Arriban niños de religiones diversas, con ritmos de trabajo muy por debajo de los propios de estas latitudes y que, para más inri, desconocen o no dominan, con un mínimo de solvencia, la lengua castellana. La dinámica de trabajo del grupo-clase se ve entorpecida y ralentizada al extremo para que el docente intente hacer comprender al alumno inmigrante un mínimo de los contenidos y actividades que se están llevando a cabo. Por si esto fuera poco, en el caso de regiones como la catalana, la valenciana, la balear, la vasca o la gallega estos niños recién llegados a nuestro país se topan con el añadido de la lengua vernácula propia que se utiliza como vehicular en prácticamente todas o en buena parte de las asignaturas impartidas. Las llamadas ‘aulas de acogida’ existentes hasta hace varios años en los centros escolares y en las cuales se le enseñaba al alumno inmigrado, en primer lugar, los fundamentos del idioma han desaparecido para mayor gloria de la absurda e irreal ideología igualitarista dominante que considera discriminación el hacer, entre las personas, distingos de cualquier tipo y que ha obligado, por ello, a no sacar a ningún alumno, en ningún momento del horario escolar, fuera del aula en que se desempeña el grupo-clase …en la línea de lo que se ha venido a llamar como ‘la escuela inclusiva’.

 

4.- ¿Qué entienden ustedes por Hispanidad y su futuro?

El español es un pueblo antropológicamente europeo que en un momento dado de su periplo histórico amplió sus fronteras allende los mares hasta tal punto de convertirse en imperio. Tan español era un paisano de la Corona de Aragón, de la de Castilla o Navarra como otro del Virreinato de la Nueva España, de la Nueva Granada, del Perú o de la primigenia Capitanía del Río de la Plata que acabó convirtiéndose en virreinato. Las estructuras e instituciones políticas, administrativas y culturales en América no fueron más que una prolongación de las existentes en la Península Ibérica. América no se concibió como una colonia, con factorias comerciales al estilo inglés u holandés, a la que explotar sino como un territorio en el que extender la Cristianitas Hispánica civilizadora. Así pues, el Imperio Español, al igual que lo había sido el Romano, fue un imperio Civilizador al contrario del inglés o el holandés que lo fueron explotadores y depredadores. Sólo una quinta parte de las riquezas obtenidas en América cruzaban el Atlántico en dirección a la Península (el quinto real que le correspondía al monarca), el resto cristalizó en la fundación de cientos de ciudades con unos trazados urbanos muy racionales, en la creación de numerosas universidades y colegio mayores (1) -cuando Inglaterra fundó la primera universidad en sus Trece Colonias americanas, la de Harvard, ya hacía más de 100 años que existían las universidades de Santo Domingo, de Méjico y de Lima-, de hospitales, de acueductos,… La moneda imperial, el real de a ocho, se convirtió en la moneda de uso global para los intercambios comerciales, hasta el punto que los ingleses, o incluso los rusos, si querían comerciar con la mismísima China tenían que hacerlo con nuestra moneda, acuñada en lo que entonces era el Alto Perú (perteneciente al Virreinato del Perú) y hoy es Bolivia, pues los chinos no le otorgaban fiabilidad ni a la libra esterlina al compararla con nuestra moneda.; moneda que fue la de curso legal de los Estados Unidos hasta el año 1.857…

Cuando el Imperio Español implosionó en las primeras décadas del s. XIX los restos de España quedaron desperdigados por toda América y en la Península Ibérica. La masonería quintacolumnista al servicio de Inglaterra tuvo un papel crucial en esta voladura. Numerosos criollos y algunos recién llegados de España antepusieron sus intereses comerciales (a menudo lindantes con el contrabando; como ocurrió de modo determinante, p. ej., entre los porteños de Buenos Aires) a los generales del Imperio y, casi siempre a lomos de la masonería, vieron la puerta abierta al libre comercio, con la codiciosa y expoliadora Inglaterra, si dinamitaban el Imperio.

El Imperio se disgregó políticamente pero se debe bregar para que se mantenga en el plano cultural y en el axiológico, luchando por la recuperación de los valores que le fueron propios y, porqué no, sin abandonar nunca la idea de una futura -aunque hoy en día resulte quasi quimérica- restauración de su unidad perdida. De, por el contrario, mantener una postura pasiva, la ruptura que dio lugar a una veintena de países puede seguir aquella inercia centrífuga y originar, a su vez, nuevas rupturas en el seno de los países de habla hispana que acabe en una miríada de microestados; todo ello alentado e incentivado por los Club de Bieldeberg, Comisión Trilateral, Banco Mundial o personajes como George Soros que a base de apoyar financieramente y en el terreno cultural a movimientos indigenistas y/o marxistas favorables a separatismos varios

-estos segundos al socaire del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla- pergeñan una agenda de control mundial sabedora de que su dominio planetario será tanto más efectivo cuanto más pequeños y, por tanto, débiles sean los Estados a los que sojuzgar. Este peligro de atomización de los actuales Estados de cultura hispana lo sufre el continente americano y lo sufre la España peninsular con sus separatismos galopantes (el catalán y el vasco a la cabeza, aunque éstos no son los únicos).

Sólo un gran proyecto reunificador de lo que fue el Imperio Español puede ilusionar y erigirse en mito movilizador de tal manera que represente un impulso mayor que el de las fuerzas que pugnan por una disgregación cada vez más acentuada. Este proyecto, casi utópico a día de hoy, no contradice otro, del mismo calibre casi quimérico, como el de la unificación de una Europa Tradicional. De los temarios de matemáticas hace décadas que desapareció la Teoría de Conjuntos pero nos sirve ella para reivindicar a España como lo que debería ser la intersección operativa de esos dos conjuntos constituidos por la América Hispana y Europa. Interesección que haría de puente y enlace catalizador entre ambos conjuntos geopolíticos y que deberían actuar como uno solo.

 

5.- ¿Cómo definirías tu estilo de pensar y actuar?

Si tengo que definirme en mi cosmovisión y en los valores que desde hace ya muchos años tomé por bandera diría que lo hago como Tradicionalista, pues es en la Restauración de la Tradición, al modo como nos la interpretó de manera especial Julius Evola, en la que creo que se debe poner todo el empeño para algún día poder vivir de arreglo al orden natural de las cosas y hacerlo gracias al accionar de un Hombre Reintegrado en sus tres componentes: El Espíritu, el alma y el cuerpo. El Espiritual quedó cercenado con el triunfo de la modernidad materialista y el anímico perdió, por este motivo, sus referentes conformadores que le venían de lo Alto y empezó, así, a desentenderse de valores como el del honor, la valentía, la lealtad, la fidelidad, la franqueza, el espíritu de sacrificio, la voluntad o la camaradería. Ello acabó también incluso afectando al componente corporal que quedó a merced de vicios, bajos instintos y tóxicodependencias y empezó incluso a padecer la somatización de un alma hosca y ruin en forma de rostros innobles, torvos, que reflejaban personalidades taimadas, rencorosas y egoístas.

Sólo este arquetipo de Hombre de la Tradición puede voltear totalmente el desorden de cosas existente y acabar de forma permanente con las estructuras sociopolíticoeconómicas imperantes para sustituirlas por otras de signo opuesto regidas por los principios de jerarquía, autoridad, organicidad y comunitarismo e impregnadas por la Fuerza de lo Sacro.

Definiéndonos como Tradicionalistas podremos gozar de los referentes necesarios para poder reivindicar, y tomar como referencia axiológica y cosmovisional, los diferentes Ciclos Heroicos (parafraseando al griego Hesíodo) que, en el discurrir de la Edad de Hierro de la que hablaba el mundo clásico o del Kali-yuga al que hace referencia la tradición hinduista, se han ido sucediendo …sean aquéllos, p. ej., los referidos a la mayor parte de la historia de la Antigua Roma o los de la Saga del Grial/Ciclo Artúrico o los del Sacro Imperio Romano Germánico o los del mismo Imperio Español e incluso los que surgieron en la Europa de entreguerras y que fueron aplastados por las armas con el estertor de la II Guerra Mundial.

Uno lucha a diario por ser consecuente con valores como los referenciados líneas atrás y por encender la llama de la Espiritualidad que anida en nuestro interior. Nuestros escritos reivindican esta visión del mundo y de la existencia y pretendemos que nuestra cotidianidad no la contradiga o la contradiga cada vez lo menos posible. Ni la lucha externa ni la interna se pueden permitir cuartel.

 

 

  1. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Universidades_y_colegios_virreinales_en_Hispanoam%C3%A9rica

https://laamericaespanyola.wordpress.com/2016/10/10/universidades-en-la-america-espanola/

 



PRÓLOGO A «LOS PROTOCOLOS DEL SACRO IMPERIO»

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   PRÓLOGO A «LOS PROTOCOLOS DEL SACRO IMPERIO»

 

Nos resulta tarea inaplazable la de sentar las bases de un proyecto de Europa que supere, hasta en sus más nimios supuestos, el conglomerado agónico y servil en que se ha convertido buena parte de nuestro continente y en el que se han, asimismo, sumido, esas tierras extraeuropeas habitadas por gentes de matriz indoeuropea. Por ello encontramos, además de muy acertado en sus planteamientos, muy oportuna la elaboración de estos Protocolos.

En su elaboración se han tocado, a nuestro parecer, todas las teclas que se debían de tocar: desde las bases socio-políticas en que deberá asentarse esa nueva Europa, que no soslaya cuál será su organización territorial-administrativa, pasando por la geoestrategia que deberá hacer propia, continuando por hasta cuál será la heráldica que deberá representarlo y acabando por tratar la que deberá ser su posición en el tema de la Trascendencia.

Compartimos el espíritu, la letra y el contenido de estos Protocolos y nos adherimos a ellos en todos los ámbitos tratados. Y como no se trata de resultar reiterativos con respecto a lo desarrollado en los mismos nos hemos hecho el propósito de centrarnos, especialmente, en una cuestión: la Espiritual. Y lo hemos decidido así por considerar ésta como la basilar si es que uno pretende plantearse una regeneración sustancial, real y digna de ser considerada como algo más que un simple parche puesto al estado paupérrimo y desolador en el que halla subsumida la gens europoide y al estado degradado de todas sus (en ocasiones no tan suyas) creaciones políticas, jurídicas, sociales, económicas, “culturales”,…

Hemos de tener siempre bien diáfana la idea de que toda institución, estructura y/u organización política, jurídica, social, económica y toda deriva cultural son siempre la consecuencia de una determinada manera de contemplar, entender, percibir y vivir la existencia. Son siempre el fruto de una determinada visión del mundo y de la vida. Son, en definitiva, el producto de una cosmovisión concreta. Pueden ser la consecuencia (tal cual acontece en estos destartalados, desangelados e inorgánicos tiempos agónicos y terminales por los que estamos transitando) de atisbar, sentir y vivir la existencia bajo supuestos de corte positivista, utilitarista, reduccionista, relativista y materialista o, por el contrario, pueden ser el reflejo de una concepción Superior del hombre y de la existencia, que no se ve -por tanto- amputada en su dimensión Trascendente y que postula valores eternos e inmutables.

Si la Europa desnortada, atribulada y alienante que pretendemos subvertir es la del triunfo de la Materia no queda otra que alzar la bandera del Espíritu para voltearla íntegramente. Ninguna alternativa que no contemple al hombre como portador no sólo de un compuesto psíquico-físico sino también de una dimensión Trascendente no debemos considerarla como auténtica e integral alternativa sino como parcheamiento que no hará más que alargar la situación decrépita y crepuscular que estamos padeciendo pero que en ningún caso habrá dado con las claves que explican el porqué del estado de decadencia y postración coetáneos. Podemos, labor titánica por otro lado, conseguir cambiar el actual armatoste político por otro que nos resulte orgánico, jerárquico y antiigualitarista. Podemos, aunque de conseguirse resultaría admirable, reemplazar las relaciones y los engranajes sociales actuales basados en criterios económicos por otros de índole comunitario y gremial-corporativo. Podemos, asimismo, sustituir el sistema capitalista-financiero por otro basado en el trabajo y la producción y no en la usura y en la especulación. Podemos, en definitiva, llevar a cabo una revolución en estos tres órdenes (político, económico, social), pero ésta acabará languideciendo debido a que nunca habrá traspasado el dominio de lo material y del plano mundano de la existencia. Al no estar anclada en una cosmovisión metafísica de la vida y de la existencia la revolución irá deshaciéndose como un terrón de azúcar en un vaso de agua, pues el hombre que la habrá hecho triunfar, el hombre que (por la lucha de otros) de ella se beneficie o el hombre que herede sus frutos no vivirá cada cotidiano actuar suyo como una especie de rito que lo aúne con lo Superior y Sacro, pues la revolución no habrá partido de premisas Espirituales, sino que su adhesión a los logros de la Revolución sólo partirá de su voluntad y ésta puede variar como lo hace aquella voluble psique autónoma que no está subordinada a una dimensión Superior a ella cual es la del Espíritu. El Espíritu es permanente, eterno e inmutable y, por ello, el alma-psique supeditada a aquél está informada por valores permanente y no fluctuantes. Y permanentes y no fluctuantes será la voluntad que en ella anide, así como la adhesión y la fidelidad a los principios de la revolución. Una mente autónoma, sin cordón umbilical que la une al Espíritu, irá cayendo, con mayor o menor celeridad, en la inercia del egoísmo, del individualismo y del consumismo y estos “ismos” acabarán dando al traste con aquel tipo de ordenamiento social orgánico y comunitario conquistado por la Revolución incompleta que se olvidó del plano de lo Trascendente, y acabarán desembocando, de nuevo, en un sistema capitalista que se alimenta de ellos (de los dichos “ismos”).

Debe quedar, pues, claro que tanto en el Hombre nuevo que sea el propio de ese Sacro Imperio como en la concepción, vertebración y constitución de este último se debe establecer una jerarquización irrenunciable que tiene en su cúspide al Espíritu, por debajo de éste al alma-psique o mente en el hombre y al elemento cultural en el Imperio y en el plano inferior el cuerpo en el ser humano y la organización económica y social en el dicho Imperio.

 

Tras haber repasado estas premisas creemos llegado el momento de relacionarlas con lo redactado en estos Protocolos a los que se nos ha concedido el privilegio de prologar.

 

Así, en el Protocolo I, titulado “Proclama para el despertar de Europa”, se realiza la siguiente declaración de principios …opinamos que la misma representa la clave de bóveda de cualquier ulterior desarrollo y/o enumeración de principios:

“Nosotros somos herederos de una Idea perenne y multisecular que trasciende los tiempos”.

No puede, por menos, que venirnos a la mente aquel aserto que Julius Evola incluía en el capítulo VIII de “Orientaciones” cuando afirmaba que “es en la Idea donde debe ser reconocida nuestra verdadera patria.”

Con ello debe expresarse la asunción de que todo ordenamiento humano y todo discurrir en este mundo debe asentarse siempre en la certidumbre de la existencia de un Principio Supremo (la Idea) eterno e inmutable que se halla en el origen de todo el mundo manifestado y en la certidumbre de que el cosmos que de dicho Principio emana se halla constituido y compenetrado por unas fuerzas sutiles y sacras (macrocosmos) que lo vertebran y armonizan y que cualquier construcción política aquí abajo (en el microcosmos) debe ser fiel reflejo del orden (el Ordo del que se hablaba en el Medievo o el Rita del hinduismo) que rige allá en lo alto (en el macrocosmos), por lo cual el Imperium debe ser considerado, desde la óptica de la Tradición, como la forma más fidedigna de implantar, en el plano terrenal, el Orden de los mundos celestes. Un tal Imperium, así, debe recibir el atributo de Sacro.

Así mismo comentábamos que todo discurrir en este mundo debe asentarse siempre en la certidumbre de la existencia del mencionado Principio Supremo, por lo cual el hombre debe ritualizar y sacralizar todo acaecer de su cotidianidad ya que su accionar debe estar en consonancia y en sintonía con el equilibrio y la armonía que rigen lo Alto.

Por igual motivo se deben sacralizar todo tipo de celebraciones (estacionales, agrícolas,…), pues son recuerdo y recreación de los tempos de formación del mundo manifestado y de los ritmos cósmicos. La ritualización de esas celebraciones contribuye a la armonía, al equilibrio y a la interconexión de todo el entramado cósmico.

Volviendo al concepto de la Idea reseñado en este primer Protocolo escribíamos en cierta ocasión, con el propósito de aunarlo con la institución del Imperium, que “la Idea (en el sentido Trascendente) sería el eje alrededor del cual giraría todo un entramado armónico. Una Idea que a lo largo de la historia de la humanidad ha ido revistiéndose de diferentes maneras. Una Idea que -rastreando la historia- toma, por ejemplo, cuerpo en lo que simbolizaba la antigua Roma. Y Roma representará a dicha Idea de forma muy fidedigna. La Idea encarnada por Roma aglutinará a su alrededor multitud de pueblos diversos que, conservando sus especificidades, participarán de un proyecto común e irán dando cuerpo a este concepto de orden en el microcosmos que representa la Tierra. Estos pueblos dejarán de remar aisladamente y hacia rumbos opuestos para, por contra, dirigir sus andaduras hacia la misma dirección: la dirección que oteará el engrandecimiento de Roma y, en consecuencia, de la Idea por ella representada. De esta manera Roma se convertirá en una especie de microcosmos sagrado en el que las diferentes fuerzas que lo componen actuarán de manera armoniosa al socaire del prestigio representado por su carácter sacro (por el carácter sacro de Roma). Así, el grito del Roma Vincis coreado en las batallas será proferido por los legionarios con el pensamiento puesto en la victoria de las fuerzas de lo Alto; de aquellas fuerzas que han hecho posible que a su alrededor se hayan unido y ordenado todos los pueblos que forman el mundo romano, como atraídos por ellas cual si de un imán se tratase.” (1)

Como sea que en nuestra cita se ha hecho directa alusión a la antigua Roma como buen paradigma de esta idea sacra imperial no estará por menos, con el objeto de ir afinando y perfilando mejor pormenores de esta concretización histórica del Imperium, que acabemos reproduciendo otros desarrollos que de ello hicimos:

“Roma aparece, se constituye y se desarrolla en el seno de lo que multitud de textos Tradicionales definieron como Edad de Hierro, Edad del Lobo o Kali-yuga. Edad caracterizada por el mayor grado de caída espiritual posible al que pueda arribar el hombre: por el mayor nivel de oscurecimiento de la Realidad Trascendente. Roma representa un intento heroico y solar por restablecer la Edad Áurea en una época nada propicia para ello. Roma nada contracorriente de los tiempos de dominio de lo bajo que son propios de la Edad de Hierro. Es por ello que, tras el transcurrir de su andadura histórica, cada vez le resultará más difícil que la generalidad de sus ciudadanos sea capaz de percibir su esencia y la razón metafísica de su existencia (las de Roma). Por ello -para facilitar estas percepciones sacras- tendrá que encarnarlas en la figura del Emperador; el carácter sagrado del cual -como sublimación de la naturaleza sacra de Roma- ayudará al hombre romano a no olvidar cuál es la esencia de la romanidad: la del Hecho Trascendente. Una esencia que conlleva a la sacralización -a través de ritos y ceremonias- de cualquier aspecto de la vida cotidiana, de cualquier quehacer y, a nivel estatal, de las instituciones romanas y hasta de todo el ejercicio de su política.

Con la aparición de la figura del Emperador Roma traspasa el umbral que separa su etapa republicana de la imperial. Este cambio fue, como ya se ha señalado, necesario, pero ya antes de dicho cambio (en el período de la República) Roma representaba la idea de Imperium, por cuanto la principal connotación que, desde el punto de vista Tradicional, reviste este término es de carácter Trascendente y la definición que del mismo podría realizarse sería la de una unidad de gentes alrededor de un ideal sacro. Por todo lo cual, tanto la República como el Imperio romanos quedan incluidos dentro de la noción que la Tradición le ha dado al vocablo Imperium.

Así las cosas la figura del Emperador no podía no estar impregnada de un carácter sagrado que la colocase al nivel de lo divino. Por esto, el César o Emperador estuvo siempre considerado como un dios que, debido a su papel en la cúspide piramidal del Imperio, ejercía la función de ´puente´ o nexo de unión entre los dioses y los hombres. Este papel de ´puente´ entre lo divino y lo humano se hace más nítido si se detiene uno a observar cuál era uno de los atributos o títulos que atesoraba: el de Pontifex; cuya etimología se concreta en ´el hacedor de puentes´. De esta manera el común de los romanos acortaba distancias con un mundo del Espíritu al que ahora veía más cercano en la persona del Emperador y al que, hasta el momento de la irrupción de la misma -de la figura del Emperador-, empezaba a ver cada vez más alejado de sí: empezaba a verlo más difuso debido al proceso de caída al que lo había ido arrastrando el deletéreo kali-yuga por el que transitaba.

Los atributos divinos del Emperador respondían, por otro lado, al logro interno que la persona que encarnaba dicha función había experimentado. Respondían a la realidad de que dicha persona había transmutado su íntima naturaleza gracias a un metódico y arduo trabajo interior que se conoce con el nombre de Iniciación. Este proceso puede llevar (si así lo permiten las actitudes y aptitudes del sujeto que se adentra en su recorrido) desde el camino del desapego o descondicionamiento con respecto a todo aquello que mediatiza y esclaviza al hombre, hasta el Conocimiento de la Realidad que se halla más allá del mundo manifestado (o Cosmos) y la Identificación del Iniciado con dicha Realidad. Son bastantes los casos, que se conocen, de emperadores de la Roma antigua que fueron Iniciados en algunos de los diferentes Misterios que en ella prevalecían: de Eleusis, mitraicos,… Así podríamos citar a un Octavio Augusto, a un Tiberio, a un Marco Aurelio o a un Juliano.
La transustanciación interna que habían experimentado se reflejaba no sólo en las cualidades del alma potenciadas o conseguidas sino también en el mismo aspecto externo: el rostro era fiel expresión de esa templanza, de ese autodominio y de ese equilibrio que habían obtenido y/o desarrollado. Así, el rostro exhumaba gravitas y toda la compostura del emperador desprendía una majestuosidad que lo revestían de un hálito carismático capaz de aglutinar entorno suyo a todo el entramado social que conformaba el orbe romano. Asimismo, el aura espiritual que lo impregnaba hacía posible que el común de los ciudadanos del Imperio se sintiese cerca de lo divino. Esa mayoría de gentes, que no tenía las cualidades innatas necesarias para emprender las vías iniciáticas que podían hacer posible la Visión de lo metafísico, se tenía que conformar con la contemplación de la manifestación de lo Trascendente más próxima y visible que tenían a su alcance, que no era otra que aquélla representada por la figura del Emperador. El servicio, la lealtad y la fides de esas gentes hacia el Emperador las acercaba al mundo del Espíritu en un modo que la Tradición ha definido como de ´por participación´.” (2)

 

Este recorrido y análisis por la Roma antigua debe ser completado y compenetrado por otro. Así, la concretización histórica del Imperium se podrá cotejar en más de un caso y ayudará a tener un conocimiento más completo acerca de cuáles pueden ser los ejes y los modelos que contribuyan a que el Sacro Imperio perseguido por estos Protocolos sea concebido y entendido de la manera más fidedigna posible. Por estos motivos no vamos a privarnos de recordar lo que en su día expusimos acerca del Sacro Imperio Romano Germánico que floreció en la Edad Media y que “que nació con la vocación de reeditar al fenecido, siglos antes, Imperio Romano y convertirse en su legítimo continuador” (no en vano se apela, en el artículo 15º del Capítulo II del Protocolo II, al “milenario anhelo de unidad, nacido ya con el Sacro Imperio medieval”):

“El título de ´Sacro´ ya nos dice mucho acerca de su fundamento principal. También, en la misma línea, es clarificador el hecho de que el emperador se erigiera en cabeza de la Iglesia; unificando además, de esta manera, en su cargo las atribuciones o funciones política y espiritual.

De esta guisa el carisma que le confiere su autoridad espiritual (amén de la política) concita que a su alrededor se vayan uniendo reinos y principados que irán conformando esta idea de un Orden, dentro de la Cristiandad, que será el equivalente del Orden y la armonía que rigen en el mundo celestial y que aquí, en la Tierra, será representado por el Imperium.

La legitimidad que su carácter sagrado le confiere, al Sacro Imperio Romano Germánico, es rápidamente reconocida por órdenes religioso-militares que, como es el caso de la del Temple, son dirigidas por una jerarquía (visible u oculta) que conoce de la Iniciación como camino a seguir para experimentar el ´Segundo Nacimiento´, o palingénesis, que no es otro que el nacimiento al mundo del Espíritu. Jerarquía, por tanto, que tiene la aptitud necesaria para poder reconocer dónde se halla representada la verdadera legitimidad en la esfera espiritual: para reconocer que ella se halla representada en la figura del emperador; esto sin soslayar que la jerarquía templaria defiende la necesidad de la unión del principio espiritual y la vía de la acción –la vía guerrera- (complementariedad connatural a toda orden religioso-militar) y no puede por menos que reconocer esta unión en la figura de un emperador que aúna su función espiritual con la político-militar.

Para comprender aún mejor el sentido Superior o sagrado que revistió el Sacro Imperio Romano Germánico se puede reflexionar acerca de la repercusión que tuvo el ciclo del Santo Grial en los momentos de mayor auge y consolidación de dicho Imperio. Una repercusión que no debe sorprender a nadie si nos atenemos a los importantes trazos iniciáticos que recorren la saga griálica y a cómo se aúnan en ella lo guerrero y lo sacro en las figuras de unos caballeros que consagran sus vidas a la búsqueda de una autorrealización espiritual simbolizada en el afán mantenido por hallar el Grial” (3)

En el Artículo 3º del Capítulo I del Protocolo V se nos recuerda que “El Sacro Imperio se mantuvo como entidad predominante en Europa durante mil años hasta que en 1806 fue disuelto por Napoleón contra toda legitimidad.” (4)

 

En el Protocolo I se explica que “la Idea no es propiedad de ningún régimen político sino de una Fuerza independiente del tiempo”. Y no se piense que se habla en abstracto, que se lanzan ocurrentes sentencias para rodear esta obra de cierto halo dilettante. No es así. Esa Fuerza no es otra que la que hace de la Tradición algo vivo y cargado de un sentido Superior. Es por ello que en el Protocolo VI, dedicado a “Religión y Espiritualidad”, se propugna una “religiosidad que contempla el Mundo como expresión de una Fuerza sagrada, de un Espíritu que es increado, absoluto y eterno, de un Dios Incognoscible al cual veneramos sin temor pero con respeto.”

Así, Julius Evola nos legó esta definición: “En su significado verdadero y vivo, Tradición no es un supino conformismo a todo lo que ha sido, o una inerte persistencia del pasado en el presente. La Tradición es, en su esencia, algo metahistórico y, al mismo tiempo, dinámico: es una fuerza general ordenadora en función de principios poseedores del carisma de una legitimidad superior -si se quiere, puede decirse también: de principios de lo alto-, fuerza que actúa a lo largo de generaciones, en continuidad de espíritu y de inspiración, a través de instituciones, leyes, ordenamientos que pueden también presentar una notable variedad y diversidad”. (5)

¿Y de dónde proviene esta Fuerza? Pues de lo Alto. Entiéndase, pues, que “las esencias del Mundo Tradicional emanan de de lo Alto; de lo que eleva al Hombre y lo transforma realmente por dentro, liberándolo de las ataduras y condicionamientos que más lo esclavizan: pasiones, egos engordados, impulsos incontrolados, pulsiones incontrolables, sentimentalismos turbadores del ánimo, bajos instintos,… Una alternativa auténtica al materialismo (verdadero meollo del Sistema) no puede pensarse si no es en base a una cosmovisión de corte metafísico; esto es, Tradicional.” (6)

Nos ha parecido muy acertada esa fórmula que, en el Protocolo I, habla de “Hombres contra el tiempo”, porque de ella se extraen múltiples enseñanzas, como la de que ese Hombre va ineludiblemente ligado a las Civilizaciones del Ser y no a las Civilizaciones del Devenir. El Sacro Imperio es el Imperio del Ser. Es el Imperio penetrado hasta el tuétano por la Luz del Espíritu. Es el Imperio asentado en lo Inmutable, Eterno e Imperecedero. Es el Imperio que insufla valores eternos a todos los que forman parte de él. Las Civilizaciones del Devenir, por el contrario, se sustentan en la perecedera materia, en los cambiantes impulsos de la psique y en los arrebatos pasajeros …son, pues, civilizaciones inestables que aunque parezcan todopoderosas, por lo asfixiantes y represivas que resultan, no son más que gigantes con pies de barro.

De esa fórmula también se extraen enseñanzas como la de que son Hombres Integrales los que emergerán al albor del Sacro Imperio. Son Hombres que serán señores de sí mismos y que enarbolarán valores tales como el de la lealtad, la fidelidad, el espíritu de servicio y sacrificio, el heroísmo, el equilibrio interior, la gravedad (tal como, p. ej., entendían la gravitas los antiguos romanos), la derechura interna, el honor o, más aún, el pundonor.  Finiquitarán, pues, esos hombres esclavos de sus pasiones desaforadas, de sus impulsos exacerbados, de sus emociones incontroladas y de sus bajos instintos. Se acabarán esos hombres vulgares, propios de los tiempos crepusculares en los que nos agitamos vermicularmente, carentes de personalidad y que se mueven por los innumerables estímulos externos a que son sometidos y que los convierten en presa fácil del más alienante consumismo, del más obsesivo pansexualismo y del más monstruoso materialismo. Ese hombre fugaz y variable ya no encontrará lugar alguno en el seno del Sacro Imperio.

A ese hombre fugaz lo pretendimos situar y definir cuando, hace un tiempo, comentábamos que “si la Edad de Oro equivale al Mundo de la Tradición Primordial y puede ser calificada como la Edad del Ser y de la Estabilidad (de ahí su mayor duración) las restantes edades comportan la irrupción de un mundo moderno que puede, a su vez, ser denominado como mundo del devenir y del cambio (de ahí la cada vez menor duración de sus sucesivas edades). En verdad, no en balde, se puede constatar que en los últimos 50 años la vida y las costumbres han cambiado mucho más de lo que habían cambiado en los 500 años anteriores. Los traumáticos conflictos generacionales que se sufren, hoy en día, entre padres e hijos no se habían dado nunca en épocas anteriores (al menos con esta intensidad) debido a que los cambios en gustos, aficiones, hábitos y costumbres se sucedían con más lentitud. Los cambios bruscos, frenéticos y continuos propios de nuestros tiempos han dado lugar a lo que Evola definió como ‘el hombre fugaz’. Hombre fugaz que es el propio de la fase crepuscular por la que atraviesa la presente Edad de Hierro, caracterizada (esta fase) no ya por la hegemonía del Tercer ni del Cuarto Estado o casta (léase burguesía y proletariado) sino por la del que, con sagacidad premonitaria, Evola había previsto, pese a no haber vivido, como preponderancia del Quinto Estado o del financiero o especulador propio del presente mundo globalizado, gregario y sin referentes de ningún tipo. Este sujeto hegemónico en el Quinto Estado equivaldría al paria de las sociedades hindúes que no es más que aquél que ha sido infiel, innoble y disgresor para con su casta y ha sido expulsado del Sistema de Castas para convertirse en alguien descastado y sin tradición ni referentes. El hombre fugaz no se siente jamás satisfecho, vive en continua inquietud y convulsión. Su vacío existencial es inmenso y nada le llena. Intenta distraer dicho vacío con superficialidades, por ello su principal objetivo es poseer, tener y consumir compulsivamente. Cuando consigue poseer algo enseguida se siente insatisfecho porque ansía poseer otra cosa diferente, de más valor económico o de mayor apariencia para así poder impresionar a los demás. Y es que el mundo moderno es el mundo del tener y aparentar, en oposición del Mundo Tradicional que lo es del Ser. Este hombre fugaz se mueve por el ‘aquí y ahora’, pues lo que desea lo desea inmediatamente, no puede esperar. Su agitación no le permite pensar en el mañana.” (7)

Es ante este despojo, cual es el hombre fugaz, ante el que se erige el Hombre Integral. Ese hombre que es capaz de gobernarse a sí mismo porque no depende de los inputs que le pretenden inocular desde afuera. Ese hombre que es consciente, tal como se afirma en el Protocolo I, de que “nuestra fuerza creadora reposa en nosotros y que de nosotros depende dominar la vida” …y no ser dominados por ella.

 

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En la conclusión del primer Protocolo se nos recuerda esa sentencia vertida por Nietzsche (8) que rezaba así: “Mirémonos de frente: Somos hiperbóreos”.  Y es que resulta esencial ser conscientes de que nuestro Sacro Imperio no será nunca un imperio cosmopolita ni mundialista sino un Imperio cimentado en un hombre concreto, el hombre descendiente de los indoeuropeos de antaño. De los indoeuropeos que vivieron acorde a los parámetros propios del Mundo de la Tradición y que eran portadores de una manera determinada de concebir el Hecho Trascendente que en poco o nada se asemejaba a la que sostenían (y sostienen) otros grupos antropológicos para los cuales no vemos propio el tipo de Imperio Sacro objeto de nuestro estudio y objeto del proyecto presentado en el trabajo que estamos teniendo a bien prologar.

No se trata, en consecuencia, de aspirar a edificar un Imperio sobre una basa inconcreta. No se trata de construir un Imperio sobre el hombre abstracto que el liberal-individualismo ha excretado. No sobre un hombre vaciado de contenido, sin identidad ni referentes. No sobre un hombre intercambiable por cualquier otro del Planeta. No sobre un individuo atomizado sino sobre un hombre concreto, con cara y ojos. Así, leemos en el artículo 14º del Capítulo II del 2º Protocolo que “el Sacro Imperio (…) busca integrar a los pueblos europeos en un solo concepto sagrado sobre la base de la Tradición ancestral y de la identidad étnica.”

Los indoeuropeos de antaño eran, a su vez, los descendientes de los hiperbóreos (o pueblos boreales) aludidos por Nietzsche.

Para una óptima comprensión, de parte del lector, de este origen hiperbóreo de las gentes indoeuropeas no creemos que esté de más el reproducir algunos fragmentos de nuestro “Prólogo a Rivolta contro il mondo moderno”, tales como los que siguen:

“El mito y las tradiciones y textos sacros nos hablan de un cataclismo, en forma de inhóspita glaciación, que asoló de manera especialmente cruda las latitudes septentrionales de la Tierra. Se trataría del final del benigno -climáticamente hablando- período interglacial propio del geológico pleistoceno. Dichos textos correlacionan -y hacen derivar- esa catástrofe con una caída espiritual de nivel que se habría, pues, reflejado, exteriormente, en la irrupción de esas terribles heladas. Como consecuencia de ellas los hombres boreales hubieron de abandonar su hogar circumpolar y desplazarse hacia el sur, estableciéndose en tierras del norte de Europa y, posteriormente (una vez ya finiquitado el pleistoceno y, por tanto, discurriendo el holoceno -la etapa geológica postglacial por la que, a día de hoy, seguimos transitando) descendiendo hacia el centro de la Península Escandinava, dando, entonces, origen al urheimat -o lugar originario-indoeuropeo. A partir de este momento ya sí se puede hablar de este tronco antropológico y de su correspondiente lengua (el indoeuropeo originario). Este pueblo se desplaza algo más hacia el sur de la actual Suecia dando forma, ya en el llamado Neolítico, a la cultura de Ertebolle-Ellenberck, que es considerada como la vagina gentum de los pueblos indoeuropeos, esto es, la cultura y el enclave a partir de los cuales estos pueblos se irán diversificando y desplazando hacia destinos geográficos diversos. Así, también hacia el sur de la actual Suecia florecería la ‘cultura de los vasos de embudo’, para posteriormente, continuando con estos flujos de poblaciones indoeuropeas, constituirse -hacia zonas no alejadas del Mar del Norte y, sobre todo, del mar Báltico- la ‘cultura de los vasos globulares’ y, tras ésta, la de la ‘cerámica cordada’; también conocida como la del ‘hacha de doble filo’. Siguiendo, desde su original enclave escandinavo, esa diagonal de la que nos habla Evola llegan a tierras de la actual Ucrania y, aquí, aparece la ‘cultura de los Kurganes’ o de los ‘túmulos’ (por ser en lo alto de éstos donde se depositaban en urnas las cenizas de los fallecidos). Posteriormente arribarán donde hoy en día se halla Irán y se constituirá la cultura irania, de cuya concepción del Hecho Trascendente representa insuperable testimonio su libro sagrado: el Avesta; del cual ya mencionamos su descripción estacional, fenomenológica y/o climática del hogar en el que se vivió la Edad de Oro y que no pudo ser otro que el polar y circumpolar de nuestro planeta …certidumbre que también se corrobora en los Vedas de esa India que igualmente alcanzaron después las gentes indoeuropeas; o, ya allí, indoarias.

El por algunos denominado como ‘el último gibelino’ -Evola- nos sigue explicando que desde aquellas tierras del norte de Europa, desde las que tuvo lugar este movimiento migratorio en diagonal que llega hasta la India, también acaeció, con posterioridad, un segundo flujo en dirección norte-sur encarnado en los aqueos y dorios que encontramos en los orígenes de la civilización griega o en los latinos que fundaron Roma. Asimismo nos habla de que, desde ese emplazamiento del norte europeo, aconteció, bastante después, la tercera y última emigración, también en sentido norte-sur, que sería la de los pueblos germánicos que acabaron, a partir del s. V d. C., invadiendo el Imperio Romano occidental: visigodos, francos, ostrogodos, lombardos, vándalos, suevos,…” (9)

Que el Sacro Imperio está indisociablemente ligado a un concreto tipo antropológico se reafirma en Protocolo VI cuando, en su cuarto artículo, se lee que “creemos en la Tradición Indoeuropea que nos habla del concepto de lo divino y trascendente, nos enseña nuestros principios éticos, nuestras costumbres sociales y nuestros ritos y ceremonias familiares o públicos.”

 

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En la “Exhortación final” al Protocolo I se nos advierte que si aspiramos a constituir el Sacro Imperio “es tiempo de poner la economía al servicio de la política”. Sólo en la antítesis al Mundo de la Tradición, cual es el mundo moderno, se ha podido la economía erigir en la rectora de la sociedad. La política se ha sojuzgado a ella. El demon de la economía lo anega todo. Las castas que en el Mundo Tradicional se hallaban situadas en las franjas inferiores de la pirámide social se han ido arrogando el papel rector en el mundo moderno. Primero, con la irrupción del capitalismo, fueron los mercaderes los que violentaron el natural ordenamiento jerárquico Tradicional. Más tarde les tocó el turno, al menos sobre el papel, a los proletarios, los cuales, en buena parte del orbe, implantaron regímenes comunistas (o, para ser más exactos, ‘dictaduras del proletariado’). Hoy en día son los financieros, especuladores, usureros y accionistas de las grandes multinacionales los que, a menudo en la sombra, se han erigido en amos y señores del actual mundo globalizado (10).

La sociedad de clases que engendró el liberalcapitalismo ya no estructuraba la sociedad según las diferentes funciones que en ella se desempeñaban sino que lo hacía bajo el criterio estrictamente económico, por lo que esta función económica la copó en su totalidad. Ya no sucedía pues, tal cual era lo consutancial al orden estamental, que el cuerpo social se estructurase en orden a las funciones sacro-dirigente, guerrera y productiva.

Es debido a esta anomalía por lo que se habla en el Artículo 3º del Capítulo I del segundo Protocolo de este proyecto de “La supresión tajante de la sociedad de clases, basada en el poder adquisitivo de los individuos y su reemplazo por una sociedad de rangos, basada en el valor de cada persona en su servicio a la comunidad.”

 

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Si, después de todo lo dicho, aún a alguien no le ha quedado clara cuál es la jerarquía de valores que debe guiar el establecimiento del Sacro Imperio en la mencionada “Exhortación final” de este primer Protocolo se nos habla de “Convergencia de las ideas nobles, de los espíritus libres, de los corazones puros, de los movimientos rebeldes ante este sistema de cosas, hacia un mundo de justicia y libertad, de renacimiento espiritual, de diversidad étnica y cultural en armonía. Ese mundo podemos construirlo si sabemos unir a Europa con vocación imperial.”

 

Tras los desarrollos que hemos llevado a cabo queda diáfana la idea de que no se trata de desechar el actual armatoste demoliberal y partitocrático para sustituirlo por algo sin referentes previos, sino que la plutocracia tiene su radical alternativa en formas políticas, económicas y sociales que no deben ser una reedición de otras que hayan existido en otras épocas pero que sí deben compartir semejante cosmovisión y mismos valores que las que rigieron en el Mundo de la Tradición. Por esto se debe ser revolucionario no en el sentido que la modernidad le ha otorgado a este vocablo sino en el de “re-volvere”, retornar a las bases existenciales y axiológicas de la Tradición, tal como se lee en el Artículo 6º del capítulo I del Protocolo II:

“Nos definimos como revolucionarios y con ello queremos decir que pretendemos re-volver el sistema, es decir, volver a poner todas las cosas en su lugar natural y racional.”

 

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Nos resulta grato que en el Protocolo V dedicado a “Heráldica y Vexilografía del Imperio” se elija el águila bicéfala como símbolo imperial, pues su simbolismo tiene esa dimensional terrenal de, tal como se nos explica, “dominar de oriente a occidente” pero también atesora otra de carácter metafísico, parangonable a la caracterización de la importante deidad romana del Janus bifronte, uno de cuyos rostros representaba el solsticio de invierno o renacimiento del Sol Invictus y el otro el solsticio de verano en el que el dicho Sol Invictus se hallaba (y se halla) en su máximo apogeo; siempre teniendo presente que el Sol Invictus simbolizaba, a su vez, el Principio Espiritual.

También nos resulta harto significativo que como emblema se proponga colocar la mencionada águila bicéfala, negra, “sobre escudo blanco que campea en medio de una bandera o estandarte rojo” (artículo 4º del quinto Protocolo), ya que, en un nivel interpretativo de lectura Superior, tal como se nos recuerda en este artículo, “son también estos colores los de la Alquimia tradicional”. (11)

 

A vueltas con el simbolismo del águila bicéfala seguimos leyendo, en este mismo Protocolo, que “representa por otra parte la potéstas y la auctóritas, es decir, los poderes político y espiritual del Imperio en la línea del gibelinismo medieval”. Tal como era inherente al “Sacro Imperio Romano Germánico, cuya cúspide jerárquica, en la figura del Emperador, aunaba las funciones sacra y temporal (política) como es propio de cualquier ordenamiento Tradicional en el que, por este motivo, el gobernante también ejerce de Pontifex o ´hacedor de puentes´ entre lo terrestre y lo celestial; entre sus súbditos y la Trascendencia.” (12)

En la separación de ambas funciones acaecieron los primeros pasos de la caída que desde el Mundo Tradicional el hombre ha ido padeciendo hasta llegar al marasmo existencial actual: “(…) Esta segunda caída o involución espiritual supuso un mayor alejamiento del hombre con respecto a lo Trascendente y vino aparejada con la separación entre los principios espiritual y temporal y, en consecuencia, entre la autoridad espiritual y la temporal o política. Desaparecieron, pues, la realeza y la aristocracia sacras y de la separación de los atributos espirituales y los temporales aparecieron dos castas autónomas: la sacerdotal (1ª casta) y la regio-aristocrático-guerrera (2ª casta). Esta aristocrático-guerrera quedó desacralizada y la sacerdotal, a su vez, renunció a la vía activa propia del guerrero y perdió, de esta manera, no sólo la vocación hacia la acción exterior sino también la vocación hacia una acción interna que es la única capaz de hacer factible el acometer cualquier intento de transustanciación interior. Renunció, pues, la casta sacerdotal a la Iniciación y, consecuentemente, a la Visión y Conocimiento de lo Absoluto. La casta sacerdotal o bramánica pasó a ocupar la cima de la pirámide social y el poder político quedó delegado en una casta aristocrático-guerrera desacralizada que quedó subordinada a aquélla.” (13)

Por mantenir unidos los atributos sacro y temporal bregó, en una época ya tardía pero como un intento heroico de Restauración del Orden Tradicional, el bando gibelino y por separar ambos se esforzó el güelfo en ese conflicto medieval que tuvo al Sacro Imperio Romano Germánico como adalid del primero y al Papado y a sus aliados como portaestandartes del segundo. El triunfo del güelfismo desacralizó al poder político y, a la postre, a las sociedades por él regidas. Los procesos posteriores ahondan en este alejamiento con respecto al plano Superior de la existencia y conocen del humanismo antropocéntrico renacentista, del racionalismo, de la Ilustración, de las revoluciones liberales y de la irrupción de la democracia capitalista liberal, del comunismo y del actual gregario, nihilista y relativista (hasta la náusea) mundialismo de la Aldea Global postmoderna.

 

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A lo largo de este prólogo ha sido nuestro empeño el de afirmar la convicción de que este proyecto Sacro Imperial, inaplazable en estos tiempos de zozobra general que padecemos, debe tener su fundamento en una concepción Trascendente de la existencia. El Imperio será Sacro o no será. Hemos querido aprovechar estas líneas para trazar y delinear algunos de los principios, algunas de las esencias y algunas de las concretizaciones históricas de la Tradición y/o del Imperium, así como algunos de los procesos de decadencia que han llevado desde un Orden Tradicional hasta el presente estado de paroxismo y de resquebrajamiento generalizados. Nuestra posición en pos de bases Espirituales para articular el Imperium se ha visto refrendada sistemáticamente a lo largo de estos Protocolos. Véase, en este sentido, y como colofón a estas nuestras líneas, lo expresado en el Artículo 4º del sexto Protocolo cuando se nos habla de “una religiosidad que nos impulsa a buscar la Verdad desde el misterio de los orígenes hasta el sentido de la vida y nuestra razón de ser en el Universo”; ”misterios de los orígenes” que no son otros que los de nuestros ancestros hiperbóreos que en illo tempore (la Edad de Oro o, de acuerdo a la tradición indoaria, Satya-yuga) fueron portadores de un tipo de Espiritualidad Solar (14) …y “razón de ser en el Universo” que no es otra, por un lado, que la de la conquista heroica de lo Eterno en cada uno de los que puedan, por aptitud y por voluntad, aspirar a ello (o la de la ritualización sacral de cada quehacer cotidiano en aquellos congéneres para los que no esté al alcance la transformación de su ser interior) y “razón de ser en el Universo”, por otro lado, que debe ser la de la de la Restauración de la Tradición perdida: la de la Restauración, en definitiva, del Sacro Imperio.

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS:

  1. “El Imperium a la luz de la Tradición”. Capítulo IV de “Reflexiones contra la modernidad”. Ediciones Camzo.  https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/el-imperium-a-la-luz-de-la-tradicion/
  2. Íbidem
  3. Cit.
  4. “A medio camino entre el imperio español (“El Imperio Español”: https://septentrionis.wordpress.com/2015/07/08/el-imperio-espanol/) y otros de corte eminentemente antitradicional (por lo mercantilista de los mismos), como el caso del imperio británico (que alcanzó su máxima expresión en el s. XIX) o del conocido como imperialismo ´yanqui´ (tan vigente en nuestros días), podríamos situar al de la Francia napoleónica. Y no sólo lo situamos a medio camino por una evidente razón cronológica, sino que también lo hacemos porque a pesar de haber perdido cualquier orientación de carácter espiritual (el laicismo consecuente con la Ilustración y la Revolución Francesa fue una de las banderas que enarboló), a pesar de ello, decíamos, más que motivaciones de naturaleza económica (como es el caso de los citados imperialismos británico y estadounidense), fueron metas políticas las que  ejercieron el papel de motor de su impulso conquistador. Metas políticas que no fueron otras que las de exportar, a los países que fue ocupando, las ideas (eso sí, deletéreas y antitradicionales) triunfantes en la Revolución Francesa.”
  5. “Los hombres y las ruinas”, Julius Evola. Ediciones Heracles.
  6. “El Tradicionalismo y Julius Evola”: https://septentrionis.wordpress.com/2011/02/23/el-tradicionalismo-y-julius-evola/
  7. “Evola frente al fatalismo”. Capítulo III de “Reflexiones contra la modernidad”. Ediciones Camzo.
    https://septentrionis.wordpress.com/2010/08/19/evola-frente-al-fatalismo/
  8. No querríamos desaprovechar la ocasión para fijar nuestra posición acerca de la obra del filósofo alemán, pues este ejercicio pensamos que puede contribuir a delimitar y configurar, eliminando ciertos equívocos que se pudiesen tener, cuál debe ser el tipo de hombre sobre el cual sustentar el Sacro Imperio y al cual éste debe tener por empeño “engendrar”. Así, decíamos en cierta ocasión que “la tragedia de Nietzsche estriba en haber ignorado el hecho Trascendente. Su Superhombre es aquel ser humano que se ha conseguido desprender de todo tipo de limitaciones, ataduras, ligazones, morales, miedos, fobias y filias, sentimientos, pasiones,… En este momento, una vez limpia y vacía el alma de apegos y condicionamientos, podría aspirar a ir ´llenándola´ de Ser para experimentar una auténtica Transubstanciación interna, para Renacer -Palingénesis- a otra naturaleza verdaderamente Superior, pero como Nietzsche no concibe lo Metafísico su Superhombre se encuentra -tras haber ´vaciado´ su alma- sin puntos de referencia, sin soportes. No tiene puntos de referencia Superiores ni tiene los puntos de referencia inferiores de los que se ha conseguido desapegar y sin los cuales se ha quedado como sin suelo bajo los pies. Se encuentra, pues, en tal situación, ante la nada, ante un vacío que le empuja a una situación dramática.”——————“Nietzsche no concibió el Hecho Trascendente …esa dimensión metafísica y Superior que anida, aletargada (y a la espera de ser despertada por un tipo de hombre diferenciado que se niegue a ser arrastrado por la inercia existencial del mundo moderno) en el interior del ser humano: el Espíritu. El hombre indoeuropeo y su predecesor arcaico-boreal tienen un origen sacro y el darle la espalda a esto es propio de la modernidad (en sus sucesivas fases: incluyendo la fideísta en la cual sólo se mira a lo Alto cual pasivo creyente pero no cual Héroe capaz de conquistar la Inmortalidad a través del Despertar de lo eterno –Atman– que anida en él). Al judeocristianismo Nietzsche acertadamente lo atacó como semilla del nihilismo que ya en su época se vivía pero no lo hizo para rescatar las esencias divinas del hombre indoeuropeo sino (¡y tampoco es poco!) para ayudarle a sacudirse miedos, complejos, sentimientos de culpa y el estigma del pecado que había convertido al homo europaeus en un ser mediatizado, empequeñecido y acomplejado. El siguiente paso que debería de haberse planteado el gran filósofo alemán debería de haber sido éste: una vez descondicionados –ataraxia o apatheia– de ataduras mentales y existenciales hemos de ir en busca de la transustanciación interior –metanoia– y del conocimiento de los planos Suprasensibles y sutiles de la realidad e incluso, después, hemos de ir en busca de la gnosis del Principio Supremo Inmanifestado e Indefinible (el ´motor inmóvil´ aristotélico) que se halla en el origen del mundo manifestado (del cosmos); gnosis que sólo será posible si hemos conseguido actualizar -Despertar- ese Principio Primero –Brahman– en nosotros mismos: así habremos llegado no sólo a la categoría de dioses sino a ser más que un dios (pues las divinidades no son más que esas fuerzas –numina– que forman parte del entramando sutil del cosmos). La culminación de este proceso -la Gran Liberación- representaría el retorno del hombre a su origen sacro perdido con el fin de la Edad de Oro, que nos narró un Hesíodo, y con la irrupción del mundo moderno (cuya etapa más oscura es el presente kali-yuga; y más aún la fase crepuscular de ésta, por las que estamos transitando).”

    9. “Prólogo a Rivolta contro il mondo moderno”: https://septentrionis.wordpress.com/2017/09/25/prologo-a-rivolta-contro-il-mondo-moderno/

    10. Sobre este proceso de caída y destrucción total de cualquier residuo de Sociedad Tradicional y en el que la economia domina tiránicamente a la política ya comentamos hace algunos años que: “(…) a partir de entonces y a lo largo de esta ‘edad contemporánea’ la 3ª casta se adueñará del poder, salvo en  los períodos en los que la 4ª casta (sudras) –la de la ‘mano de obra’- dirija (por lo menos aparentemente) los regímenes políticos comunistas e imponga el llamado Cuarto Estado. Bien es cierto que, tras la caída del comunismo en la Europa Oriental a fines de la década de los ’80 del siglo pasado, hay quien ha considerado, acertadamente, que el clásico mundo del liberal-capitalismo burgués (Tercer Estado impuesto por la 3ª casta) ha sido sustituido por un tipo de vida aún más colectivista, gregaria, amorfa, uniformizada y desarraigada que la impuesta por el marxismo y en la que ya cualquier referente ideológico ha sido enterrado. El único impulso, y referente, que actúa es el económico y las actividades que, avasalladoramente, se imponen son la producción y el consumo desaforados. Mundo sin referentes al igual que sucedía, en la India Tradicional, con aquellos individuos que se hallaban fuera y por debajo del sistema de castas (los ‘sin casta’ o parias) y que le habían dado la espalda a cualquier norma formadora y a cualquier tipo de raigambre: los ‘sin tradición’ y ‘sin linaje’. Individuos que por sus disolventes o deshonrosas conductas habían sido expulsados de sus respectivas castas: ‘los desterrados’. Evola predijo de manera magistral este devenir y al tipo de sociedad que del mismo se derivara la definió como la de la hegemonía del Quinto Estado; y que, sin duda, corresponde al actual modelo planetario de globalización y de homogeneización alienante y desenraizadora.” (“Los Ciclos Heroicos”. Capítulo II de Reflexiones contra la modernidad”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/los-ciclos-heroicos/

    11. Sobre las tres fases de las que habla la tradición alquímica comentábamos en cierta ocasión, a propósito de la tesis doctoral elaborada por un amigo nuestro, que:

    “El ´más allá celestial´ es asimilable al mundo Superior y es al que se accede una vez el Iniciado ha dominado sus vínculos y pulsiones condicionadores -primarios, psíquicos: sentimentales, emocionales, pasionales,…- y se ha convertido en ´señor de sí mismo´; en el Gran Autarca que apuntaba Julius Evola allá por los años ´20 de la pasada centuria. Una vez superado lo cual (una vez superada la ´obra al negro´ o nigredo de que nos habla la tradición hermético-alquímica) el Iniciado accede, de forma definitiva, al conocimiento del plano sutil metafísico de la Realidad y es capaz, incluso, de activarlo en su fuero interno (sería el equivalente a la ´obra en blanco´ o albedo). Más aún, tras estos logros, puede aspirar a la Gnosis de lo Inmanifestado que se halla más allá incluso del plano sacro-sutil de la realidad y puede, paralelamente, aspirar a Despertar en su mismo interior ese Principio Supremo y Primero Inmanifestado Eterno e Indefinible que anida en él y aspirar, así, a Espiritualizar e Inmortalizar su alma (´obra al rojo´ o rubedo), que ya fue purificada de escorias psíquicas y condicionadoras tras la superación de la nigredo.” (“Reseña de La tradición guerrera de la Hispania céltica”:https://septentrionis.wordpress.com/2014/02/22/resena-de-la-tradicion-guerrera-de-la-hispania-celtica-de-gonzalo-rodriguez/)

    12. “Evola frente al fatalismo”. Capítulo III de “Reflexiones contra la modernidad”, Ediciones Camzo: https://septentrionis.wordpress.com/2010/08/19/evola-frente-al-fatalismo/

    13. “Los Ciclos Heroicos”. Capítulo II de Reflexiones contra la modernidad”, Ediciones Camzo: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/los-ciclos-heroicos/

  9. Con el objeto de no airear términos sin dotarlos de contenido queremos comentar que cuando manejamos el de Solar lo hacemos en el sentido en el que en su día escribimos para hablar de los primordiales indoeuropeos:

“Raza portadora de un tipo de espiritualidad y de una cosmovisión solar-uránica, olímpica (inmutable, serena, sobria), viril, patriarcal, ascendente, vertical, jerárquica, diferenciadora, ordenada y ordenadora, heroica (en el ámbito del carácter y en el sentido del que lucha por reconquistar la divinidad, la inmortalidad que se encontraba en estado latente, casi olvidada, en su interior),… Representativa, dicha cosmovisión, de lo que Evola definió como Luz del Norte.”

Para más ahondar en el significado de este concepto (‘Luz del Norte’) también, en ocasiones, lo hemos tratado confrontándolo a su vez con su opuesto: el de una ´luz del sur´ de cuyos nefastos influjos deberíamos ser ajenos:

“La denominada como ´luz del norte´ vendría asociada a conceptos como el de la jerarquía, la diferencia, lo vertical, lo solar, lo estable, lo inmutable, lo eterno, lo imperecedero, lo patriarcal y a valores como el honor, el valor, la disciplina, el heroísmo, la fidelidad,… Y, por el contrario, la calificada como ´luz del sur´ abanderaría conceptos como el del igualitarismo, lo uniforme y amorfo, lo horizontal, lo lunar, lo inestable, lo mutable, lo caduco, lo perecedero, lo matriarcal, lo sensual, lo instintivo, lo hedonista, lo concupiscente,…”

Incluso, circunscribiéndonos a un plano psíquico o anímico “podríamos decir que la Luz del Norte contemplaría a aquél que rebosa autocontrol, equilibrio, serenidad, sobriedad, coherencia, prudencia, templanza, medida, discreción, calma,…, mientras que la Luz del Sur iluminaría a los individuos tendentes a lo disoluto y disolvente, al desenfreno, a la inestabilidad, al desequilibrio, a la jarana, a la embriaguez, al desorden referente a hábitos y modo de vida,…” (“Septentrionis Lux”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/08/)

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 

 

 

 

 



IDIOVARIACIONES MOTIVADAS POR LA ´RAZA DEL ALMA´. BRAQUICEFALIAS CANTÁBRICAS
octubre 5, 2019, 6:46 pm
Filed under: Cultura y pensamiento, Eduard Alcántara, Julius Evola, Metafísica

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IDIOVARIACIONES MOTIVADAS POR LA ´RAZA DEL ALMA´. BRAQUICEFALIAS CANTÁBRICAS

 

Julius Evola postulaba la realidad de las idiovariaciones ocurridas en el idioplasma (núcleo) motivadas por el actuar de la ´raza del alma´, tanto en sentido negativo como en sentido positivo (dependiendo de cuáles sean esos valores actuantes de la raza del alma). Por ello se puede encaminar uno a plasmar, p. ej., caracteres físicos propios del tipo nórdico (hiperbóreo) o, por el contrario, alejados de él. Santiago Andrés comentó en una conferencia cómo sin influencias exógenas (sin mezclas habidas con gentes foráneas) las gentes cantábricas habían pasado de la dolicocefalia mayoritaria o una braquicefalia más que considerable en el transcurso de unos pocos cientos de años (creemos recordar que comentó que esto había sucedido desde el medievo hasta el s. XVIII). La observación craneal de los restos de cráneos en estas dos etapas demuestra el misterioso cambio, que sólo puede tener una explicación acaecida en los valores de la raza del cuerpo. Los cántabros prestos a la Reconquista (dolicocéfalos) habrían pasado, ya en la Edad Moderna, a una cierta vida de ensimismamiento en sus aldeas ancladas en esos valles que atraen a la reclusión semibucólica y habrían acabado saturados de esos sentimientos aldeanos que provocan esa morriña casi depresiva cuando se alejan de sus tierras. Braquicefalia coincidente con la de los alpinos (Suiza, Austria,…) acreedores de un tipo de vida aldeana y distendida que han visto cómo sus cráneos se han hecho como más acordes con el sedentarismo (más cuadrados y con aspecto de más pesados) a diferencia de aquellos cráneos dolicocéfalos casi aerodinámicos (alargados hacia atrás) propios de hombres con espíritu de empresa y aventuras. Esto lo decimos sin menoscabo de que entre las poblaciones alpinas europeas no haya habido (pues, de hecho, sí lo ha acaecido), en tiempos ya milenarios, cruzas con razas uralo-altaicas y/o mongoloides; une especie de inmigración procedence de esos enclaves orientales, en forma de cuña, partió en dos el orbe europeo (orbe este de extracción indoeuropea).

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 



ASEVERACIONES ANTIEVOLUCIONISTAS
septiembre 30, 2019, 5:44 pm
Filed under: Cultura y pensamiento, Eduard Alcántara, Tradición

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ASEVERACIONES ANTIEVOLUCIONISTAS

Al margen de lo que expusimos en nuestro escrito “Contra el darwinismo” y de algunos aportes que aparecen en los comentarios sitos al pie del mismo (1) hemos creído conveniente exponer ciertas reflexiones, asertos y proclamas que, en contra de la impostura claramente subversiva que supone el darwinismo, elaboramos en disputa dialéctica con cierto apreciado compañero proevolucionista.

Quisimos dejarle claro que el Tradicionalismo y el evolucionismo son irreconciliablemente antagonistas.

Por ello escribimos que:

En el s. XIX, un hombre llamado Darwin, con intenciones nítidamente antitradicionales se inventó, echándole mucha imaginación, una teoría y la pretendió revestir de solidez científica. Aunque no existieran, en tal época, “apoyos” en materia de biología genética y/o molecular para darle consistencia a sus teorías éstas recibieron rápidamente todo tipo de apoyos incondicionales, ya que a los arietes de la subversión antitradicional les pareció un arma inigualable para acabar de demoler los restos que aún pudiesen quedar del otrora edificio Tradicional. Tras los apoyos a semejante fantasiosa teoría no se hallaba el amor a la ciencia (por cierto, en minúscula como profana que es) sino ansias deletéreas de acabar con cualquier atisbo de dignificación del hombre (que irremisiblemente ha de venir siempre de lo Alto).

Los hay muchos a los que, incluso aun sin molestarse en entrar en el análisis científico del evolucionismo, les viene bien esta teoría porque apunta a la línea de flotación de una concepción Superior de la existencia que ellos, por manera de ser (a veces casi innata y otras adquirida por las influencias nefastas de la modernidad), aborrecen y detestan.

Esos saltos cualitativos, que postula la impostura darwiniana, entre la no vida (átomos, moléculas,…) y la vida (bacterias,…) exigen de una imaginación total. Que de lo simple pueda surgir algo más complejo y cualitativamente diferente es algo que resulta inimaginable. Que de un ser vivo inferior pueda generarse otro más complejo hasta llegar al hombre es como esperar que una mente humana con coeficiente intelectual a nivel de idiotez o imbecilidad pueda acabar generando, realizando y/o elaborando lo que por naturaleza le es imposible: descubrimientos científicos, sistemas filosóficos,… En catalán hay un dicho que dice que “d´on no n´hi ha, no raja” (donde no hay no chorrea…) que vendría a traducirse con aquel “no le pidas peras al olmo”.

Las leyes de la termodinámica puede ser utilizadas para darle categoría de credibilidad indiscutible a las tesis evolucionistas pero estamos hartamente convencidos de que la energía no puede obrar milagros antinatura y no puede lograr que, por sus propios medios, el inválido realice un salto de pértiga estratosférico o lo inferior genere lo superior.  ¡Claro que la Tradición concibe la realidad de la energía y se sustenta en el papel primordial representado por los numens o fuerzas sutiles pero, obviamente, su enfoque es otro!

No podemos conformarnos en aceptar bovinamente permanecer en el lodazal de los bajos vuelos a los que nos lleva la aceptación de la superchería evolucionista.

El conocimiento, sin fisuras, de la Tradición y su adhesión a ella …ésta debe ser nuestra trinchera ante los embates destructivos y alienantes a los que nos quiere someter el infame y degradante mundo moderno que nos ha tocado padecer.

Para triturar el darwinismo podríamos considerar teorías como la de la entropía con su tendencia al caos -a la involución- y no a la mejora -evolución- cuando se habla de cambios.

Igualmente podríamos objetar, en otro orden de cosas, el que el evolucionismo no nos explica de dónde provienen los quarks. Existen un punto retroactivo en el darwinismo en el que se llega a un callejón sin salida y este callejón se halla en el origen del cosmos: ¿de dónde provienen esos quarks? Quizás los evolucionistas deberían admitir la teoría del Diseño Inteligente defendida por algunos científicos y que se hallaría en el origen de todo, pero, claro, admitirlo sería admitir que existe otra realidad de orden metafísico que no contemplan los darwinistas; que existe un Principio Primero Eterno, Inmanifestado, Incalificable e Indefinible. Sería admitir que el cosmos no proviene de la materia, sino de lo Inmaterial: de lo Trascendente. Sería admitir la existencia de un plano de la Realidad de carácter Suprasensible, además de inasible e inmesurable con las herramientas de las ciencias profanas y fenomenológicas. Sólo las Ciencias Tradicionales, Sapienciales y Sagradas, a través de la Iniciación, pueden/podían llegar a la Gnosis de esas Realidades Suprasensibles y del mismo Principio Supremo. Ellas entienden/entendían de lo Inmanifestado y del mundo sutil o nouménico, mientras que las profanas sólo entienden del fenoménico, sensitivo o superficial. Ni que decir tiene que para analizar e investigar a este último sí que son, dichas ciencias profanas, adecuadas; pero no para entender de una Realidad Superior que se les escapa y para cuya comprensión resultan inútiles, inoperantes y muestran su incompetencia e impotencia.

Hay que combatir sin ambages teorías que al concedernos un origen material nos abocan a la sumisión ad aeternum a ese materialismo que se encuentra en la base de todos los males existenciales por los que pasa nuestro decrépito mundo. Sólo el Espíritu puede elevarnos por encima de las prisiones y las servidumbres con las que nos atenaza la materia; y admitir la presencia (larvaria, eso sí) en nuestro interior del Espíritu sólo se puede hacer si consideramos nuestro origen no como un origen material sino Espiritual: si consideramos que procedemos del Principio Primero por emanación de éste y por ello compartimos con el mismo su Eternidad (nuestra heroica labor será la de intentar Despertarla).

¡Rechacemos el materialismo en cualquiera de sus formas! ¡Rechacemos los subproductos y excrecencias del mundo moderno! ¡Rechacémoslos ya sean de orden político, económico, filosófico, “científico” o cultural (pseudocultural, sería más apropiado decir)! ¡Rechacemos, entre ellos, a un darwinismo que tanto ha hecho por aplastar los escasos vestigios que, en su época, pudieran quedar de Tradición!

El darwinismo ha sido una de las armas más efectivas que la modernidad ha utilizado en contra de la Tradición y ha sido, por ello, una de las principales causas de los destrozos existenciales que vivimos en la actualidad. ¿Qué le queda al hombre al que el evolucionismo le ha decapitado su función Superior: la Trascendente? Pues sólo le queda la mente o psique para que ésta, cuando no tiene la suprema guía del Espíritu, acabe campando por el caos que le es consustancial. A este hombre se le ha abocado al abismo actual por habérsele mutilado lo Absoluto. Él es el producto de los daños irreparables que han provocado teorías deletéreas como la evolucionista. Los paradigmas de la Tradición son los que nos sitúan en el adecuado camino de oposición raigal y total al pútrido estado de cosas originado por el señorío del deletéreo mundo moderno. Hay que pugnar por soltar todo el lastre alienador que nos han ido colocando sobre nuestras espaldas tantos años de estudio -en este esclavizador Sistema Educativo- y de nefastas influencias de los mass media. Resulta  difícil decir no a aquello que teníamos tan asimilado desde que éramos tan jóvenes: nos hablaron de evolucionismo en la escuela, en el Instituto, seguramente también en la Universidad recibimos una buena dosis anestesiante de esta disolvente pseudoteoría, quizás después (llevados por una cierta pasión a lo que con tanto ahínco nos habían inculcado) nos echamos al coleto lecturas sobre las bondades del darwinismo,… ¿¡Quién sabe si incluso nuestra vida laboral está directa o indirectamente relacionada con el evolucionismo!? ¿¡Quién sabe, asimismo, si hemos creado, entusiásticamente, escuela explicándoles a congéneres nuestros los vericuetos “científicos” del evolucionismo!? Debe resultar muy difícil explicarles ahora a estos nuestros prosélitos que lo que, debido a la ascendencia que teníamos sobre ellos, se creyeron a pies juntillas es una auténtica falsedad provocadora, además, de gran parte de los derrumbes que padece el desangelado mundo por el que transitamos.

Hagamos un acto supremo de valentía y rompamos con esta teoría de mercadillo que nos hace descender de las bestias cuando, por el contrario, fácilmente nos apercibimos que es hacia las bestias hacia donde vamos. Nos estamos animalizando a marchas forzadas. Somos cada vez más primarios y esclavos del submundo pulsional. Somos cada vez más groseros y menos sutiles. No evolucionamos, sino que claramente involucionamos.

Démosle una patada, sin contemplaciones y definitiva, a las supuraciones elaboradas por Charles Darwin. Entonces nos hallaremos, sin duda, en el buen camino -o cerca del buen camino- para oponernos de raíz a este inmundo mundo moderno.

No hay síntesis posible entre Tradicionalismo y evolucionismo, sino que hay enfrentamiento, irreconciliabilidad absoluta y encono total y raigal. No se pueden hacer síntesis entre lo que arrastra al hombre a lo ínfero y lo que lo Eleva por encima de su misma condición humana.

Se deben descartar los subproductos de la modernidad y recorrer los caminos no averiados; aquellos caminos que nos colocarán en la antípoda del vermicular mundo moderno para, así, combatirlo con las armas adecuadas y no con unas armas del enemigo que acabarán hiriéndonos, si cabe, más todavía; quizás ya irremisiblemente.

(1) “Contra el darwinismo”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/19/contra-el-darwinismo/

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 

 



LA RAZA HIPERBÓREA ROJA Y LOS ROJOS ATLANDES
septiembre 29, 2019, 4:41 pm
Filed under: Eduard Alcántara, Espiritualidad, Metafísica, Tradición

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LA RAZA HIPERBÓREA ROJA Y LOS ROJOS ATLANDES

 

Se ha venido a hablar, en diversas fuentes, de ‘Raza hiperbórea roja´. Este adjetivo tiene una connotación simbólica relacionada con el significado que dicho color adquiere en la tradición hermético-alquímica, pues en la etapa del rubedo (fase al rojo) el Iniciado ha llegado a la Gnosis de lo Absoluto Incondicionado y se ha hecho Uno con el Principio Inmutable. En esta situación existencial se hallaba el Hombre Hiperbóreo.

El adjetivo ´rojo´ pasa de ser una cualidad Espiritual del Hombre Boreal, Solar y Áureo a convertirse, incluso, en una característica física en el hombre que, aún perteneciente a la Edad de Oro, se ha trasladado a una morada noratlantídea: a una especie de subsede polar. Así es que a los noratlantes se les ha llamado ´los hombres rojos´. Desde este enclave muchos de ellos emigraron hacia el este (sur de Europa, norte de África) y oeste (América) creando nuevas civilizaciones en las que habrían dejado, p. ej., su impronta arquitectónica en construcciones como las pirámides (de semejantes proporciones) que se rastrean tanto en Egipto, en la actual Bosnia, en la península de Crimea o en el mundo guanche (pirámides de Güimar, en Tenerife) como en las civilizaciones maya o aztecao. No en vano, las crónicas de los conquistadores castellanos de las Islas Canarias describen a los guanches como pelirrojos y no en vano, también, así son descritos muchos de los antiguos libios y muchos egipcios (faraones y no, cuyas momias así lo atestiguan).

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 



REFLEXIONES ACERCA DE LA MORAL

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REFLEXIONES ACERCA DE LA MORAL

Vayan, a continuación, una serie de reflexiones que en torno al tema de la moral hemos vertido en debates diversos.

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El hedonismo es una de las manifestaciones del mundo moderno: materialista y que sólo conoce de lo ínfero e irracional y del plano sensitivo. Como ignora los planos de la Realidad Suprasensible y Trascendente engorda al máximo la única realidad que conoce: la material. De ahí esa concupiscencia desbordada y ese pansexualismo que lo impregna todo. La Tradición no queda, no obstante, encorsetada por dogmas sociales ni morales sino que prefiere la ética (del honor, del valor, de la fides,…). Bien es cierto que si ese corsé puede ahogar a una minoría apta para superar la condición meramente humana sí resulta necesario (dicho corsé) para la mayoría que no es capaz de autogobernarse y autocontrolarse.

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La gente conservadora (de mentalidad pequeñoburguesa) no se mueve más que por prohibiciones y dogmas que intentan poner barreras a su debilidad interior. Las religiones de nuestro entorno no conocen de la vía Iniciática, esto es, de la posibilidad real de transmutarse interiormente y llegar a ser dueños de uno mismo: de autodominarse, de descondicionarse con respecto a todo aquello que aliena y subyuga interiormente. Es por esto que dichas religiones pueden tener fieles muy creyentes pero débiles en su interior (al igual que lo son los no creyentes) a los que no se les permite, por ejemplo, el sexo casual y extramatrimonial. Si, por alguna circunstancia, se topan con él acaban esclavizándose al mismo como cualquiera otro de sus congéneres descreídos.

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Ernesto Giménez Caballero reivindicó, en cierta ocasión, «la revolución de las vírgenes» en un mundo en el que el concepto de virginidad había ya caído en desuso y había, incluso, sido ridiculizado. Nunca criticaremos la no virginidad por cuestiones morales sino por cuestiones de orden más bien axiológico (emparentadas con la fidelidad) o de profilaxis social (estabilidad del matrimonio como basamento de cualquier comunidad que se precie).

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Ante la ‘moral del pecado’ consustancial a las religiones de la Biblia el Mundo de la Tradición levantó la ética del honor.

La moral del musulmán no dista mucho de la del judío creyente o de la del judeocristiano. Las llamadas Religiones del Desierto beben de las mismas fuentes existenciales.

La moral sólo es válida para la masa que no es capaz de autogobernarse interiormente y necesita, por ello, de dogmas y reglamentaciones que no la dejen desbocarse. En la Tradición la minoría capaz de autodominarse no necesitaba de códigos morales prescriptivos y, además, éstos le podían suponer un obstáculo para forjar la transustanciación interna que necesita de un previo descondicionamiento total (también con respecto a la moral). Lo que puede, en un Orden Tradicional, estar prohibido para la masa no lo debe estar para la minoría espiritualmente apta.

La moral originaria está indisolublemente unida a la religión. Sin embargo en nuestro mundo laico existen otras morales de corte social; y hasta político (la moral del pensamiento único políticamente correcto).

La moral judeocristiana es la moral del sentimiento de culpa autoflagelante, masoquista, humillador y acomplejador que deriva del dogma antitradicional del pecado original. Alguien que se siente pecador y culpable jamás concebirá la idea de que en su seno anide una semilla de la Espiritualidad que es posible Despertar arribando, así, a su Transformación ontológica. A este ser humillado sólo le cabe creer en Dios y no aspirar a ser como Él o aún más que Él (a ser uno con el Principio Primero Eterno e Incondicionado que se halla en el origen y más allá del mundo manifestado). La Iniciación no se concibe en la mente de estos seres acomplejados.

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com



CUATRO MANERAS DE ENCARAR LO MISTÉRICO Y CUATRO GRUPOS HUMANOS CORRESPONDIENTES
septiembre 29, 2019, 3:29 pm
Filed under: Eduard Alcántara, Espiritualidad, Metafísica, Tradición

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CUATRO MANERAS DE ENCARAR LO MISTÉRICO Y CUATRO GRUPOS HUMANOS CORRESPONDIENTES

  Si hubiésemos de realizar un esfuerzo “taxonómico” acerca de las diferentes maneras de encarar lo mistérico que diversos grupos humanos han mostrado a lo largo de su historia (antes de caer -si es que han caído- en esa especie de amputación de su dimensión no sensitiva provocada por la deletérea irrupción, primero, y hegemonía, después, del mundo moderno) deberíamos referirnos, básicamente, a cuatro categorías:

-La olímpico-solar-hiperbórea sería (a razón de su mayor cualificación metafísica) la primera.

-La lunar, telúrica, ctonia, sacerdotal o matriarcal sería la segunda.

-La totémico-chamánica la tercera.

-La animista, por último, sería la cuarta.

La olímpico-solar (la 1ª) o bien entiende el hecho de vivir, en su original sede áurea hiperbórea, en un estado de conciencia Superior y en sintonía con el plano Trascendente de la realidad o bien, supo y puede saber, en lid heroica, de la posibilidad de actualizar en sí (en tiempos y estados de conciencia ya alejados de los de la Edad de Oro) el Principio Divino que aletargado anida en el interior del hombre caído (esta conquista al menos se dio -y se puede dar- entre sus miembros más cualificados espiritualmente y, a la vez, más voluntariosos).

La lunar, telúrica, ctonia, sacerdotal o matriarcal (la 2ª) se refiere a la incapacidad de acceder al Conocimiento de las Verdades metafísicas y a la incapacidad de culminar procesos de transformación interior que alejen al ser de la atracción alienadora producida por el compuesto psico-físico y lo abran al magnetismo de lo Alto. Sólo la fe, la piedad y la devoción hacia lo Trascendente se conciben como vía de “vivir” lo Trascendente.

La totémico-chamánica (la 3ª) entiende del tótem, genio o demon (y aspirar a evocarlo) común a la tribu a la que se pertenece y tiene relación directa con el pitra-yana o ´vía de los antepasados´, que no es otra que aquella vía que -dentro del ciclo de la generación, devenir o samsara– le espera al alma o mente del común de los mortales que no la ha espiritualizado en nada durante su periplo terrenal. El tótem, genio o demon se definiría por un tipo concreto de fuerzas (que se suelen simbolizar en algún animal concreto y en sus particularidades más definitorias) vinculadas al plano de la vida en su componente sutil que le dan una impronta concreta a la dicha tribu o a los «clanes» que la conforman: una impronta más dada a la contemplación de lo misterioso, otra más inclinada a los impulsos guerreros,…

En cambio la animista (la 4ª) se queda, a nuestro modesto entender, en la concesión de alma (´espíritu´, erróneamente, denominan sus adeptos) a toda una serie de objetos inanimados y de seres vivos: piedras, árboles,…

Si tuviéramos que relacionar estas categorías con grupos antropológicos, sin entrar en detalles ni en posibles interferencias que el mundo modeno haya provocado, diríamos que:

La olímpico-solar (la 1ª) sería la originaria de pueblos indoeuropeos, protoindoeuropeos y preindoeuropeos (como los que han sido definidos como blanco-boreales o paleoboreales por su origen primigenio circumboreal).

La lunar, telúrica y fideísta (la 2ª) sería la propia de pueblos semitas.

La totémico-chamánica (la 3ª) la connatural a pueblos mongoloides.

La animista (la 4ª) más propia de los pueblos negroides.

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com

 



PARAÍSO MUSULMÁN VS PARAÍSO JOSÉ ANTONIO
septiembre 24, 2019, 5:46 pm
Filed under: Eduard Alcántara, Espiritualidad, Metafísica, Religiones, Tradición

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PARAÍSO MUSULMÁN VS PARAÍSO JOSÉ ANTONIO

 

      Pueblos como los semitas -y otros afines o semitizados  por el accionar de ciertas religiones- han hecho gala siempre de un telurismo lunar que conlleva un sensualismo muy impregnado en sus entrañas. Así han concebido, cual es el caso del Islam, un paraíso erótico y sensual al que accederán aquéllos que mueran combatiendo por Allah. El devoto integrista no entiende de posibles mensajes esotéricos encriptados tras la descripción de un tal paraíso y se toma dicha descripción al pie de la letra: siete palacios de jade, con siete harenes cada uno y setenta y siete huríes en cada uno de ellos de las que podrá disfrutar en estado de erección eterna a la edad permanente de 33 años… ¿Se inmolarían estos integristas terroristas si en lugar de un paraíso erótico acorde con su idiosincracia se les ofreciera otro al estilo del que nos describía, hace 76 años, José Antonio Primo de Rivera?: Hace unos días recordaba yo ante una concurrencia pequeña un verso romántico: “No quiero el Paraíso, sino el descanso” –decía–. Era un verso romántico, de vuelta a la sensualidad; era una blasfemia, pero una blasfemia montada sobre una antítesis certera; es cierto, el Paraíso no es el descanso. El Paraíso está contra el descanso. En el Paraíso no se puede estar tendido; se está verticalmente como los ángeles. Pues bien: nosotros, que ya hemos llevado al camino del Paraíso las vidas de nuestros mejores, queremos un Paraíso difícil, erecto, implacable; un Paraíso donde no se descanse nunca y que tenga, junto a las jambas de las puertas, ángeles con espadas.» 

 

La concepción que se tiene del más allá es fiel reflejo de la cosmovisión que se defiende, de la que se procede por herencia ancestral y en la que se vive y se siente.

Los pueblos más carnalizados son restringidos, en su tendencia innata a la promiscuidad y al desenfreno, por estrictos dogmas y severas prohibiciones. Sólo así se les impide caer en el más absoluto deterioro moral y social. Así acontece en el contexto, p. ej., de las aludidas gente semitas. Esas fuertes y restrictivas subjeciones morales encuentran su desahogo psicológico compensatorio en la promesa de paraísos hipersensuales como el prometido por el Corán para el inmolado batallando por la fe enseñada por su profeta Mahoma.

En contraste con ello el paraíso imaginado por José Antonio representa una continuidad con ese entender la vida como milicia de la que hablaba el fundador de la Falange. El arquetipo del guerrero, del shatriya, no sólo prevalece, para quien con él se identifica o para las sociedades que lo hacen suyo, en la tierra sino que continúa en el Cielo. Hablamos de un paraíso difícil, de brega, de un paraíso en el que el alma del difunto se irá encontrando con una serie de pruebas ante las que sucumbirá o triunfará para o bien continuar sumido en el sâmsara  o devenir (pitra-yana  o ‘vía de los antepasados’) o bien alcanzar la total Liberación y la conquista de la Eternidad (deva-yana  o ‘vía de los dioses’). (1)

 

(1) Para ampliar el conocimiento acerca del entramado de ambas vías de ultratumba se puede consultar nuestro trabajo “La ilusión reencarnacionista”: https://septentrionis.wordpress.com/2009/02/08/la-ilusion-reencarnacionista/

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com



CRÍTICAS AL VEDANTISMO Y A LA PERCEPCIÓN DEL MUNDO MANIFESTADO COMO MAYA
septiembre 24, 2019, 4:59 pm
Filed under: Eduard Alcántara, Espiritualidad, Metafísica

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CRÍTICAS AL VEDANTISMO Y A LA PERCEPCIÓN DEL MUNDO MANIFESTADO COMO MAYA

 

Para llegar al Ser hemos de superar el yo inferior, que es aquel que anda obnubilado por esa mente que se ha ido saturando, a lo largo del tránsito terrestre, de ‘las circunstancias’ (que diría Ortega y Gasset) que van rodeando la vida del individuo desde que nace y que tienen relación con su vida familiar, social, sentimental,… y saturando, asimismo, por una parte, de todo un conglomerado de pasiones, emociones y sentimientos y, por otra parte, de pulsiones, adicciones y dependencias que le han venido de un uso sobredimensionado e incontrolado de funciones físicas o consumos desaforados. Sin duda individuo tal (el común de los mortales) se identifica con su ‘cuerpo-mente’ y nunca con su Esencia.

 

Podemos tomar el ejemplo del movimiento fluctuante del viento o de la bandera por él mecida o agitada como símil de la volubilidad de la mente del homo vulgaris  pero si bien esa mente alterada debe ser objeto de trabajo interior de descondicionamiento para que limpia como una patena pueda reflejar Realidades Suprasensibles lo cierto es que esa mente limpia tiene entidad en sí, no es maya (no es mera ilusión), sino que forma parte del mundo manifestado.

 

La mente alterada proyecta una visión distorsionada de la exterioridad pero eso no quiere decir que esa exterioridad no exista como tal (tampoco es maya, como sostiene el vedantismo) sino que, por un lado, cada cual la percibe dependiendo del tipo de distorsión que afecte a su psique y, por otro lado, todos esos ‘hombres comunes’ son incapaces de sobrepasar el plano sensitivo de la realidad -esa exterioridad- (el estado de conciencia ordinario) y se muestran, por ello, ineptos con respecto a la posibilidad de poder adentrarse en el conocimiento y en la vivencia del plano sutil de la realidad; plano sutil que es el verdadero motor y alma del plano exterior, sensitivo, físico y fenomenológico. Pero sea como fuere, lo cierto es que todos esos planos (superficial-sensitivo o sutil) tienen entidad como tales …aunque, eso sí, supeditados los unos a los otros por un escalafón: por una jerarquía que si la observamos a la inversa -de abajo arriba- va del plano ordinario al sutil y acaba en el Incondicionado, perenne, Inalterado e Inalterable.

 

Los velos que impiden ver la realidad con pura objetividad (esos velos que turban y perturban la mente) son maya pero la realidad no lo es: séase la realidad física, sensible y ordinaria o se sea, ¡faltaría más!, la sutil y metafísica.

 

Eduard Alcántara

eduard_alcantara@hotmail.com